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Por qué decir “No en nuestro nombre” no es suficiente

Leila Nachawati

Cuando me pidieron que suscribiera el manifiesto No en Nuestro Nombre, en respuesta al discurso bélico tras los ataques de París, me encontré en un dilema ¿Cómo rechazar un texto centrado en el “apoyo a la democracia, los derechos humanos y la aspiración a una paz con justicia” en un escenario tan belicista como el actual, aunque a mi modo de ver hubiese carencias preocupantes? Por supuesto que estoy de acuerdo, junto a mucha gente cuya opinión respeto y que sí que lo ha firmado, en que la guerra no es la herramienta más eficaz para acabar con la guerra. Pero finalmente decidí no firmarlo porque creo que las omisiones son tales que pueden llegar a fomentar lo contrario de lo que pretenden.

El texto acierta en lo que afecta a nuestra sociedad, como españoles o europeos. Se posiciona negándose a “participar en el falso mercadeo entre derechos y seguridad” y contra las “respuestas al odio que impliquen más odio”, pero se detiene ahí. Como decía antes, mis problemas para firmarlo están en lo que omite, no en lo que dice. Precisamente por ser tan amplio y vago que cualquiera puede suscribirlo, no plantea ninguna alternativa constructiva al discurso destructivo de otros y deja un enorme hueco a la instrumentalización. Dice qué es lo que rechazamos que se haga en nuestro nombre, pero no dice cuál es el curso de acción que consideramos legítimo. Parecería que detener los bombardeos occidentales sobre Siria fuese a frenar mágicamente una guerra que lleva ya cinco años, y que continuará con o sin las potencias occidentales.

El manifiesto está redactado de modo que pueda ser firmado tanto por personas que entienden la necesidad de apoyar procesos democráticos en Oriente Medio y norte de África, y el derecho de los pueblos de la región a elegir a sus representantes, como por otras que se oponen sólo a las injerencias occidentales, y no reaccionan a bombardeos o ataques cuando las potencias implicadas son otras. Así, la única referencia a las causas del conflicto es a hechos de hace una década, sin una sola mención a los responsables actuales de crímenes contra la humanidad. Y que el manifiesto termine refiriéndose sólo a “la política belicista de Bush-Blair-Aznar” parece que busque la incorporación de las personas y formaciones que han apoyado, abierta o implícitamente, las agresiones a la sociedad civil de gobiernos como el de Bashar al-Asad, Irán o Rusia, en ese perverso enfoque post-guerra fría en el que ha encallado parte de la izquierda española. Sin ir más lejos, la representante de Unidad Popular en el Debate en 140, minuto 1:45:03, se refería a Asad como “el gobierno legítimo de Siria”, lo que lleva a preguntarse hasta qué punto puede esta iniciativa ser verdaderamente útil para esa paz con justicia que reclama.

En el contexto de escalada militar y agresiones contra la población civil en la región, ni los atentados en París ni la reacción de Francia añaden nada nuevo. La guerra en Siria lleva ya cinco años, los bombardeos de occidente contra posiciones de ISIS empezaron hace más de un año y los de Francia en septiembre. Reaccionar justo ahora es caer en la trampa de asumir que la guerra sólo lo es cuando la libra occidente y en el falso déjà vu de la invasión de Iraq.

En palabras de mi amiga Sirin Adlbi:

Un manifiesto que aparece cuando las bombas llegan a territorio europeo mientras se ha guardado un silencio sepulcral a lo largo de estos años sobre la masacres de Asad, Rusia e Irán contra la población civil siria y que no empieza con una firme condena de la dictadura y la represión es desgraciadamente tendencioso y toma postura implícitamente en ese genocidio y en esa dictadura.

O como se pregunta Juan Ramón Menoyo:

El manifiesto habla de democracia, de derechos a los que no se puede renunciar en nuestra vieja Europa con la excusa de que se nos garantice más seguridad, pero ¿por qué ni una palabra de las aspiraciones y demandas de democracia, dignidad, de justicia y de libertad, que han venido haciendo millones de personas en todo el mundo árabe, incluyendo Siria, desde hace años? ¿Por qué ni una alusión a los esfuerzos de las dictaduras de la región (la de Siria, las del Golfo), por tratar de aplastar las primaveras árabes? La invasión y práctica destrucción de Irak siguen siendo un elemento fundamental a la hora de entender lo que está pasando en Oriente Medio, pero en estos últimos años han pasado bastantes más cosas.

¿Y entonces?

Efectivamente, más bombardeos, con los que cada potencia busca avanzar su propia agenda, y una estrategia reducida a la acción militar, no son el antídoto a la devastación que arrasa las poblaciones de estos países. Pero ante una población que no está siendo masacrada solo por esas potencias a las que les gritamos que no lo hagan en nuestro nombre, lo urgente es decidir qué vamos a hacer para contribuir a una paz auténtica, e identificar con qué fuerzas y procesos nos solidarizamos además de reaccionar a los que no nos representan. La solución a los conflictos pasar por identificar a la totalidad de los responsables, y respaldar de un modo claro y explícito a las fuerzas democráticas de la región y sus aspiraciones de dignidad y justicia.

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