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Marruecos, un Gobierno con las manos atadas

El rey Mohamed VI de Marruecos recibe al jefe de gobierno Abdelilah Benkirán / EFE

Víctor Martín / Héctor Cordero

Rabat/Madrid —

Al grito de “¡Ya hemos llegado, aquí está el PJD!” celebraban a finales de 2011 la victoria en las elecciones los seguidores del Partido Justicia y Desarrollo, que desde entonces encabeza una coalición de gobierno con el líder islamista Abdelilá Benkirán como primer ministro, nombrado por el rey Mohamed VI.

Por primera vez, una formación islamista ganaba las elecciones en Marruecos, lo que se consideró como un paso más en la ola de cambios iniciada en febrero de ese año, 2011, cuando las protestas de la Primavera Árabe tuvieron su particular aparición en el país con el movimiento 20 de febrero. Esa ola llevó incluso a una nueva Constitución que limita los poderes del monarca y que le da más margen de maniobra al Ejecutivo.

Poco más de un año después de aquellos comicios, los marroquíes se preguntan qué papel está jugando el PJD en todo esto. “Las grandes decisiones continúan siendo tomadas por los hombres de Palacio”, asegura Ahmed Benseddik, autor de numerosos artículos sobre la política marroquí. Añade que “el rey controla la Policía, el Ejército, los medios de comunicación y no hay televisiones independientes”.

Detrás de todo ha estado, está y estará el majzen, el círculo de poder del entorno del rey alauí que, en la sombra, lleva las riendas del país. Los barbudos islamistas del PJD vienen de la oposición, pero la coalición de partidos con la que gobierna -el nacionalista Istiqlal, el conservador Movimiento Popular y el otrora comunista Partido del Progreso y el Socialismo (PPS)- son partidos históricos vinculados a este conglomerado político y empresarial que rodea al monarca. Por eso, Benseddik no duda en afirmar que “el poder del PJD es pura cosmética que no obedece a las reivindicaciones del pueblo marroquí, ya que Benkirán acepta que el rey designe a sus consejeros, por lo que el PJD es un partido de traidores”.

El Ejecutivo vive un continuo tira y afloja tanto con el majzen como con su propia coalición. Istiqlal trata de conducir la política hacia su terreno, mientras que el partido de Benkirán hace lo que puede para mantenerse firme. Aunque en algunas ocasiones se ve obligado a dar su brazo a torcer ante sus socios, como ha ocurrido recientemente al aprobar una remodelación del Gobierno a petición de Istiqlal. “Se ven desde hace meses las tensiones que hay entre PJD y Palacio, y cómo el rey vuelve a imponerse en cuestiones fundamentales, como nombrar cargos, investigaciones contra policías corruptos o tomando las últimas decisiones”, opina Jesús García-Luengos, coordinador del think tank RESET.

Este juego de tensiones frena unas reformas que van cayendo con cuentagotas. De momento, el Ejecutivo tiene entre manos un ambicioso programa de asistencia médica (RAMED) que podría beneficiar a más de ocho millones de marroquíes en situación de pobreza. Además, el PJD está sacando a la luz leyes basadas en el espíritu de la nueva Carta Magna. Es el caso de la norma que pronto cumple un año y que otorga al primer ministro el derecho a realizar más de 1.000 nombramientos políticos, dejando al rey unas decenas (entre ellas, eso sí, algunos de los cargos más importantes).

Por otro lado, las medidas impopulares tienen que ver con los recortes. En Marruecos, los más sonados son el ajuste en la caja de compensación, que permite mantener estables los precios de los productos básicos, y la reforma del sistema de subsidios. Es por eso que el ministro de la Comunicación, Mustafá El Khalfi, declaró en el semanario TelQuel que “hemos tomado decisiones valientes”.

No obstante, la sensación que reina en Marruecos es la de que el PJD no utiliza todos los poderes que le otorga la nueva Constitución. En especial frente a la corrupción, la principal bandera de su programa electoral. Los barbudos de Benkiran nunca han querido entrar a cuestionar las bases del sistema marroquí en sí, pero este partido islamista hizo suyo el discurso contra la corrupción en un intento de potenciar la moral en la sociedad.

“En Marruecos no tenemos problemas con el régimen político sino con el contenido, las políticas y la corrupción que sigue existiendo”, afirma Slimane El Omrani, segundo vicesecretario general del PJD en una entrevista en la sede del partido en Rabat. Con aires de tranquilidad, añade que “hemos tenido mucha precaución porque vimos que los ciudadanos de Túnez comenzaron contestando en la calle y la situación acabó con la caída del régimen. Eso en Marruecos es imposible”.

Según Kristina Kausch, experta en Magreb y Oriente Medio del think tank FRIDE, con sólo un año de gobierno, “el PJD se está desgastando porque su estrategia ha sido participar en el juego de las élites de poder intentando cambiar algo desde dentro”. Ese objetivo, según Kausch, no se ha conseguido. “Ahora vemos que no tienen muchas posibilidades de cambiar las cosas desde dentro y no pueden cumplir sus promesas electorales”, afirma justo antes de reconocer que hay que dar más tiempo al partido islamista.

“Hay dificultades como las tienen todos los gobiernos, pero este Gobierno tiene la voluntad de llegar lo más lejos”, responde El Omrani desde el Ejecutivo de Benkirán apelando en todo momento al marco de la Constitución actual. “Nos hemos dado cuenta de que hay muchas reformas que nuestro país debe asumir pero que los gobiernos anteriores no pusieron en marcha. Ahora, este Gobierno ha afrontado esta responsabilidad”, concluye.

Según los analistas consultados, el entorno del rey utiliza al PJD “para mantener el statu quo lo máximo posible” a base de reformas moderadas. “El majzen no sólo intenta mantenerse en el poder y preservar la supervivencia de las élites”, afirma Kausch, “también es el maestro a la hora de intentar calmar las aguas entre la población y posponer una gran protesta” que haga tambalear las bases de una dinastía monárquica con más de 350 años de historia al frente de Marruecos.

Lo cierto es que hoy día sobrevuela la sombra de los años noventa, cuando reinaba Hassan II, quien permitió a la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) llegar al Gobierno con aires de cambio en 1991. “Podría volver a repetirse la historia del USFP, que fue rápidamente cooptado y fagocitado, así como desactivada cualquier opción de cambio que pudiese llevar a cabo. Ese el riesgo que tiene ahora mismo el PJD”, asegura García-Luengos. “Ahora la cuerda de la cooptación de Palacio se puede romper” continúa este especialista en el Magreb, “y si eso ocurre no sabemos qué otras maneras tendrá la Casa Real para seguir controlando la situación”.

El pulso entre el majzen y los islamistas sigue en el aire. Benkirán acabará decidiendo si cede a las presiones o si apuesta por un Gobierno independiente que cumpla lo prometido.

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