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La granja deja paso al garaje en este campus para emprendedores de ocho años

Alumnos del Campus Promete (Foto: Fundación Promete)

Pilar Chacón

Seguro que recuerdas con cariño los veranos de tu infancia. Los globos de agua y las largas tardes en la piscina solían ocupar, durante tres meses, el hueco que dejaban los deberes. Olvidar la rutina era el mejor de los placeres veraniegos.

Unos placeres que, aunque entonces no lo sabías, molestaban un poquito a mamá y a papá, sobre todo cuando te quedabas en casa. Verte apalancado en el sofá, enganchado a los dibujos animados, no era plato de gusto para ellos. De ahí que, muchas veces, te acabaran mandando a alguna escuala de verano. Unos centros que poco tenían que ver con su nombre. Nada de deberes o profesores; lo que allí se hacía era jugar, jugar y jugar.

El campus Promete reproduce el mismo patrón. Lejos de ser una estancia con tutores que asignan tareas, promueve la cultura emprendedora desde la más tierna infancia a base de juegos. Si aún así piensas que es un aburrimiento, mira el vídeo:

La importancia de las vocaciones

Este campus, que nació de la mano de la Fundación Promete, una organización dedicada a la innovación educativa, echó a andar hace cinco años y ya ha sido acogido en ciudades como Logroño o Pamplona.

“Es un proyecto de desarrollo del talento creativo, dirigido a niños y jóvenes de entre ocho y dieciocho años”, nos cuenta Alejandro Toraño, director de comunicación de la citada fundación. Allí, los niños se divierten mientras aprenden “con la ayuda de ‘coaches’ y profesores, que les apoyan y realizan un seguimiento educativo, y emprendedores que les aportan la visión profesional y cómo ellos han puesto en marcha proyectos similares en la vida real”.

El arte, la ciencia, la tecnología, la música o la palabra son algunas de las ocho áreas que pueden escoger los niños para llevar a cabo un proyecto que, además de permitirles descubrir lo que les gusta, les ayudará a reforzar su autoestima.

“Es una experiencia, para ellos, transformadora, porque además de que tienen la oportunidad de hacer lo que quieren y de desarrollar su proyecto, es un espacio donde los chicos pueden mirar hacia dentro y conocerse a sí mismos, descubrir sus intereses”, explica Olga Caudevilla, responsable de estrategias para el acompañamiento de Fundación Promete.

Para los padres, el gran atractivo del campus está en el objetivo que persigue: fomentar las vocaciones tempranas. ¡Y tanto que son tempranas! ¡Algunos tienen ocho años! La fundación es consciente de ello y, por eso, antes de iniciar las dos semanas de estancia emprendedora, un ‘coach’ se reúne con cada alumno para descubrir qué le entusiasma.

“Tratamos con esa primera conversación de que él descubra qué cosas le gustan, que nos cuente cómo se ve de mayor, cuáles son sus sueños”, señala Caudevilla. Y sí, suelen tener una respuesta. “Curiosamente, muchos dicen que no están acostumbrados a que se les pregunte eso. Cuando se hace, sí que saben lo que les gusta. Incluso al que no lo sabe, la pregunta se le queda grabada”.

El secreto, según el director general de Fundación Promete, está en la motivación. “Entendemos esta vocación temprana como un medio fundamental para el desarrollo personal, como la fuente de energía que alimenta el trabajo diario y la adquisición de unas competencias en las que se busca lograr la excelencia”, nos cuenta Cesar León.

El garaje de emprendedores

El día en el campus comienza a las nueve y media de la mañana. A las diez, cada alumno, con la ayuda de un profesor y un ‘coach’, se pone manos a la obra con su proyecto. Por la tarde, entre las cuatro y las seis, los jovencísimos emprendedores siguen desarrollando su idea y, a las ocho, la presentan delante de sus compañeros. El ingenio que derrochan no suele pasar desapercibido.

“Todos impresionan porque ves el primer día cómo llegan y luego cómo van cogiendo confianza, cómo se van motivando y cómo, también, algo muy importante, van colaborando entre ellos”, comenta Caudevilla. “Para mí, eso es la magia del campus: cómo desarrollan su proyecto y se piden ayuda y, al final, hacen unos proyectos maravillosos”.

Además de las diferentes áreas que componen el campus, éste cuenta con cuatro “agencias”, unos espacios que, en lugar de acoger a los estudiantes, les prestan sus servicios. Hay una que llama mucho la atención: el ‘garaje de emprendedores’. Es “una actividad en la que los alumnos reciben la visita de emprendedores de éxito de diferentes áreas, que les relatan sus experiencias en primera persona y les ayudan a identificar los valores del emprendimiento, con el objetivo de que tengan una visión más clara sobre cómo llevar, en un futuro, su proyecto personal”, explica León.

En definitiva, las actividades del campus no se alejan demasiado de las que lleva a cabo un auténtico emprendedor. “Comparten más semejanzas que diferencias, ya que todos ellos tienen un espíritu afín, en el que la ilusión, la motivación, el compromiso y el desarrollo personal se convierten en pilares fundamentales para su desarrollo, tanto profesional como personal”, indica el director.

En unos días, las puertas de Campus Promete se abrirán en Madrid, en el colegio Alameda de Osuna. Entre el 29 de junio y el 13 de julio, estos emprendedores en potencia descubrirán su vocación con un proyecto que, quién sabe, puede llegar a ser la primera línea de un currículum como el de Steve Jobs, Larry Page o el más castizo Amancio Ortega. Un pasatiempo más edificante que el típico campamento de verano.

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