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Monago, el hombre que no tenía parabólica

Monago pretende que creamos que es el político más sencillo de España.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Un rasgo clásico del político populista es presentarse como alguien del pueblo y de origen modesto, denunciar oscuras conspiraciones contra su persona de gente más poderosa, hacer promesas de valentía y no tener límites a la hora de incurrir en cursilerías. Parece increíble que José Antonio Monago haya cubierto el viernes todas las bases, así que como mínimo hay que reconocerle algo: es un político muy optimista. Sólo con tal intensidad se puede aspirar a que nos creamos el disparate que forman las tres versiones sucesivas que ha dado sobre sus viajes a Canarias pagados por el Senado.

Primero dijo que los viajes eran de trabajo y que no había nada que reprocharle. En una segunda oportunidad –no sé si antes o después de empezar a sollozar–, reiteró su inocencia pero dijo que en cualquier caso iba a pagar esos viajes de su bolsillo, lo que no tenía sentido si los viajes eran de trabajo. La tercera oportunidad ha sido este viernes: ahí hemos descubierto de improviso que hubo dos tipos de viajes: los que hizo como senador y que supuestamente eran de trabajo (16, pagados por el Senado), y los de carácter privado (22 pagados con su tarjeta personal, según dice). Pero en realidad ni siquiera eso está confirmado, porque Monago confunde viajes con trayectos (esos 16 viajes, ida y vuelta, pueden ser 32 trayectos), y no tenemos por qué creer que los vuelos que pagó él eran para sus desplazamientos porque podían ser perfectamente para otra persona.

Obviamente, esta información la tenía Monago desde el primer día, aunque es posible que no tuviera claras las cifras exactas. ¿Qué ha ocurrido entre la primera y la última sesión de explicaciones? Una mujer de Tenerife reveló a los medios de comunicación que había tenido una relación sentimental con Monago durante dos años y medio. Si no hubiera sido así, el presidente extremeño se habría mantenido firme en la primera versión, que consistía en contar lo menos posible y denunciar una conspiración contra su humilde figura. No iba a dimitir porque no podía permitir que ganaran “los malos” (sic).

Antes supimos que Monago estaba siempre “en la carretera”. Ahora ya conocemos que come “en la barra del bar” (¿qué tiene contra las sillas?) y que en su casa no tiene parabólica. Ya quisieran los antiguos espartanos vivir con tanta sobriedad. Lo mismo en la próxima rueda de prensa anuncia que ha pedido ser beneficiario del programa Prepara.

Hay múltiples razones para desconfiar de las explicaciones de Monago. El Senado sólo ha certificado que ciertos viajes llamados de trabajo fueron pagados con fondos públicos. Para poder llamarlos de trabajo, Monago cuenta con el testimonio de varios compañeros de partido que curiosamente han tardado bastante tiempo en recuperar la memoria.

Lo de Monago no es lo peor que ha ocurrido en el último año en relación a sospechas de corrupción. Hay que reconocer que el listón está muy alto. Sí ha minado la credibilidad del presidente extremeño y ha dejado una cosa clara a sus votantes: si quieres que te cuente la verdad, tendrás que esperar a la tercera oportunidad, e incluso así no lo tendrás muy claro. Seguro que los habitantes de Extremadura pueden aspirar a algo mejor.

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Nos quedaba un último momento para la sorpresa en el mundo de las versiones confusas, según José Antonio Monago. El presidente de Extremadura ha dicho en la rueda de prensa que a su finalización los periodistas podrían confirmar su versión con una serie de documentos. Los reporteros pensarían quizá que recibirían copias. Gran error. Les dejaron verlos (“analizarlos”), pero no hacer copias.

Aparentemente, son más secretos que un documento de la CIA. Como Monago los ha facilitado a sus abogados, no se podían copiar (!!) ni tampoco “hacer difusión” (!!!). ¿Cómo que no hacer difusión? ¿No es esa la idea de una conferencia de prensa? ¿Difundir algo? No en el mundo de Monago.

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