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Ada Colau: qué liderazgos para qué política

Joan Subirats

La palabra que cierra el sentido comunicado de Ada Colau anunciando que deja la portavocía de la PAH es “Seguimos”. No hay mejor resumen de la trayectoria de Ada y de la que colectivamente y desde diversos espacios y colectivos se va configurando. Estamos ante un caso evidente de aparente contradicción entre la fuerza de un movimiento que ha hecho del empoderamiento y del protagonismo de todos sus miembros un elemento central, y la tremenda capacidad de comunicación y de agregación que ha tenido Ada Colau como rostro, persona y personaje. Pero, si conocemos la forma de operar del colectivo, sabremos que el gran empuje de su movilización viene de la capacidad que han tenido en transformar cada drama individual en categoría de lucha, cada afectado en un experto en el tema, cada episodio en una oportunidad de aprendizaje de todos los implicados. En ese contexto Ada Colau no ha jugado el papel clásico de líder, sino el de referente de referentes.

Aquella persona que simbolizaba la lucha colectiva que tenía decenas y centenares de rostros y también de referentes en cada uno de los más de doscientos núcleos de La PAH repartidos por toda España. Es evidente que el equilibrio entre protagonismo individual y colectivo no es fácil de conseguir, y como ella misma recuerda, ha tenido que ocultar muchas veces sus verdaderas emociones y posiciones. Cuando aparecía en los medios era a la vez persona, personaje y portavoz de miles y miles de afectados por las hipotecas y desahucios, y también de todos aquellos que veían en ella y en la PAH una esperanza de transformación social y de defensa de lo público que iba mucho más allá de las instituciones y de lo políticamente correcto. Ha sido y es una más, con su cotidianeidad a cuestas, con sus cansancios y cabreos. Aguantando, para conseguir llegar a espacios y gentes a los que por otras vías no llegaba, a personajes impresentables en shows televisivos de dudosa seriedad.

Ada no es ningún milagro. Es el fruto de un trabajo continuado de muchos años en el que ella se fue implicando y que, como siempre recuerda, tiene en el movimiento antiglobalización, la oposición a la guerra o, sobre todo, V de Vivienda, algunos de los hitos esenciales antes de la explosión del 15M. Un itinerario colectivo. Recuerdo perfectamente ese día, en la Plaza Catalunya, cuando entre las miles de personas congregadas, sin apenas símbolos, banderas o pancartas, se distinguía el grupo de gentes de La PAH con su pancarta verde sostenida por rostros diversos de piel y de años, que contrastaban con la relativa homogeneidad de edad y de origen de los congregados. Y allí ya estaban Ada y su compañero Adrià. La PAH ha sido desde entonces el ejemplo al que siempre aferrarse cuando alguien dudaba de los efectos del 15M o de la capacidad de generar procesos que fueran más allá de la protesta y de la presión a los gobernantes. Han demostrado que se pueden combinar muchas estrategias, que se puede negociar y luchar, quejarse y hacer, ir a los tribunales y presentar propuestas legislativas. Que se puede hacer activismo sin jerga militante, con palabras sencillas y directas, combinando desparpajo y acción directa con capacidad y experticia técnica.

Hoy la PAH es un actor clave y un referente obligado en materia de política de vivienda, pero es también el mejor ejemplo que tenemos de cómo política y vida tienen mucho que ver, y que no hace falta ser profesional de la política para hacer política. En este sentido, la seriedad, vigor y dignidad que ha “transportado” Ada a lo largo de estos años ha sido la expresión de la seriedad, vigor y dignidad de los que tenía a su lado. Ellos siguen. Ada también. Sin renunciar a nada. Ofreciéndose a seguir siendo pieza y nodo en “un cambio real en las formas de hacer política... Para reapropiarnos de las instituciones, para hacer que de verdad sirvan al bien común”. Ejemplificando una concepción de lo público como la capacidad colectiva, “de la buena gente”, para hacer frente a problemas comunes. En esa línea seguiremos.

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