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Sobre este blog

Pregunta: ¿Por qué autoentrevistas?

Respuesta: Porque al fin y al cabo todas las columnas de opinión son respuestas a unas preguntas que se han borrado.

P: Hable por usted, no por los demás.

R: Bueno, no sé si todas. Las mías sí. Cuando tengo que escribir una columna me hago preguntas, las contesto y luego borro la parte del entrevistador.

P: Y aquí ha decidido dejarla.

R: Sí, para darle voz a mi otro yo.

P: ¿Y no es un poco esquizofrénico eso de hacerse preguntas, contestarlas y llevarse la contraria?

R: Un poco, pero es la única manera que tengo de saber lo que pienso sobre las cosas. Y además no siempre estoy de acuerdo con mis opiniones.

Entrevista a Antonio Orejudo sobre el comité de sabios... perdón, de asesores

Antonio Orejudo

Pregunta. ¿Por qué le ha decepcionado la foto de los nueve sabios que han presentado el informe que servirá de base para la reforma fiscal que prepara el Gobierno?los nueve sabios

Respuesta. No sé... Es que después de tanto hablar de los sabios por aquí y de los sabios por allá, yo me esperaba un grupo de personas no voy a decir con túnicas, pero sí con largas barbas blancas, que para mí es el distintivo de los sabios. Cuando yo era niño un sabio era un hombre anciano con una larga barba blanca que precisamente por ser viejo y estar de vuelta de todo no le debía nada a nadie y se podía permitir el lujo de consagrar los pocos años que le quedaban de vida a buscar la verdad y a comunicarla. Pero mi sorpresa ha sido mayúscula al comprobar que ninguno de ellos tiene barba, ni blanca ni negra. Creo que ni siquiera tienen bigote. Y tampoco son ancianos.

P. Hombre, no son adolescentes. Hay muchos canosos, bastantes calvos; y no creo que ninguno de ellos cumpla ya los cincuenta.

R. Ya, ya. Pero no hay ningún anciano. Entre ellos no hay ningún jubilado, ninguno que esté fuera del engranaje profesional, que no desempeñe un puesto en la empresa privada o en la administración pública, nadie que estrictamente hablando no le deba o vaya a deberle ya nada a ningún colega o viejo amigo, nadie que no espere recompensa alguna ni reconocimiento o promoción profesional, éxito o aumento de sueldo.

P. ¿Y eso por qué es tan importante?

R. Porque entonces no son sabios, o al menos no son esos sabios que aparecen en los cuentos de nuestra infancia y a los que apela directamente esa palaba: sabios.

P. ¿No le parece que eso es dar una importancia desmesurada a algo que no es más que una simple anécdota?

R. No, no me lo parece. El lenguaje nunca es inocente. Y menos con este Gobierno, tan aficionado a la neolengua. Si a ese grupo de profesionales se le llama grupo de sabios es porque se quiere que la gente de modo casi involuntario imagine un grupo de personas que no tiene otro interés o ideología que la búsqueda de la verdad y el bien común. Se le podría llamar lo que es en realidad, grupo de asesores del Gobierno, que es quien los ha elegido. Pero no, se le llama grupo de sabios para que nosotros nos imaginemos el típico consejo de ancianos bendecido por la sabiduría de la vejez. Si lo llamáramos grupo de asesores, entonces la gente se imaginaría algo más cercano a la verdad: un grupo de profesionales cuyos intereses e ideologías están cercanos a los intereses y a la ideología del ministro que los ha seleccionado. Y evidentemente no interesa que eso se subraye. Se quiere subrayar lo contrario: su neutralidad, su bondad natural e infinita.

P. ¿Quiere usted decir que el grupo de sabios no es neutral ni bondadoso?

R. Por favor, deje de llamarlo grupo de sabios, al menos en esta entrevista.

P. ¿Quiere usted decir que el grupo de... asesores no es independiente?

R. No tengo ni idea de si los asesores seleccionados por el Gobierno son dependientes o independientes. Seguramente son todos padres amantísimos. De lo que sí estoy seguro es de que tienen una ideología, como la tiene todo el mundo. Y me da que sus ideas económicas no están muy lejanas de las ideas neoliberales de nuestro Gobierno.

P. Le recuerdo que uno de ellos ha discrepado del documento final y ha hecho una especie de voto particular.

R. Ese voto particular se opone a la restricción de las reducciones por rendimientos del trabajo que propone el documento final. Pero da igual: aunque se opusiera a todas las propuestas, eso solo beneficiaría al documento final y de alguna manera lo blindaría contra las acusaciones de parcialidad ideológica. ¿Ven ustedes, diría el ministro Montoro, el grupo es heterogéneo y cada cual es libre de expresar su punto de vista? Pero me juego el cuello a que entre estos asesores no hay ninguno partidario de la banca pública o contrario a la privatización de las empresas estratégicas. No hay ninguno que defienda que la única manera de aumentar los ingresos del Estado no es subiendo el IVA, sino luchando de verdad contra el fraude fiscal de los grandes grupos empresariales. Y eso no lo digo yo, que no tengo ni idea de fiscalidad, sino el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda. De hecho, qué curioso, no hay ni un solo técnico de Hacienda entre los asesores seleccionados por el ministro Montoro.

P. ¿Y qué quiere: que un ministro del PP seleccione un grupo de rojazos redomados para que lo asesore en la reforma fiscal?

R. Yo sí lo hubiera preferido, pero entiendo que Montoro elija asesores que estén más en su cuerda ideológica. Y está en su derecho. Al fin y al cabo al PP no lo ha colocado ahí ninguna junta militar, sino que lo han elegido sus propias víctimas. Ni siquiera me atrevo a criticar el contenido del informe, yo soy un escritor y sólo sé un poco de narradores y de palabras. Por eso critico la palabra elegida para designar a los asesores y la docilidad con la que los medios la reproducen: sabios. El que la usa contribuye a la pretensión de este y otros Gobiernos: que el liberalismo económico vaya calando en la gente no como una simple alternativa económica, sino como la única verdad, como la manifestación suprema del bien común y de la verdadera sabiduría.

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Pregunta: ¿Por qué autoentrevistas?

Respuesta: Porque al fin y al cabo todas las columnas de opinión son respuestas a unas preguntas que se han borrado.

P: Hable por usted, no por los demás.

R: Bueno, no sé si todas. Las mías sí. Cuando tengo que escribir una columna me hago preguntas, las contesto y luego borro la parte del entrevistador.

P: Y aquí ha decidido dejarla.

R: Sí, para darle voz a mi otro yo.

P: ¿Y no es un poco esquizofrénico eso de hacerse preguntas, contestarlas y llevarse la contraria?

R: Un poco, pero es la única manera que tengo de saber lo que pienso sobre las cosas. Y además no siempre estoy de acuerdo con mis opiniones.

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