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'Solarpunk': así es la ciencia ficción optimista que contrasta con 'Black Mirror'

El mundo ecológico y sostenible del 'solarpunk' ha pasado de la literatura a ser todo un movimiento

Álvaro Hernández

Ver el telediario tras deleitarse con algunos episodios de Black Mirror puede ser contraproducente. El pulso entre Donald Trump y Kim Jong-un, Facebook sirviendo como altavoz para que las ‘fake news’ influyan en el devenir democrático de algunas naciones o las grandes ciudades ahogándose en una nube tóxica de esmog bien podrían ser el escenario de cualquier capítulo de la serie de Netflix.

Por suerte, no toda la ciencia ficción deja ese mal sabor de boca: nacido como un subgénero literario, el solarpunk se ha convertido en un canto a la esperanza que ya trasciende a la categoría de “movimiento especulativo”, como lo definen algunos de sus más fieles defensores. En poco más de un lustro de vida, cuenta con un manifiesto propio, comienza a hacer acto de presencia en la arquitectura, tiene una vertiente pictórica e incluso lucha por hacerse con algo de atención en YouTube a través de tutoriales para aprender a construir dispositivos movidos por la energía solar.

Un nacimiento al otro lado del charco

“Muchos lectores parecen estar cansados de esos viejos argumentos distópicos”, plantea el escritor brasileño Gerson Lodi-Ribeiro, considerado uno de los padres del optimista subgénero literario. No en vano, él fue el responsable, en el año 2012 (poco después del estreno de la primera temporada de Black Mirror), de editar la antología Solarpunk: Histórias ecológicas e fantásticas em um mundo sustentável, la primera que recopiló relatos enmarcados en esa esperanzadora rama de la ciencia ficción.

“Es el momento adecuado para hablar de futuros más verdes e inspiradores, líneas de tiempo que no sufren los problemas de contaminación, superpoblación, hambruna, extinciones masivas y calentamiento global”, plantea. Aunque cada día parece haber más y más similitudes entre la serie de Netflix y la realidad, no deja de ser ficción con tintes apocalípticos: puestos a especular sobre posibles futuros, mejor hacerlo con una perspectiva mucho más positiva.

Tal y como defiende el fotógrafo y músico Jay Springett, uno de los principales paladines del solarpunk como movimiento, el objetivo es responder a la gran pregunta: “¿qué aspecto tiene una civilización sostenible y cómo podemos llegar a ella?” De hecho, una de las premisas tanto del subgénero literario como del propio movimiento surgido a su calor es que el relato debe ser realista. Así como Black Mirror es tan estremecedora por lo creíble de las situaciones que plantea, el solarpunk hace lo propio en un tono esperanzador.

El género plantea soluciones a los problemas medioambientales y sociales con la tecnología disponible actualmente. No se trata de imaginar un invento revolucionario que acabe con todos los retos de la humanidad de golpe: con el desarrollo de las innovaciones que ya están en ciernes, ¿hasta dónde podríamos llegar?

Aquella primera antología la conformaban nueve relatos de escritores brasileños y portugueses cuyo elemento común no era otro que ese futuro mundo sostenible movido por energías limpias y renovables —no solo la solar. “No estoy diciendo que no existirán conflictos, dilemas y drama humano en esas civilizaciones solarpunk ficticiassolarpunk, porque, en términos literarios, las utopías asépticas suelen ser bastante aburridas”, explica Lodi-Ribiero, justificando la presencia del sufijo punk en una literatura tan aparentemente idílica.

En uno de esos relatos, un policía debe investigar la desaparición de un grupo de personas cuyo ADN ha sido modificado para que no tengan la necesidad de comer, alimentándose desde entonces solo con luz. En otro, un grupo rebelde del Movimiento de los Trabajadores sin Tierra decide organizar una protesta contra la implantación de una nueva biotecnología. Mientras, en una de las historias con carácter más global, un grupo terrorista intenta levantarse contra la nueva organización mundial, en la que todos los estados se han fusionado para ser uno solo y cuya economía se basa en el socialismo. São Paulo, por su parte, se convierte en una ciudad devastada por la guerra y reconstruida por distintas empresas que pasan a ser las propietarias de la urbe brasileña.

No obstante, el solarpunk va más allá de las páginas de los libros. De hecho, lo cierto es que la producción literaria es aún más bien exigua: Wings of Renewal: A Solarpunk Dragon Anthology, Sunvault: Stories of Solarpunk and Eco-Speculation y Ecopunk!: Speculative Tales of Radical Futures son las otras tres antologías de relatos que conforman el grueso de lo escrito hasta ahora bajo el paraguas del género.

No obstante, obras de los años 70, 80 y 90 de las que bebe hoy el solarpunk presentan ya las características defendidas por Lodi-Ribeiro, como sucede con algunas de las novelas de Kim Stanley Robinson.

Un manifiesto y todo un mundo visual

De no ser por internet, el solarpunk podría no haber pasado de lo anecdótico. Internet tiene gran parte de la culpa de que, a día de hoy, sea mucho más. Ya en 2008, cuatro años antes de que la primera antología viera la luz, el término nacía en un rincón remoto de la Red: un blog sobre política y economía planteaba el género como sucesor lógico del steampunk. Si en este último se plantean situaciones alternativas en las que el vapor sigue moviendo el mundo, en su sucesor son las energías solar y eólica las que vienen a suplir el caro y escaso petróleo para cambiar el mundo.

Sin embargo, el punto de inflexión lo marcó la llegada, en 2014, de un manifiesto. Su autor es Adam Flynn, un investigador de la Universidad Estatal de Arizona que dio visibilidad al movimiento surgido en torno a la literatura. “Si el ciberpunk era un 'aquí está el futuro que viene y no nos gusta', y el steampunk es una especie de 'aquí está el futuro de ayer que desearíamos haber tenido', entonces el solarpunk podría ser un 'aquí hay un futuro que podemos querer y podríamos ser capaces de alcanzar’”, aseguraba.

El manifiesto plantea “un futuro en el que la alta tecnología se pone al servicio de los humanos y el medioambiente”, cerrando esa brecha que a lo largo de los siglos ha ido separando a la humanidad de su entorno natural. “Somos solarpunks porque las únicas alternativas son la negación o la desesperación”, reza el manifiesto, en el que se plantea que “nuestro futuro debe incluir la reutilización y la creación de cosas nuevas a partir de lo que ya tenemos”.

Toda una declaración de intenciones que también cuenta con un idealizado trasunto visual. De hecho, Flynn admite que gran parte de la repercusión llegó “cuando el mensaje de Olivia Louise explotó en Tumblr”. Louise es una artista que, poco antes de que el investigador publicara su manifiesto, compartió a través de la red de microblogging propiedad de Yahoo sus diseños para un mundo solarpunk. Tal y como explica la propia Louise, la estética se basa en el Art Nouveau para crear ciudades sostenibles y muy verdes.

¿Qué hay del punk?punk

Si persigue la consecución de un escenario sostenible, en una sociedad igualitaria y sin discriminación, ¿qué tiene de contracultural el solarpunk? El manifiesto también tiene respuesta para eso: el sufijo punk no trata de seguir una moda, sino que hace referencia a la batalla que habría que librar hoy mismo para alcanzar ese esperanzador mañana.

“Ya lo estamos viendo en las luchas de los servicios públicos para hacer frente al auge de los techos solares”, expone el documento. De hecho, en una entrevista, Flynn hacía referencia a la situación en nuestro país: “Ver la lucha en España sobre los techos solares, donde intentan que sea ilegal desconectar tu hogar de la red, es muy solarpunk”solarpunk.

Todo, con el objetivo de “encontrar la forma de hacer la vida más maravillosa para nosotros y, lo que es más importante, para las generaciones que nos seguirán”, gracias al aliento de un subgénero de la ciencia ficción que plantea la locura de mirar al futuro con algo de esperanza y optimismo. En tiempos de Black Mirror.

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Las imágenes son propiedad de Miss Olivia Louise y Puriri DeVry

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