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No es la solidaridad

Antón Losada

Resulta algo más que espeluznante escuchar a los gobiernos europeos apelar a la solidaridad para valorar la posibilidad de recibir a 120.000 refugiados cuando solo Turquía, ese país tantas veces rechazado, ha atendido a más de dos millones o el castigado Líbano a más de un millón. Es algo más que cinismo. Roza lo canallesco. Como escuchar afirmar a David Cameron o al presidente Rajoy que a nadie se le negará asilo, cuando el año pasado poco más de cinco mil sirios lo solicitaron en España y sólo le fue concedió al 44%.

Invocar la solidaridad como principal argumento para hacer algo respecto a la crisis de los refugiados resulta tan conveniente e hipócrita como culpar a Hungría por implementar algo muy parecido a lo que practican Francia e Inglaterra en el Paso de Calais, o nosotros mismos en las carísimas -cien millones de euros- vallas de Ceuta y Melilla.

No es la solidaridad. Es su derecho y nuestra obligación. Un gobierno como el español, al que tanto le gusta invocar la ley para aplicársela a los demás, debería saberlo. La postura de España y la mayoría de los países de la UE contraviene no sólo el artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sino la totalidad de los convenios e instituciones del derecho internacional sobre el derecho de asilo que hemos firmado con tanto entusiasmo.

No es la solidaridad. Debería ser por simple lógica económica. Inmigrantes y refugiados parecen siempre los culpables perfectos. Resulta muy fácil culparles por el paro, por la precariedad, por los bajos salarios, por la delincuencia o por las lluvias torrenciales. Siempre aparece alguien dispuesto a hacerlo para mantenerse en el poder o para alcanzarlo.

Rara vez se les reconoce su capacidad para aportar valor y riqueza a unas economías agotadas y unas demografías agonizantes. Si nuestra Seguridad Social llegó a general 80.000 millones de hucha para las pensiones se debió, en gran parte, a las cotizaciones de esos inmigrantes que tantos se empeñan en señalar como culpables.

No es la solidaridad. Debería ser por pura política y estrategia ¿O es que alguien pensaba en serio que las guerras pueden contenerse y podemos dejar que se maten sin molestarnos mientras explotamos cómodamente su petróleo, su gas o su posición geoestratégica? Los mismos que aplaudieron la guerra de Irak o quisieron hacer la guerra por terceros en Libia o Siria, los mismos que redujeron a cero las políticas de cooperación internacional, proclaman ahora que la solución debe buscarse en los países de origen.

En lugar de estimular la democracia y la libertad preferimos financiar sátrapas y regímenes corruptos para ahorrarnos unos dólares en los barriles de petróleo o el litro de gas. Ahora nos quejamos por la falta de interlocutores y aliados al otro lado para afrontar la crisis. Pero si pudiéramos seguiríamos llenando el mundo de tiranías como la de Arabia Saudí o Marruecos. No somos tan solidarios, solo tan estúpidos.

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