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Dos Europas en una

Cameron amenaza con apoyar la salida del Reino Unido de la UE si no se reforma

Kemal Dervis

En la actualidad se están llevando a cabo conversaciones informales sobre la relación del Reino Unido (RU) con la Unión Europea (UE). En el contexto de que a fines de 2017 se realizará un referendo acerca de cual será el futuro del RU como miembro de la UE, serán el primer paso en la negociación de cambios que, según esperan las autoridades de la UE, convenzan a los británicos de escoger Europa.

No cabe duda de que hay que hacer cambios. Como bien sabe el primer ministro David Cameron, en la actual dinámica de la relación del RU con la UE los votantes británicos elegirían abandonarla.

Sin embargo, Cameron también sabe que tiene que manejar las negociaciones con cuidado. Si pide más de lo que la UE puede dar, parecerá que está cediendo. Si pide demasiado poco, los euroescépticos británicos tendrán más munición para su campaña contra la continuidad del país en la UE.

De manera similar, si las autoridades de la UE otorgan demasiado a Cameron (permitiendo que el Reino Unido coseche los beneficios de ser miembro, pero sin asumir las mismas responsabilidades que sus socios) sus electorados se les volverán en contra. Pero si dan demasiado poco, se arriesgan a perder al Reino Unido como socio.

Más allá de estos asuntos tácticos, el RU y sus socios europeos tienen que abordar problemas de largo plazo acerca de la cambiante forma de la eurozona. La crisis del euro ha llevado a un consenso de que debe seguir impulsando una mayor integración para funcionar con eficacia. Algunas de las propuestas específicas son crear un presupuesto común, elevar la coordinación de políticas fiscales entre sus miembros y crear el puesto de ministro de finanzas de la eurozona.

Esto es causa de inquietud en el Reino Unido, que escogió no adoptar el euro, ya que podría quedarse al margen de importantes procesos de toma de decisiones, especialmente si en más áreas se produce la necesaria transición hacia una mayoría ponderada, eliminándose la necesidad del voto unánime. Cameron ya ha presionado para que haya un mecanismo de “freno de emergencia” que permita reducir el ritmo de las decisiones sobre temas importantes que afecten a países no pertenecientes a la unión monetaria.

No hay duda de que la necesidad de una mucho mayor integración de la eurozona se debe equilibrar con el intenso deseo de algunos países de conservar más soberanía nacional que la que es posible en la unión monetaria. La mejor manera de hacerlo sería dividir a Europa en dos grupos. La inclusión en uno u otro no dependería de la potencial “velocidad” de integración, sino de la decisión de un país de adoptar el euro de manera permanente (o, al menos, por un buen tiempo).

Por supuesto, hasta cierto punto esta ya es la estructura fundamental de la UE. Pero establecer esta división categórica (partiendo por el reconocimiento explícito de que la UE es una unión con diferentes monedas, como ha pedido el RU) haría posible la creación de un marco de toma de decisiones que proteja de mejor manera los intereses de ambos grupos.

El grupo que no usa el euro (que abarca a Gran Bretaña, Dinamarca, Suecia, Polonia y algunos otros países de Europa del este) seguiría eligiendo representantes al Parlamento Europeo y participando plenamente en las instituciones de la UE. Mientras tanto, el grupo que sí lo utiliza impulsaría una mucho mayor integración fiscal, además de su actual cooperación. Para asegurar la legitimidad democrática y satisfacer los tribunales constitucionales nacionales (no en menor medida el de Alemania), tendría que crearse un segundo Parlamento europeo que actúe como rama legislativa de la eurozona.

Este nuevo parlamento podría estar formado por un subconjunto de miembros del Parlamento Europeo mayor, o por alguna combinación de representantes del Parlamento Europeo y parlamentos nacionales. El ministro de finanzas propuesto, responsable de supervisar la política fiscal de la unión monetaria, daría cuenta ante el parlamento de la eurozona.

Para que esta visión se haga realidad sería necesario un cambio a los actuales tratados o, lo que es más factible, que los miembros de la eurozona acuerden un nuevo tratado, como el “pacto fiscal” que entró en vigencia en 2013. Mientras tanto, el Artículo 136 del actual Tratado sobre el Funcionamiento de la UE permitiría dar algunos pasos preliminares, como la designación de votos en el Consejo Europeo reservados sólo para países de la eurozona.

La creación de “dos Europas en una” más que una “Europa a dos velocidades”, le permitiría organizarse de forma duradera. La eurozona más federal sería parte de una unión más grande que cooperaría en temas de defensa, política exterior, medidas contra el cambio climático y políticas migratorias. Se mantendría la libre circulación de ciudadanos europeos dentro de la UE.

Este sistema permitiría que los países que no deseen compartir su soberanía monetaria o formar parte del tipo de cooperación fiscal que finalmente implicaría puedan escoger esa opción. Al mismo tiempo, evitaría las complicaciones de tener varias Europas, opción que tal vez sea atractiva para los eurócratas veteranos desde una perspectiva puramente funcional, pero que pronto se volvería demasiado compleja. Para la legitimidad democrática son esenciales la claridad e inteligibilidad de un sistema político, además de su naturaleza voluntaria.

Por supuesto, será un proceso prolongado, y habrá que pulir muchos detalles. Pero si las autoridades de la UE acometen la tarea con seriedad hoy, para cuando se celebre el referendo británico se podrá haber avanzado un cierto trecho. Las actuales conversaciones son una oportunidad que ningún lado puede permitirse perder.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Copyright: Project Syndicate, 2015.

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