Que los Derechos Humanos sean aplicados y respetados es, en gran parte, una consecuencia directa de la abundancia de personas formadas, honestas y responsables. Es decir, el derecho y la justicia tienen mucho que ver con una buena o adecuada educación.
Los atentados y las burlas contra los Derechos Humanos no son achacables a la escasez de inteligencia, de buenas intenciones particulares o de proyectos en favor de los excluidos. Las grandes dificultades para el cumplimiento y respeto de tales derechos radican en las propias estructuras de nuestras sociedades; mayormente, en las instituciones políticas y económicas al anteponer el interés particular del beneficio o enriquecimiento rápido frente a los intereses vitales de toda la población.
Y ello viene ocurriendo, en buena medida, por el modelo educativo dominante. Éste solapa, más o menos, su ideología, centrada en un individualismo egoísta o insolidario, orientado al desarrollo de la dimensión económica, en torno a la producción y consumo. De aquí que la enseñanza que imparte, priorice y valore sobre todo los aspectos funcionales y técnico-científicos de carácter material, en pos de un éxito competitivo, donde los de cabeza se quedan con la parte del 'león'; y el resto de humanos se han de conformar o pelear por las 'sobras'.
Además, se procura ocultar y silenciar a la población las funestas consecuencias del modo de producción, detonador de muchas enfermedades físicas y psíquicas, generador y encubridor de un alto índice de delincuencia, violencia y terrorismo; y único causante del grave deterioro medio ambiental. Y todo esto sucede por venerar al 'becerro de oro', o idolatrar al dinero; lo cual encandila, paraliza y enmudece a demasiada gente. Esto significa que necesitamos una profundización crítica, en sentido ético y filosófico, sobre el quehacer humano y la realidad circundante.
La prueba fehaciente de lo inadecuado del sistema educativo la vemos en la actuación de las élites gobernantes y dirigentes de todo tipo al no haber previsto la crisis que nos aqueja, ni ofrecer una salida justa impidiendo que los daños y perjuicios recaigan en los más débiles e inocentes. Y a esto, hay que añadir esa incapacidad en que nos encontramos la mayoría de la población a la hora de exigir responsabilidades y de elegir siempre a personas cualificadas y decentes para los diferentes cargos y puestos de la sociedad.
La educación es la única vía para lograr realmente un futuro distinto y mejor. Sin limitarse a la simple formación técnica de los profesionales. Como recoge el artículo 26.2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana, …el respeto, …la tolerancia, …y la paz”.
Las protestas o las manifestaciones son necesarias, pero no son suficientes para cambiar una realidad lamentable. Como en todo, se requiere 'saber' y 'buen corazón'. Y obviamente, la tarea no puede dejarse en manos exclusivas de una parte: profesorado, madres, padres, ciudadanos, organizaciones. Es una co-responsabilidad a asumir por muchos, con inteligencia y generosidad.