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Javier Fuentes: “Si respetamos la cultura, lo que está pasando nos tiene que parecer muy grave”

Javier Fuentes considera inaceptable que las autoridades no den explicaciones claras sobre la situación del CENDEAC / PSS

Pedro Serrano Solana

Murcia —

Hace algo más de un mes, la directora del Instituto de las Industrias Culturales y de las Artes, Marta López-Briones, le echó en cara un titular de la agencia EFE en el que se decía que el CENDEAC había invitado al jefe de campaña de Podemos. Era el día en el que se inauguraba 'España sin (un) Franco', un congreso con un extenso programa y donde Íñigo Errejón era uno de los ponentes. Y hace menos de un mes, la misma Marta López-Briones lo llamó para agradecerle sus servicios y poner punto y final a su relación con la institución que ha dirigido durante casi cinco años.

Los medios no tardaron en señalar la presencia de Errejón en el CENDEAC como la causa de que tuviera que abandonar el cargo, aunque desde el Instituto de las Industrias Culturales se ofrecen otros argumentos. Hablamos con Javier Fuentes Feo, exdirector del Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo de Murcia, al que aún le molesta la manera en la que se le abrió la puerta, pero más aún los motivos que se aducen públicamente para su marcha.

Los responsables políticos explican que no se le ha destituido, que se le acababa el contrato el 31 de octubre y decidieron no renovarlo.

¿Cómo se le puede acabar el contrato al director de un centro público? Es evidente que por ley, yo tendría que haber estado contratado por cuenta ajena, pero en este caso estaba contratado como autónomo. Que el director de un centro público tenga un contrato como autónomo no parece muy lógico, y por eso es inaceptable que se intente justificar mi salida del CENDEAC diciendo que se me acababa el contrato. Lo que había era una cláusula por la que se podía prorrogar desde el 31 de octubre hasta junio de 2015, y yo ya tenía claro que me marcharía en ese momento. Lo había acordado con mi familia. Pensaba que los últimos meses serían buenos para llevar a cabo un tránsito adecuado hacia la nueva dirección, y que quien llegase tuviese a alguien que le pudiese ayudar en el proceso de adaptación y en el conocimiento de la institución.

Pero entonces, cuando usted llegó al CENDEAC, ¿ya se le ofreció esa forma de contratación?

No, al principio yo tenía un contrato indefinido, como marca la ley, pero en 2012 tuve que aceptar el paso a una condición de autónomo. Había muchas presiones, se me indicaba que de lo contrario tendrían que echar a varias personas... Pero una cosa es que te obliguen a aceptar esa pérdida de derechos, y otra muy distinta que cuenten mi salida como algo completamente normal dentro de una situación contractual establecida.

¿Y no habían hablado ya de la renovación?

Sí, el acuerdo de renovación, en base a esa cláusula de prórroga, ya lo habíamos hecho verbalmente con el anterior director general. Parece que tiene lógica no cerrar en falso en el mes de octubre, sino en junio, cuando termina el año académico. Por otro lado, tengo correos electrónicos con responsables de esta dirección actual en los que hablamos sobre ARCO Madrid 2015 y sobre temas de programación a partir de noviembre de 2014. Creo que mi salida responde a otros problemas y no sólo tiene que ver con el funcionamiento del centro... Por ejemplo, mira –Javier Fuentes me enseña un buen mazo de hojas de papel encuadernadas-. Este documento es la Memoria del 2013. En ella se recogen todos los gastos del presupuesto variable. Aquí podemos encontrar una descripción detallada de cuánto ha costado cada actividad para que la ciudadanía lo conozca. Estas memorias extensas se empezaron a hacer en 2011 y se han ido mejorando cada año. En 2013 pudimos poner por primera vez la parte económica.

La escasez de presupuestos públicos para la cultura, y para todo, ha conllevado un mayor esfuerzo por ser transparentes.

En un momento de crisis como el que vivimos, en el que tantas cosas se han venido abajo, nosotros hemos renovado completamente el modelo y hemos trabajado de un modo muy diferente. Hemos puesto muchos proyectos interesantes en marcha como el Congreso de Pensadores nacidos después del 75, Fisuras Fílmicas, D Nuevo Ensayo, Memorias Celuloides, Conversaciones en torno al fotolibro... También hemos traducido obras del alemán, del francés y del inglés. Hemos conseguido donaciones e intercambios con decenas de bibliotecas, artistas y festivales de cine por valor de 80 mil euros, y todo en un momento en el que no había dinero para comprar nada… Pero lo más impresionante es el respaldo social que hemos conseguido. Ha sido abrumador.

¿En qué situación ha quedado el CENDEAC tras su salida?

Ahora mismo la situación es gravísima porque el centro está parado. Toda la gente que trabajaba conmigo en los proyectos, codo con codo, los directores y las directoras de cada línea de trabajo, han visto cómo se ha tomado esta decisión sin contar con ellos y las propuestas que se venían desarrollando se han cortado de cuajo, sin una motivación justificada.

¿Qué explicación le dieron cuando le anunciaron que tenía que dejar su puesto?

Cuando la directora del Instituto de las Industrias Culturales, Marta López-Briones, me dijo que ya no contaba conmigo, me recalcó que yo lo había hecho de maravilla, que era imposible hacerlo mejor con el dinero que había tenido, que el trabajo que había realizado era verdaderamente impecable... No obstante, me señaló que quería darle una vuelta al centro. Yo entiendo que cuando quieres hacer un cambio de ese tipo, lo tienes que tener todo muy previsto. Los centros públicos son estructuras muy delicadas y muy frágiles, no se pueden tomar decisiones apresuradas de este tipo porque el daño puede ser irreparable. Se desmotiva a la gente que las saca adelante, se pierde la confianza en su forma de funcionar...

Entonces, ¿de dónde sale la relación de su marcha con la participación de Íñigo Errejón en 'España sin (un) Franco'?

Yo con Marta López-Briones no había tenido ningún encontronazo fuerte en los seis meses que ella llevaba en el cargo. Sí habíamos tenido algunas discrepancias en las formas de gestión, pero nada que no fuese parte de la rutina en los últimos cuatro años. Y el día que se inauguraba el congreso España sin (un) Franco, tuvimos una conversación tensa. Me echó claramente en cara, en un tono muy serio, que había un titular de la agencia EFE en el que se decía que habíamos invitado al jefe de campaña de Podemos, en referencia a Íñigo Errejón. Me dijo que el congreso estaba muy politizado… Yo le respondí que entre los invitados también estaba Juan Ramón Rallo, de ideología muy diferente a la de Errejón, y le pregunté si vendría a la inauguración del congreso, y ella me dijo que tenía otras cosas en la agenda. Tampoco vino a la clausura. Me pregunto si no le resultaría agradable estar junto a un cartel en el que aparecía el nombre de Franco... No lo entiendo, porque tenía un cierto tono irónico, pero no lo sé, son especulaciones que empecé a hacer al ver que nadie quería venir.

 

 

¿Y qué ha sucedido con sus compañeros del CENDEAC? ¿Siguen en sus puestos?

Ahora mismo, en el centro quedan tres personas para llevar una biblioteca pública que abre doce horas al día, una editorial y todas las actividades que se llevaban a cabo. Había otra persona más que, primero como becario y después como autónomo, había sido un pilar en el centro a lo largo de los dos últimos años. Marta López Briones dijo que todo el equipo del centro seguiría a pesar de mi salida. Sin embargo, el viernes pasado le dijeron a este trabajador que tampoco continuaba. Seré claro, si la situación ya era difícil antes, ahora, sin él, el centro es literalmente imposible que funcione. No es viable sacar adelante los proyectos. Esto supone un nuevo golpe contra la institución y contra el modelo que hemos llevado a cabo en estos años.

A lo largo de estos cinco años en los que ha estado al frente del CENDEAC, ¿cómo ha sido su relación con los gobernantes?

Mi familia y mi mujer estaban muy enfadados conmigo porque decían que lo que yo estaba haciendo por el CENDEAC era desmedido, que no se valoraba desde las instancias políticas, que no se respetaba nuestro proyecto aunque nos estábamos dejando la salud trabajando muchos fines de semana, haciendo traducciones o poniendo material técnico propio cuando no tenía más remedio para que alguna actividad saliese adelante. Ahora bien, yo siempre les contestaba que hacía todo eso por mantener viva una institución pública que de lo contrario se vendría abajo. Creo profundamente en el sector público. Lo considero muy necesario.

Le han tocado además unos años de crisis económica profunda.

No voy a ocultarlo, estos cuatro años al frente del CENDEAC han sido muy duros. No sólo porque no ha habido presupuesto, sino porque hemos tenido que cambiar dinámicas, formas de comportamiento, estructuras administrativas que siguen funcionando con coordenadas de los años de bonanza económica. Esas inercias se siguen manteniendo y cambiar ese engranaje es muy difícil. Cada vez que te gastas en un billete 250 euros en lugar de 100, por no haberlo comprado con antelación, ya estás malgastando un porcentaje relevante del presupuesto anual, que es muy pequeño. Multiplicas eso por decenas de actividades y al final de año puedes hacer menos de la mitad de la programación. Yo creo que ese cuidado se tiene que tener siempre, pero si cabe más aún en plena crisis.

En la Región de Murcia veníamos de unos años en los que parecía que se tiraba con pólvora de rey en el ámbito cultural, ¿qué opina sobre eso?

Bueno, creo que sería absurdo que yo hiciese declaraciones sobre las personas que me antecedieron en el cargo. Su gestión la tiene que evaluar la ciudadanía murciana, española e internacional. Lo que siempre he dicho es que la creación del CENDEAC, su invención en 2003, fue algo extraordinario, muy importante para España y para la relación cultural de nuestro país con Latinoamérica. De mis predecesores en el cargo sólo he tenido relación en estos años con Yaiza Hernández, y me ayudó muchísimo desde el momento en el que llegué. Quiero señalarlo, porque en el momento de mi aterrizaje todo era muy complicado. Me pareció que le preocupaba el centro en sí mismo, su viabilidad en el futuro. Ella no tuvo tiempo suficiente para desarrollar sus ideas, que estaban muy cerca, creo, de las que nosotros hemos puesto en marcha.

En su opinión, ¿qué se puede hacer para cambiar el rumbo a la política cultural de la Región de Murcia?

Pues el hecho de que ni desde el ICA ni desde la Consejería se dé una respuesta clara, motivada y sólida a la ciudadanía respecto a mi salida y el futuro del centro, no me parece la forma más democrática de actuar. Una persona con responsabilidades políticas dentro del sector cultural tiene que dar explicaciones a dos mil quinientas personas que han firmado un manifiesto, a los directores de cine que han dicho que no se puede permitir que se hunda un proyecto como Fisuras Fílmicas… No todos los días un centro de tanta relevancia se ve afectado de este modo. No presentar un comunicado riguroso o una rueda de prensa para explicarlo no me parece la mejor decisión.

Sería parte de lo que llamamos transparencia. De rendir cuentas públicamente.

Sí. Por ejemplo, para mí es importante el tema de la Memoria anual que realizamos en 2013. La idea de explicarles a los ciudadanos cómo hemos trabajado, qué hemos hecho, cómo hemos gastado el dinero, me parece necesaria. En diciembre de 2014 Antonio Hidalgo y yo queríamos dar un salto cualitativo en este sentido. Queríamos convocar una especie de junta abierta a la ciudadanía para explicar el informe anual en una conferencia. Queríamos que la gente supiese, de viva voz, dando la cara, cuál era el resumen del año, los gastos realizados… Nos parecía interesante que quienes viniesen pudiesen pedir cuentas, expresar críticas o plantear nuevas ideas.

¿Y es imposible hacer eso mismo en otros niveles? ¿Qué es necesario para que se haga?

Obviamente, este tipo de propuestas, como la de la Memoria anual, tienen que estar respaldadas por una profunda motivación política. Tienes que tener ganas de trabajar en esa dirección. La realización de estos informes exige muchas horas, pero creo que es fundamental que lo incorporemos como parte de nuestras líneas de actuación, como un elemento clave de nuestras formas de funcionamiento.

En este escenario, ¿cree posible que la política cultural de las instituciones regionales cambie?

Con la situación de gobierno que existe ahora mismo aquí, es imposible que las cosas cambien. Acaban de demostrar cuál es su dinámica y su forma de funcionar. Pero yo creo que va a haber un cambio porque hay gente competente en esta región, muy competente, que está excluida. Por ejemplo, creo que la idea de crear un Observatorio de la Cultura puede resultar fundamental. Tiene que ser una iniciativa abierta y plural, capaz de ser un interlocutor político inapelable, y en eso tienen todo mi apoyo. De hecho, ahora me acuerdo de que a mediados de los años noventa, el artista murciano Isidoro Valcárcel Medina pidió las cuentas del Museo Reina Sofía como parte de una obra. Se las denegaron y se desencadenó una pugna que hoy deberíamos revisar en la lógica de esta lectura de la transparencia.

La unión en el mundo de la cultura no está nunca de más. Al contrario.

Creo que nos debemos tomar la cultura muy en serio. En ese sentido, el hecho de que el CENDEAC esté prácticamente parado en este momento me parece muy grave. ¿Qué pasaría si esto ocurriese con un hospital? Yo trabajo en el ámbito cultural y me parece muy serio que por una decisión política que no parece tener motivaciones claras se detenga la actividad de una institución pública. ¿Los agentes culturales de la ciudad pueden aceptar esta situación como si nada? Si respetamos la cultura, lo que está pasando nos tiene que parecer muy grave.

Pero parece que no hay unión en el mundo de la cultura, y que los recortes y los problemas que afectan a este sector no logran movilizar a la ciudadanía, como sí ha pasado con otros sectores y otras profesiones.

A lo largo de estos años como director del Cendeac, uno de los mayores esfuerzos que he realizado ha sido vincular el ámbito del arte y de la cultura al resto de la ciudadanía. Creo que es fundamental que la cultura no quede encerrada en pequeñas camarillas que, al final del día, terminan peleándose entre ellas para conseguir pequeñas prebendas del poder. Si queremos que la cultura sea realmente importante, tenemos que entender cuál es su engarce de fondo con la sociedad. Para mí ese engarce está en la lógica del pensamiento crítico. Un pensamiento que nos permite analizar a fondo nuestras formas de organización social, nuestros valores, nuestras perspectivas sobre la realidad... Por eso estoy, siempre lo he dicho, en contra de la asunción de la cultura como Industria Cultural. Eso la convierte en un elemento de consumo, más o menos erudito, pero de consumo al fin y al cabo.

Un lujo prescindible.

Sí, una vez convertida en servicio de consumo se transforma en algo prescindible, sobre todo en tiempos de crisis. Quien quiera, que la compre. En ese horizonte, es lógico que nadie defienda la cultura cuando se producen recortes. Nos han convencido de que es algo prescindible. Lo que hay que hacer es trabajar en la línea contraria y defender su valor crítico, transformador. Por eso defiendo la aparición del Observatorio de la Cultura en Murcia, creo que va a hacer una gran labor.

 

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