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El Gobierno admite que el turismo ha deteriorado 14 santuarios marinos bajo su proteccción

Una tortuga come en el sebadal del sur de Tenerife, una de las ZEC que precisan mayor regulación

Raúl Rejón

El Gobierno ha tenido que admitir el daño que la explotación turística ha causado a 14 santuarios marinos protegidos bajo su competencia en las Islas Canarias. Son más de la mitad de las 24 zonas de especial conservación (ZEC) distribuidas en la denominada región Macaronésica, una de las más extensas de los mares europeos.

El Ministerio de Medio Ambiente ha reconocido que estos espacios protegidos están sometidos a “una alta y creciente presión turística que se ha traducido en un fuerte impacto sobre sus hábitats y especies bajo protección”, según explica en el documento inicial para regular estas actividades.

Las 14 zonas suman 119.519 hectáreas de la Red medioambiental europea Natura 2000. Fueron declaradas en 2011 junto con sus correspondientes medidas de conservación.

Sin embargo, a pesar de que Medio Ambiente cuenta que la gestión de cada una de ellas ha garantizado “la protección y la conservación de los tipos de hábitats naturales y las especies de interés comunitario” y que conseguía “un equilibrio sostenible entre el desarrollo de los usos y actividades en la zona y la conservación”, ahora informa de que la principal fuente de daño es la actividad náutico-recreativa que se ha venido multiplicando durante estos años.

De manera que el Gobierno ha iniciado al fin el proceso para regular prácticas como el fondeo de barcos, el buceo en cuevas, el uso de motos náuticas o embarcaciones rápidas así como las excursiones marítimas. Estaba obligado desde 2012 para cumplir los objetivos de las Estrategias Marinas que derivaron de la normativa comunitaria sobre medio marino.

Salvar los sebadales, bosques marinos

Entre estas porciones de mar preservadas hay desde grandes extensiones de casi 70 km a pequeñas joyas de menos de una hectárea como la Cueva Marina de San Juan. La mayoría de las zonas tratan de conservar los bosques marinos canarios: los sebadales. Esta hierba mantiene sujeto el fondo del mar. Sus raíces fijan el sedimento de los arenales impidiendo que queden a merced de las corrientes o los temporales. Se convierten así en crucial para el hábitat de especies en peligro. Pero también para otras especialmente valiosas para el sector pesquero.

La directora de campañas de Greenpeace, María José Caballero, opina que “era de sobra conocido que había un retraso en hacer esto”. Critica que una buena parte del deterioro se ha debido a que “el Gobierno de Canarias ha sido beligerante para desandar camino como sacar especies del catálogo de protección para permitir infraestructuras”.

Además, Caballero considera que “ya que hay una serie de actividades que necesitan regulación, tendría que aprovecharse para parar otras como por ejemplo las prospecciones”, contra las que Greenpeace ha sido especialmente activa en aguas del archipiélago.

Sobre el deterioro de estas ZEC que el Gobierno debe regular de manera más férrea, Medio Ambiente pormenoriza que los sebadales “están siendo degradados por el fondeo incontrolado de embarcaciones y el vertido de residuos al fondo”.

Respecto a la fauna protegida, el Ministerio constata que, en estas aguas reservadas, una especie considerada “prioritaria a nivel europeo”, la tortuga verde, se está viendo sometida a colisiones con embarcaciones, malas prácticas como la alimentación externa para atraerlas e incluso “la persecución y acoso” que están “comprometiendo la viabilidad”.

También admite que en “áreas críticas” para poblaciones de variedades recogidas en el Catálogo Español de Especies Amenazadas como el delfín mular o el calderón tropical los grupos padecen “el impacto derivado de una excesiva presencia de embarcaciones, incluidas las motos acuáticas”. Igual les ocurre a tres especies de tiburón conocidas como angelotes que decaen, entre otras cosas, por la “pesca recreativa”.

Para terminar con los daños constatados, el exceso de buceadores en las cuevas submarinas está dejando notar sus efectos. El buceo autónomo (con bombona) está provocando la desaparición de “algunas de las comunidades biológicas más singulares” de estas cavidades subacuáticas, especifica el documento.

Aprovechamiento económico

Aun así, el futuro reglamento evidencia la línea política habitual del Ejecutivo que intenta dar cabida al aprovechamiento económico del medio ambiente. Los objetivos reconocidos de la norma, establecidos por el Ministerio, recogen, por un lado: “Minimizar las presiones e impactos derivados de estas actividades” y acto seguido “garantizar que las medidas de regulación son proporcionadas y no menoscaban el desarrollo de actividades turísticas sostenibles”

Para la dirigente de Greenpeace, “es muy difícil poner al mismo nivel ambos objetivos. El equilibrio en una entorno como las islas es muy frágil. Debería cambiarse el paradigma y considerar que la conservación ya es riqueza y no centrar esa riqueza en el turismo”.

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