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El dilema de Susana

Susana Díaz preside este lunes la entrega de los Premios Meridiana 2014 a la defensa de la igualdad de género

Lucrecia Hevia

Susana Díaz, secretaria general del PSOE andaluz, parece haberse convertido en, si no la piedra maestra, una de las piedras que ayudará a remontar al partido socialista o apuntalará la caída en la que están inmersos en estos últimos años. Muchos son los ojos que miran hacia el sur ahora y especulan sobre qué va a hacer la presidenta de Andalucía. Porque no es sencillo el dilema de Susana Díaz. Y, como no se cansan de repetir en su entorno, la decisión es sólo suya y la conoce sólo ella.

De hecho, Díaz no ha revelado sus cartas abiertamente desde que se desatara la crisis en el partido con la aparición de Rubalcaba tras los malísimos resultados para el PSOE nacional. Una estrategia que ya usó en su elección como candidata a la Junta: no a la guerra abierta.

Por eso, no está de más repasar las razones que pueden avalar una opción o la contraria y las posibles consecuencias de la misma.

Opción A: Susana Díaz decide optar a convertirse en secretaria general del PSOE

Opción A: Susana Díaz decide optar a convertirse en secretaria general del PSOERespondería a la necesidad de un sector del partido que está reclamando un líder “con mano firme” que pide que repita la recomposición que se le achaca en Andalucía: “partido unido”, “renovación de cara y generación”, “nuevo tiempo”, “ilusión”. Trae credenciales: casi el 30% de los militantes del PSOE en España están en Andalucía, triunfó con el 98,6% del apoyo del partido andaluz en unas primarias que no llegaron a serlo del todo (y que muchos le recriminan), y acaba de ganar por diez puntos al PP en las elecciones europeas con uno de cada cuatro votos logrados por los socialistas en estos comicios. Significaría cambiar en edad y rostro, aunque no todos los militantes estén convencidos de que la juventud en sí misma implique cambios profundos. Todos los líderes regionales (excepto Asturias y Extremadura) han dado un paso al frente por Susana Díaz, pero habría que dilucidar cuántos de ellos están esperando verla caer.

En ese caso, podría dejar de ser presidenta de la Junta. Sin embargo, dejar Andalucía le traería varios problemas con no fácil solución:

–Armaría a la oposición con argumentos, ya que durante estos ocho meses ella ha insistido hasta la saciedad en su compromiso con Andalucía, y en que su prioridad era la región. Renunciar a ese compromiso, que incluso ha repetido a lo largo de esta semana, minaría credibilidad a su discurso y dejaría a la nueva persona responsable recibiendo artillería fundamentada de la oposición.

–¿Peligraría el pacto de Gobierno entre IU y el PSOE? Dependiendo de la persona que sucediera a Díaz, IU sumaría o no fuerzas para gobernar o rompería la baraja. También IU podría aprovechar tanto vaivén para presentarse como la fuerza política capaz de dar estabilidad al Gobierno andaluz.

–¿Quién sería el o la hipotética sucesora? Tendrá que valorar Díaz hasta qué punto sería bueno otro proceso de relevo interno en la comunidad cuando apenas hace ocho meses que se acaba de cerrar uno. ¿Lograría el nuevo líder las simpatías que ha despertado la nueva presidenta? Si no es así, se podría echar a perder el remonte político que está logrando en la región. Al fin y al cabo, el granero de votantes del PSOE, pese a las pérdidas, sigue siendo Andalucía.

–Entraría en la carrera nacional sin haber ganado como cabeza de lista ningunas elecciones. La legitimación de las urnas en su comunidad autónoma sería clave para su liderazgo.

–¿Sería capaz de convencer a los militantes y a los potenciales votantes de que el partido socialista no está en caída libre mientras otras fuerzas de izquierdas suman apoyos?

–Y una última consideración: podría perder en primarias expuesta a la fórmula “un militante, un voto”, y eso sería un batacazo del que resultaría más que difícil recuperarse.

Opción B: no abandonar la presidencia andaluza y compatibilizar los dos cargos

Opción B: no abandonar la presidencia andaluza y compatibilizar los dos cargos–No son pocos los que le han llamado la atención sobre la práctica imposibilidad de llevar hacia delante los dos cargos. Entre otras cosas, por la necesidad de mantener discursos distintos desde la Administración (donde se representa a un pueblo entero, no hay que olvidarlo) y desde el partido.

–Serviría igualmente de artillería para un PP que está debilitado en líderes y argumentos pero que encontraría un nuevo filón. Y para IU, que bien podría utilizarlo como elemento diferenciador (los que estamos aquí, la presidenta que va y viene).

–No es despreciable la posibilidad de que Díaz se convierta en secretaria general pero no en candidata. La bicefalia no es una situación que guste especialmente en el PSOE. Pero en tiempos de cambio no hay que despreciar combinaciones impensables hace meses. Le dejaría a ella liderar el partido al alimón con un candidato elegido en primarias.

Opción C: Susana Díaz no se presenta a secretaria general

Opción C: Susana Díaz no se presenta a secretaria general–En principio, significaría dar un paso atrás en su carrera política. Al menos poner un freno en espera de ocasión más propicia para liderar el partido nacional. La posibilidad de dirigir el partido en el que ha crecido como persona y política no es un tren que pase todos los días; pero la fórmula un militante, un voto que parece ya ineludible en el PSOE implica el riesgo de perder por haber tomado una decisión precipitada.

–Aparecería ante el votante andaluz como más responsable al no haberse dejado convencer por “los cantos de sirena de Ferraz”, como le gusta decir al PP. Una ocasión que podría aprovechar para quedar refrendada con un adelanto de las elecciones autonómicas.

–Desarmaría los argumentos que la oposición esgrime sobre su desmedida ambición política y su abandono de la comunidad autónoma.

–Muchos podrían achacarle que es capaz de “guardar” Andalucía donde se mueve cómoda pero no de asumir responsabilidades nacionales.

–No hay que subestimar ni las aspiración ni la capacidad estratégica de Susana Díaz y podría colocarse en otro lugar en el partido: menos en primera línea pero más en clave de ejercer poder interno, en el que esperar su momento. No hay que olvidar que la persona que vaya a liderar el PSOE en España y a presentarse a las generales tendrá que contar sin duda con el apoyo de los socialistas andaluces.

En este texto no están siquiera todas las combinaciones posibles pero sí algunos de los argumentos que podría estar manejando la presidenta andaluza. Lo que es cierto es que el PSOE tiene que cerrar esta herida cuanto antes o seguirá perdiendo una sangre difícil de recuperar y de la que se están aprovechando los rivales de la arena política. Y que esa cicatriz pasa inevitablemente ahora por Susana Díaz.

Su decisión, si ya la tiene, únicamente la conoce ella.

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