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El 8 de marzo, un nuevo 1 de mayo

Un momento de la manifestación del 8M de 2017 en Madrid

Agnès Marquès

Es el primer día que saco la cabeza por aquí así que ¡Hola! Toca presentarme. Os diré que soy una mujer periodista en esa edad media que hasta hace pocos años me hubiera convertido en una mujer madura y ahora, en cambio, me paseo por esa agradable orilla que es la juventud con experiencia. Esa edad en la que muchas mujeres decidimos dar un paso para el que nuestro cuerpo lleva algo más de veinte años preparado. El desajuste entre la preparación física para la maternidad y la vital, tanto en el sentido trascendente como en el práctico, debería ser un tema de preocupación de primer orden, quizá lo alcancen nuestros hijos cuando a nuestra edad tengan que cargar con sus padres octogenarios.

Casi con cuarenta y eso no me ahorró echar alguna lágrima al volver la esquina el primer día de guardería. La maternidad tardía acentúa la aceleración del tiempo que se construye en ir dando espacio a los hijos hasta que llegue el momento en que les pediremos que, por favor, se pasen un rato por casa. ¡Tanto que hemos esperado a encontrar el momento para ser madres y, de golpe, el tiempo empieza a fundirse!

A cada uno la paternidad le llega cuando le llega, pero a las mujeres nos condicionan aún más elementos externos pero imprescindibles, como la estabilidad económica y la carrera profesional. La maternidad penaliza la carrera de las mujeres. No es ningún mito, y ahora que el permiso de paternidad empieza a ser algo serio en este país tenemos un ejemplo muy evidente. ¿Dónde está Pablo Iglesias en estos días ya de campaña electoral y en uno de los peores momentos de su formación? Pues en su casa cuidando de sus hijos, aunque parezca que se lo haya tragado la tierra. Así pasamos las mujeres los años centrales de nuestras vidas, apareciendo y desapareciendo como el Guadiana entre partos, cuarentenas, primeros días de guardería y el botón de inicio del ordenador del trabajo. Eso las que logran mantener un trabajo estable. Ahora que llega un nuevo 8 de marzo volveremos a salir a la calle para que cambie, entre otras cosas, lo que ahora hace un año denunciaba en Twitter alguien poco sospechoso de ser una antisistema, la empresaria Ana Botín: “Después de un primer hijo, la renta de las mujeres cae bruscamente y nunca llega a recuperarse completamente”. Y aportaba datos concretos.

Es importante recordar estos datos, como tantos otros que demuestran que el mercado laboral no es igual para hombres y mujeres, ahora que estamos en precampaña y el feminismo, o lo que cada cual entiende por feminismo, ha entrado en campaña. Ante tal manoseo es más importante que el año pasado que el clamor sea claro y contundente: mientras exista brecha salarial y desigualdad de oportunidades, mientras exista el techo de cristal, mientras las leyes no protejan bien los derechos de las mujeres, mientras haya abusos y agresiones sexuales es importante que el conjunto de la sociedad, mujeres y hombres, hagan del 8 de marzo un nuevo 1 de mayo. Todo lo que afecta a la mujer nos atañe a todos, compromete nuestro bienestar, nuestro potencial económico. Nuestro futuro colectivo. El que van a construir esos pequeñajos que hoy empiezan a ir a la guardería o aún están en casa, con sus madres o sus padres durante el permiso de paternidad, disfrutando de un tiempo que es precioso, pero que es también fundamental para empezar a enseñarles valores principales. A querer y a respetar.

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