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Las subversiones de Juan José Guillén y la pasión de vivir las cosas desde dentro

La Suite Nonell es la última obra dibujada y expuesta por el pintor y dibujante Juan José Guillén.

Lídia Penelo

Barcelona —

En la versión en catalán de Wikipedia, para ilustrar el artículo dedicado al pintor Isidre Nonell encontramos una foto de 1904. En la imagen aparece el artista con una mirada inquieta, como si el fotógrafo le estorbara y tuviera prisa por continuar pintando. El fotógrafo en cuestión era Francisco Sierra, y en la instantánea original había más personajes. Lo que Wikipedia no enseña es que al lado de Nonell había dos de las gitanas que a menudo utilizaba para hacer de modelos.

Esta fotografía de Serra fascinó al pintor, dibujante y escenógrafo Juan José Guillén. La descubrió cuando era un joven de 17 años que vivía en Manlleu y empezaba a construirse un imaginario propio. Ahora, esta fotografía le ha dado pie para crear la Suite Nonell, una serie de 4 fotos impresas sobre tela y pintura acrílica donde juega con los colores y el puesto del pintor. La Suite Nonell se ha podido visitar en el Apartshowroom de la calle Notariado de Barcelona. Un espacio creado por Jordi Vilella, donde además de ofrecer una programación interesante y sólida, el espectador irá encontrándose con las piezas más emblemáticas de este dibujante que supo representar como pocos el proceso de la Transición en una viñeta.

“Me gusta montarme películas, y este estar dentro y fuera del cuadro que representa Nonell en la foto de Serra ¡me entusiasma! Pero no quería hacer de copista de las gitanas, mi trabajo no es este. Lo que he hecho es pedir permiso para entrar en su estudio. Lo que he hecho es un juego”, argumenta Guillén en una terraza de un bar del Raval a media tarde.

Jubilado de profesor de escenografía en el Institut del Teatre, Guillén está revisitando los elementos que le han dejado un poso en el imaginario. Le trae de cabeza hacer una serie que explique como Velázquez pintó Las Meninas. “Me interesa explicar que se trata de un cuadro intelectual, que representa una escena que nunca existió. Me gustaría representar como Velázquez lo compuso, cómo utilizó la cámara oscura para encuadrar a los personajes...”, avanza con empuje.

La sátira, la farsa, el hacer parodia, subvertir la imagen son parte de sus mecanismos artísticos. “En teatro he hecho prensa, y en prensa he hecho teatro” comenta socarrón. Explica que todo empezó cuando los niños de Manlleu dormían, pero él se iba al teatro parroquial para ensayar la obra navideña Els pastorets (los pastorcillos). Fue entonces cuando aprendió qué son las bambalinas. Descubrir que las cosas a menudo son diferentes a como se ven marcó su talante.

Para Guillén el arte es un medio de comunicación. Cuando repasa las vertientes de su carrera (dividida entre la prensa, la pedagogía y la escenografía) no cae en la fatuidad, y prefiere hablar de los proyectos que tiene entre manos. Curiosamente la trayectoria de Guillén y la de Nonell comparten algunos rasgos. Los dos publicaron sus dibujos satíricos y sociales en La Vanguardia. Los temas incómodos han despertado el interés de los dos artistas.

Una reivindicación del arte figurativo

“Yo soy figurativo, me gusta la representación. Cuando viajo no me interesa la geografía, me interesa el individuo. A los 20 años cuando aterricé en Barcelona me di cuenta que no podía ser pintor. La dictadura en buena parte hizo que Cataluña alcanzara el informalismo para separarse de las escuelas pictóricas figurativas que mandaban en Madrid, y claro, los figurativos no tenían cabida en este panorama”, recuerda sin borrar la sonrisa.

A raíz de la exposición sobre la Transición que organizó la Biblioteca Nacional de España, Guillén ha aceptado la propuesta de la biblioteca de cederles su archivo. “No hay mayor desprecio que el no aprecio”, concluye para responder a que no llevara su fondo gráfico al MNAC o el MACBA.

Con la pintura, Guillén asegura que está volviendo a empezar. Ahora bien, se sigue alimentando de material vivo, de las cosas que pasan y de las que hacen fruncir el ceño. Mirar y redescubrir la obra de Guillén es un buen remedio para los lapsus de memoria; aunque ya se sabe, a menudo lo que cura, pica.

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