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La “broma” de Cervantes y las disputadas cunas de Don Quijote

Molinos de Consuegra / Turismo Castilla-La Mancha

Alicia Avilés Pozo

“Dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérselo por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero”. Así bromea Miguel de Cervantes con el lector de su ‘Don Quijote de La Mancha’ cuando por boca del supuesto traductor morisco Cide Hamete deja abierto el enigma del que llevan bebiendo expertos, académicos y cervantistas durante cuatro siglos, y que pudo ser una forma de contradecir al Quijote de Avellaneda, publicado entre la primera y la segunda parte de las andanzas del personaje cervantino. Desde entonces, varios estudios han situado aquí o allá ese lugar de cuyo nombre no quiso acordarse don Alonso Quijano. ¿No quería porque no podía, porque no existía o porque no quiso Cervantes? Una de las mayores obras de la literatura universal sometida a un examen cuya respuesta correcta hasta ahora nadie ha conseguido que sea válida por consenso.

En algún lugar de tierras manchegas, o en ninguno, comenzaron las andanzas del hidalgo. Las referencias geográficas, una relativa proximidad con El Toboso, lugar de origen de su imaginaria Dulcinea, las pistas desplegadas por sus páginas y otros tantas referencias encriptadas han servido para que varios pueblos manchegos hayan hecho de esa posibilidad su bandera y atracción turística. Ahora vuelven a desplegarse con motivo del cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, con numerosos actos y homenajes que van desde Esquivias (donde el escritor se casó y residió) hasta las llanuras entre el Campo de Montiel y Puerto Lápice.

Entre los pueblos que han dicho ser la cuna del caballero de la triste figura, Argamasilla de Alba (Ciudad Real) es probablemente el que más consenso ha recibido. Los sonetos y epitafios dedicados a los académicos de Argamasilla, “lugar de la Mancha en vida y muerte” de Don Quijote, han llevado a convertir este municipio en un “santuario laico” para los amantes del personaje. A la saga le van también otras teorías. Pese a su lejanía geográfica, también Villanueva de los Infantes ha reivindicado esta cuna quijotesca en base al estudio que publicaron expertos de la Universidad Complutense de Madrid, que cuentan con placa de agradecimiento en el pueblo y cuyas conclusiones fueron muy criticadas en su momento.

Pero hay más teorías. También Corral de Almaguer (en la provincia de Toledo) ha defendido ser la “patria feliz” de Don Quijote, debido a las pistas disgregadas, en ventas y mesones, de las aventuras del protagonista. Lo mismo sucede con Quero, con Alcázar de San Juan e incluso con la localidad conquense de Mota del Cuervo, otra teoría que ha alcanzado repercusión en los últimos años.

“Sobran estudios sobre la cuna de Don Quijote, y la mayoría confunde la ficción con la realidad”, explica el filólogo de la UCLM y experto cervantista Felipe Blas Pedraza. “Parten de un supuesto falso que es creer que lo que Cervantes pudo fabular se tiene que corresponder con la realidad”. Recuerda que El Quijote es una obra realista pero no una “transfiguración al pie de la letra de la realidad”. Por eso elogia a Cervantes, porque su gran éxito es “haber convencido a todo el mundo de que su personaje es tan real que tuvo que nacer en un pueblo determinado y pasar por determinados sitios, cuando Don Quijote no pasó por ningún sitio porque simplemente no existió”.

Otra cosa, explica Pedraza, es plantear en qué pudo pensar Cervantes en el momento de la creación de El Quijote. Para ello dejó, “incluso contra su voluntad”, algunas marcas geográficas. Conocía La Mancha puesto que la atravesó en muchas ocasiones ya que buena parte de su vida se desarrolló entre Sevilla y Madrid.

Pero en el caso del Quijote, la situación es más compleja: el escritor “pudo pensar en algún momento en ubicar su acción en un entorno determinado”, como sucede en esa referencia a los académicos de Argamasilla en el final de la primera parte. “En eso pensó Cervantes para el desarrollo de la novela aunque daría igual que la hubiera ubicado 50 kilómetros más arriba o más abajo”. Es un detalle poco relevante, porque luego se desmintió en la segunda parte y “dijo no querer decir manifiestamente la patria de Don Quijote”. Lo que ocurrió entre medias de ambas ediciones fue la publicación del Quijote de Avellaneda, donde el autor ubica sin ninguna duda la acción en Argamasilla.

“A Cervantes le sentó muy mal esa publicación y en la segunda parte de su Quijote hay referencias. Aprovecha los materiales de Avellaneda y los contradice para negar esa ubicación creyendo de buena fe que continúa lo prefigurado en la primera parte. Con ello niega la veracidad, mediante una broma, de esas aportaciones, en un juego literario de despiste, porque él es consciente de que todo es ficción, de que todo es una broma”, detalla el profesor.

Pedraza asegura que es apasionante adentrarse en toda esa fabulación de Cervantes, pero que lo importante al final es que es sin lugar a dudas la llanura manchega el medio en el que la acción de Don Quijote se desarrolla, entre el Campo de Montiel, Argamasilla de Alba, las Lagunas de Ruidera, Puerto Lápice, y los molinos de Campo de Criptana y de Consuegra. “No veo por qué polemizan tanto porque no hay nada que polemizar sino al contrario. ”El Quijote nos da datos razonables para una ubicación que favorece a todo este conjunto de pueblos y de lugares, y a todos los que los quieran visitar“, concluye.

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