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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Claroscuros del desplome del precio del petróleo

Juan Miguel Sans

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En verano del 2014 el barril de petróleo Brent rondaba los 115 euros. Año y medio más tarde, se encuentra a niveles mínimos de 31 dólares y mantiene una tendencia a la baja. No es la primera vez que algo así ocurre. Ya sucedió en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers y también a finales de los 80. Pero hoy esta caída, como intentaremos explicar, tiene un componente más estructural. Durante 2016, y 2017, los precios se mantendrán previsiblemente bajos.

El debilitamiento de la demanda mundial y el exceso de oferta explican la caída de los precios del petróleo. Por un lado, numerosas economías desarrolladas, como la UE, y emergentes, como China, Brasil, Rusia y previsiblemente India, se han ralentizado, provocando un descenso del consumo de crudo y llenando las reservas de los países productores. Por otro, y al mismo tiempo, ha aumentado la producción en EE.UU. y en los países de la OPEP. En el primer caso, como resultado de la explotación del petróleo no convencional mediante fracturación hidráulica, conocido como fracking, que ha permitido a este país alcanzar casi la autosuficiencia energética.

La mayoría de los analistas culpan a Arabia Saudí como responsable también de esta situación. Este país ha renunciado a ejercer su papel tradicional de equilibrador de los precios, al objeto de mantener su cuota y poder de mercado, desincentivar la explotación de hidrocarburos no convencionales, la búsqueda de nuevos yacimientos de petróleo o las inversiones en energías alternativas. Arabia Saudí dispone de reservas suficientes para aguantar este tirón.

Por su parte, Irán -otro actor importante en este negocio- ya ha anunciado que está dispuesto a poner en el mercado su producción, una vez se levanten definitivamente las sanciones internacionales.

Otros países exportadores de crudo salen claramente perjudicados, como Rusia y Venezuela. Muchos analistas atribuyen este resultado a la confluencia de los intereses de la política exterior de EE.UU. con los intereses económicos de Arabia Saudí. No cabe duda, sin embargo, de que se producen algunos daños colaterales no deseados sobre economías como la brasileña e incluso las norteamericanas.

En el caso de Brasil, se han detenido las inversiones en aguas profundas del Atlántico, denominadas presal, por estar bajo una gran capa de sal en el fondo del mar. Como consecuencia, se ha paralizado también la actividad programada de los astilleros para construir una gran flota de buques de apoyo a la industria offshore.

Los efectos negativos sobre la economía estadounidense aunque importantes -las inversiones en el fracking pueden no ser rentables a los actuales precios- se ven compensadas en tanto en cuanto la apuesta por el petróleo no convencional obedece a una estrategia de garantizar a largo plazo su independencia energética, considerando este petróleo como una reserva de seguridad de futuro. Canadá también juega en esta liga con la explotación del petróleo proveniente de arenas bituminosas.

De la actual coyuntura salen beneficiados los países importadores netos. China a la cabeza, segundo consumidor mundial de petróleo, así como la mayoría de los países europeos, entre ellos España, a excepción de los productores de crudo como Reino Unido y Noruega.

Este análisis esconde una realidad con muchas aristas pero permite llegar a una primera conclusión útil de política económica: no estamos ante un fenómeno fugaz, sino de mayor calado, donde se mezclan complejas lógicas políticas y económicas. Previsiblemente los precios del petróleo se mantengan en estos niveles bajos durante 2016 e incluso 2017. Y las autoridades económicas y las empresas deberán contar con ello.

¿Qué pasa con la economía española? Un shock de oferta afecta a la producción y a los precios. En este caso, impulsa el crecimiento de la producción real y favorece la caída de los precios. El dilema está en conocer la cuantía de este impacto.

El descenso de los precio del crudo mejora, en primer lugar, la balanza comercial en un país, como España, dependiente de su factura energética. España importa alrededor de 1,2 millones de barriles diarios. Esta mejora se ve matizada, sin embargo, por la apreciación del dólar. A su vez, la caída de los precios del petróleo mejora el poder adquisitivo de los consumidores, pero también limitadamente porque este descenso no se traslada completamente a los precios de los carburantes. Asimismo mejoran las cuentas de resultados de las empresas intensivas en energía, pero tampoco, como veremos, de todos los sectores. Por último, se reduce aún más la tasa de inflación, lo que complica una política monetaria obsesionada por situar ésta en el entorno del 2 %.

Evidentemente muchos sectores salen beneficiados. Las compañías aeronáuticas, las compañías de transporte y todos aquellos sectores que utilizan el petróleo (o el gas) como fuente energética, como pueden ser la siderurgia, química, cemento o la pasta y el papel. Incluso el sector del automóvil, con un parque móvil muy anticuado, puede verse animado.

Sin embargo otros sectores relevantes salen perjudicados. En primer lugar, las empresas petrolíferas, obligadas a reducir las inversiones ligadas a proyectos relacionados con la exploración y la producción de petróleo. Estas empresas deberán afrontar estrategias de desinversión, diversificación y ahorro de costes (en otras palabras ajustes de plantilla, compras y subcontratación). Asistiremos seguramente en este sector a nuevos procesos de concentración empresarial. Incluso la caída de las cotizaciones bursátiles puede poner en dificultades a fondos, bancos y empresas inversoras con participaciones en el capital de estas empresas.

Otros sectores también salen dañados. Es el caso de todos aquellos ligados a infraestructuras energéticas. La construcción naval española, por ejemplo, con astilleros muy especializados en la industria offshore deberá buscar otros nichos atractivos como los megayates o los cruceros. Por debajo de 80 dólares el barril, los yacimientos del Mar del Norte, por ejemplo, han dejado de ser rentables y no se necesitan buques para su explotación. Hoy hay casi 125 buques offshore amarrados en los puertos de Aberdeen y Stavanger. Otras empresas industriales ligadas al sector petróleo también se verán con problemas, como los fabricantes de tubos, válvulas, bombas, bridas, elementos de fijación, al igual que muchas ingenierías y contratistas que tienen al sector offshore como uno de sus nichos preferentes.

Como se ve, y como pasa muchas veces en economía, son muchos los efectos contrapuestos. Los expertos auguran un impacto positivo sobre el crecimiento del PIB español que oscila entre 1 y 0.4 puntos porcentuales. Muy probablemente nos quedemos en los valores mínimos de la horquilla.

Pero también, como siempre, hay lecciones que aprender. Las empresas tendrán que reaccionar atendiendo a una mayor diversificación relacionada con sus conocimientos y habilidades, buscando nuevas aplicaciones para sus productos o aprovechando sus competencias y tecnologías para entrar en otros nichos de mercado. La diversificación inteligente como solución estratégica, incluso para aquellas pequeñas y medianas empresas que han alcanzado el estatus de “multinacionales de nicho”, debe ser un reto permanente para sobrevivir en la jungla del mercado.

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