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La UPV y la calle, ¿último reducto de la estrategia violenta en Euskadi?

Pintadas de 'Gora ETA' y una diana en el portal de la casa de la exconcejal del PP María José Usandizaga

Aitor Guenaga

Tras más de 50 años de violencia terrorista de ETA, de 'guerra sucia', de años de plomo, y también de excesos policiales, en el País Vasco y Navarra existe una subcultura de la violencia que, pese a ser muy minoritaria, muestra de vez en cuando su rostro. Sin duda, lleva el color pálido y mortecino de algo que no tiene visos de poder perdurar en el tiempo. Pero está ahí. Y probablemente ya ha mutado.

Los GAL no actúan en este país desde 1987, ETA hace más de cinco años que ha echado la persiana a su estrategia en la que combinaba el asesinato y el tiro en la nuca con los votos en las urnas para esa izquierda abertzale que nunca ha condenado el terrorismo. Y resulta difícil poder sostener que, en el siglo XXI, se tortura en los cuartelillos como en la época de los años de plomo o de la oscura etapa franquista.

Este domingo se recordarán dos atentados impulsados, financiados y pensados por los que diseñaron la guerra sucia contra el terrorismo etarra: el asesinato en 1984 en su consulta de pediatría del dirigente y parlamentario de Herri Batasuna Santi Broaurd y, cinco años después, el del periodista y diputado de la misma coalición en el Congreso de los Diputados Josu Muguruza. Ambos, hechos condenables de otra época que la sociedad vasca ha abandonado incluso antes de que los partidos se dieran cuenta. Formaciones y organizaciones terroristas que han ido varios pasos por detrás de los anhelos, sueños y de las prioridades de esta sociedad.

Pero muchos de los expertos que han analizado las consecuencias que para la sociedad civil y para la ciudadanía en general han tenido los fenómenos violentos y/o terroristas coinciden en afirmar que durante años perdura una subcultura de la violencia profundamente totalitaria. Muerto el perro, la rabia continúa cuando hablamos del terrorismo.

¿Por qué unos chavales a los que un matrimonio recrimina por hacer pintadas reivindicativas en la pared responden agrediendo a la pareja sin prácticamente mediar palabra? ¿O se agrede a una pareja de guardias civiles de madrugada cuando están con sus parejas fuera de servicio tomando unas copas? ¿Por qué la candidata a rectora Nekane Balluerka no ha podido presentar su programa públicamente en algunos de los campus que casi con toda seguridad va a tener que dirigir tras los comicios del próximo jueves 24?

En una entrevista que publicamos este domingo, la propia Balluerka se muestra descolocada ante unos hechos que no duda en calificar de “antidemocráticos”. “Lo que hacen es impedir la libertad de expresión y que otros alumnos escuchen nuestro programa. Realmente, no lo entiendo”, asegura la candidata, que ha visto su nombre escrito en las paredes de la universidad o cómo elementos violentos quemaban un autobús para protestar no se va muy bien contra qué o quién.

“Quiero entender que no es algo personal contra Nekane Balluerka, sino que se trata de un movimiento antisistema. Creo que no responde a ninguna ideología en concreto. EH Bildu se ha desmarcado de estas conductas”. Al ser preguntados por qué no le dejaban hablar, uno de los que participaba en la protesta en el campus de Álava simplemente dijo como aplastante argumento: “porque no nos sale de los cojones”, según relató en un artículo de opinión publicado en este periódico el profesor universitario Txema Portillo.

Fuentes policiales recuerdan que existe un “grupo organizado” en el campus de Álava que desde el año pasado ejecuta episodios violentos, vampirizando muchas veces las legítimas protestas estudiantiles. Un sector que ya causó graves disturbios en una jornada de lucha de 2015 en el campus alavés y que reventó una nutrida manifestación estudiantil contra la LOMCE en el centro de la capital alavesa. Un grupo que, aún teniendo cierta ligazón con la disidencia de Sortu -contraria a la línea oficial marcada desde la izquierda abertzale- habría mutado al recoger también un sentimiento antisistema, 'antiestablisment', con una intensa ideologización, según las fuentes consultadas.

La coalición independentista parece ya no pasar ningún acto violento de este tipo. Se desmarcó de los diferentes episodios de violencia en torno a la UPV y este sábado ha rechazado la agresión al matrimonio golpeado por unos jóvenes que estaban haciendo una pintada y que fueron afeados en su conducta por la pareja. EH Bildu ha señalado en su cuenta de Twitter que son “son actos fuera de lugar y totalmente rechazables”.

Pero virar el Titanic ante la presencia de un gran iceberg suele costar un tiempo que, lamentablemente, no siempre se tiene. A veces, se llega tarde. La pedagogía democrática es un arma cargada de futuro. Y, sin embargo, algunos discursos equiparadores a la hora de definir quiénes han ejercido la violencia en este país o la contumaz resistencia al reconocimiento, sin ambages, ni circunloquios, del daño injusto causado, más que alejar a la izquierda abertzale del iceberg de la violencia y sus perniciosas consecuencias, parecen devolverles a terrenos pantanosos del que parecían querer salir definitivamente.

Igual que denunciar la guerra sucia, las torturas o la violencia policial y evitar la impunidad de actuaciones abiertamente ilegales realizadas por funcionarios del Estado, lejos de ensuciar, supone un rearme democrático de las estructuras policiales y estatales; poner pie con pared y desplegar la pedagogía democrática frente a los rebrotes violentos, es la mejor carta de presentación para entrar (o seguir) en ese club, seguro que imperfecto, llamado democracia.

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