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La película que Woody Allen escribió para Ana Mato

Cate Blanchett en 'Blue Jasmine', de Woody Allen.

David Martos

Imaginen a una mujer de éxito. Inteligente, guapa, con estilo, que derrocha simpatía, muy expuesta a la luz pública de la vida social. Imaginen también que está casada con un hombre tan exitoso como ella, quizá algo menos conocido. Digamos que se trata de un hombre con poder... pero en la sombra. Aunque sea ya mucho imaginar, hagan un esfuerzo e imaginen ahora que esa mujer disfruta de una inmensa cantidad de dinero todos los meses, de agasajos infinitos, y que nunca ha preguntado de dónde proceden, que nunca ha leído las líneas impresas en los papeles que firmaba por orden de su marido. De repente, se destapa el escándalo: él conseguía el dinero de forma... Digamos... Irregular. Ella no sabía nada. Jura y perjura que no se enteraba absolutamente de nada. ¿Les viene algún nombre a la cabeza?

Lean lo que dice Woody Allen sobre nuestra protagonista: “Representa a la persona que eligió no profundizar en la fuente de su placer, sus ingresos, su seguridad, y por ello ha pagado un precio terrible. Mirar hacia otro lado es un defecto humano que todos compartimos; la gente lo hace constantemente y a la ligera con sus hijos, con sus maridos y esposas”. El maestro neoyorquino está mayor –dentro de pocos días cumple 78 años–, prácticamente sordo, y algunas de sus últimas películas no están a la altura de su magna obra, pero con Blue Jasmine ha tocado esa fibra sensible que conecta el arte con la vida. En su cinta ha retratado a un personaje femenino que perfectamente podría llamarse Ana y apellidarse Mato. O Cristina de Borbón. Con la cara de Cate Blanchett.

a) El triste despertar

Cuando conocemos a Jasmine, a bordo de un avión y dando la lata con su verborrea interminable a la pasajera de al lado, esta muñeca rota ha terminado de vivir su sueño y está inaugurando su pesadilla. Huye de una existencia en Nueva York que se ha desmoronado –aún no sabemos por qué– y viaja a San Francisco para vivir en casa de su hermana, Sally Hawkins, de una clase social completamente distinta a la suya. Allí, nuestra ministra de Sanidad particular se siente fuera de lugar. Viste como antes, piensa como antes y trata a los demás como antes, como si el sueño nunca hubiese terminado. Pero el 'antes' no existe ya. Y esa disfunción conduce a nuestro personaje a la melancolía.

b) La época del confeti

A la melancolía, decíamos. Y a buscar a un nuevo hombre que sustituya al del pasado. ¿Quién era su marido? Lo vamos conociendo a través de flashbacks. El personaje de Hal –Alec Baldwin– es un clásico defraudador de Wall Street, que pone los cuernos a su mujer y la manipula para usarla como tapadera en sus negocios turbios. ¿Sí? ¿La manipula? Woody Allen aplica a su historia un matiz muy interesante: no dejarnos claro si Jasmine era consciente de que el Jaguar, el viaje a Eurodisney o el confeti de la fiesta –la vida de lujo como una gran fiesta– se pagaban con dinero negro. Un breve spoiler para animar estos párrafos: el marido acaba entre rejas.

c) ¿Qué piensa Jasmine?

Como a la ministra, a Jasmine “no le consta” que su marido incurriese en errores o delitos. Cuando su excuñado se acerca a ella en la calle y le echa en cara que perdió dinero haciendo 'negocios' con Alec Baldwin, la protagonista lo desprecia... y se hunde aún más en su propio sumidero. “Hasta cierto punto, todos vemos en las personas que nos rodean lo que queremos ver y, por supuesto, también en nosotros mismos”, dice Cate Blanchett sobre su papel. “Es muy, muy difícil para el ser humano mirarse de verdad al espejo y ver realmente quiénes somos, con todos nuestros defectos; eso es muy difícil de cambiar. Al final, Jasmine es el producto de todo el delirio y evasión que todos tenemos, pero con el tiempo se ha convertido en una soñadora a gran escala”.

Es evidente que Woody Allen no había oído hablar de la trama Gürtel o del caso Nóos cuando escribió Blue Jasmine. Pero esa es la virtud del genio. Escribir sobre lo particular y llegar a lo universal. No soltaremos más spoilers. No le diremos ni a la ministra ni a la infanta cómo termina el personaje de Blanchett.

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