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¿Quién teme a Zohran Mamdani?

El alcalde electo de la ciudad de Nueva York, Zohran Mamdani.
6 de noviembre de 2025 21:47 h

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En 2015, el escritor Michel Houellebecq se atrevió a dibujar en 'Sumisión' la Francia de un futuro cercano. Mohammed Ben Abbes, un líder carismático musulmán, se convertía en 2022 en el presidente de Francia ante el derrumbe de los partidos tradicionales y la necesidad de cortar el paso al Frente Nacional. La novela, una distopía sobre la decadencia de Europa, condensaba las pesadillas de una parte de las élites occidentales y del ala más reaccionaria de sus pueblos. Aquella fantasía inspirada por el terror al enemigo interior, hoy encuentra un revés feliz en Nueva York. 

Zohran Mamdani, inmigrante ugandés de 34 años y ciudadano estadounidense de pleno derecho desde hace solo ocho, y miembro de los Democratic Socialists of America, ha ganado las elecciones a la alcaldía de la capital económica y cultural de los Estados Unidos con más del 50% de los votos. En una gran noche para los demócratas, que también se impusieron a los republicanos en los Estados de Virginia y Nueva Jersey, Mamdani obtuvo un resultado histórico.  

Nadie había logrado superar la barrera del millón de votos en Nueva York desde 1969 cuando lo hizo John Lindsay. Nadie le esperaba hace apenas un año, cuando las encuestas solamente le otorgaban un raquítico 1% de los apoyos. No solo se ha convertido en el primer alcalde musulmán de la historia de la ciudad, sino que será el primero en décadas en reclamarse abiertamente socialista. 

Mamdani ha conseguido lo que parecía imposible. En pleno segundo mandato de la Administración Trump, ha levantado una coalición de personas trabajadoras y de clase media, multirracial y de diferentes orígenes culturales, comprometida contra el genocidio del pueblo palestino y que no tiene miedo a que les llamen socialistas. Sin duda, la gente joven ha sido un motor decisivo en esta alianza. No ha ganado solo gracias a una personalidad carismática, un afinado sentido del humor y un extraordinario equipo de comunicación, sino que ha construido un movimiento de más de 100.000 personas voluntarias, organizadas manzana por manzana, puerta a puerta, como respuesta a la crisis del poder de compra –especialmente, la vivienda–, la injusticia racial y el agotamiento del establishment. Lo que no deja dormir a sus adversarios no es quién es Mamdani, sino lo que su victoria hace posible. Como él mismo ha dicho en el discurso de su victoria, “lo que aterroriza a un déspota, como Trump, es desmantelar las condiciones que le permitieron nacer”. 

En una Nueva York exprimida por la especulación inmobiliaria y agotada por las exigencias que el capitalismo financiero impone a la vida cotidiana, ha reafirmado su compromiso con una ciudad para quienes viven, trabajan y sueñan en ella. “Nueva York no está en venta”, repitió en su mitin en Queens, rodeado de los demócratas Bernie Sanders y Alexandra Ocasio-Cortez. En el fondo, Mamdani recupera de la tradición rooseveltiana el propósito fundamental de la democracia. No se trata simplemente de contar votos cada cuatro años para seleccionar élites, sino transformar los privilegios de unos pocos –“oligarcas”– en derechos para todo el mundo. Ha apelado con éxito a esa irresistible fuerza moral, porque su victoria se ha producido, cuando los multimillonarios y sus expertos auguraron el colapso económico si ganaba el candidato equivocado. El propio Donald Trump, desde la Casa Blanca, amenazó con retirarle los fondos federales a la ciudad de Nueva York. Esos mensajes, que hace unos años “los mercados” enviaban de manera más sutil, hoy es el propio Presidente de EEUU quien los repite sin rubor. En Argentina, por desgracia, esas amenazas ayudaron a entronizar a Milei; en Nueva York se estrellaron contra la alianza ciudadana, liderada por Mamdani. 

La campaña de miedo ha ido cambiando de escala a medida que crecía su apoyo. En un primer momento, se cuestionó su supuesta juventud. ¿Cómo podía un hombre de 34 años y sin ninguna experiencia de gestión dirigir una metrópolis de nueve millones de habitantes? Sus propuestas centradas en la crisis del coste de la vida como la congelación de alquileres, el transporte público o las escuelas infantiles gratuitas se tacharon de utópicas. Según sus críticos, eso solo era posible en la lejana Escandinavia o en Seúl, a pesar de que el programa de los demócratas consiste en una serie de medidas socialdemócratas y quiere ir solo hasta la vecina New Jersey para imitar su política impositiva. Por supuesto que el verdadero problema nunca fue la falta de experiencia, sino la amenaza que representaba para los intereses del dinero.

Cuando las encuestas comenzaron a apuntar a una victoria segura, irrumpió el miedo al socialista. Mamdani fue acusado de “comunista” y “rojo”. Se trataron de revivir fantasmas del pasado, cuyo recuerdo es tristemente conocido en la historia de los EEUU con episodios como las persecuciones a militantes socialistas durante principios del siglo XX o, posteriormente, en el macartismo. Se realizó un escrutinio a fondo de su cuenta en X para recuperar sus críticas pasadas a la policía por su racismo institucional o a la estatua de Cristóbal Colón en el contexto de las movilizaciones del Black Lives Matter. 

En la recta final de la campaña, sus adversarios trataron de recuperar el clima de histeria y miedo posterior a los atentados terroristas de las Torres Gemelas, con el objetivo de utilizar aquella tragedia y el dolor de las víctimas como argumento último. El gran Otro de los Estados Unidos de principios del siglo XXI volvía a hacer acto de presencia. En el debate entre candidatos, Andrew Cuomo le acusó de negar el derecho de Israel a existir y de ser un partidario de la “intifada global”. Por su parte, Mamdani no se amilanó e hizo una defensa abierta del derecho de las personas musulmanas a ser conciudadanos de Nueva York como cualesquiera otras. Siempre defendió con convicción sus posiciones políticas, ofreciendo diálogo a quienes pudiesen tener dudas u opiniones diferentes. 

Sin embargo, la triple campaña de miedo ha revelado más sobre sus adversarios que sobre el objeto de sus iras. Mamdani ha mostrado que la verdadera fractura neoyorkina no pasa por las diferencias entre la izquierda y la derecha, sino entre los oligarcas que se benefician del statu quo y la mayoría de los ciudadanos que ya no pueden vivir dignamente en su propia ciudad. No ha cambiado el rumbo ante las críticas, ni ha convertido su campaña en un discurso autorreferencial sobre su sufrimiento. Ha escapado tanto del victimismo como del apaciguamiento ante los ataques. Mamdani sabe que su mayor fortaleza no es quién es, ni las etiquetas que le han intentado colocar sus adversarios, sino que tiene una agenda de futuro. Y si ese plan le da miedo a alguien es sobre todo a los grandes representantes del dinero y a los magnates inmobiliarios y financieros como Trump. 

Waleed Shahid, estratega y portavoz de la plataforma Justice Democrats, ha relatado una anécdota que resume a la perfección el significado profundo de la campaña. Waleed cuenta que en la primera conversación que tuvo con Mamdani sobre su candidatura este tenía sobre todo un miedo. Existía el riesgo mortal de que los jóvenes, los árabes, los musulmanes, los taxistas y los voluntarios del DSA estuviesen tan descontentos con el Partido Demócrata que fuese imposible simplemente ponerse en marcha para lograr su objetivo político. ¿Cuál era esa aspiración? Construir una coalición ciudadana suficientemente grande como para derrotar al establishment con un candidato contrario al genocidio palestino y que se enfrentase de forma decidida a la crisis del coste de la vida. Mamdani no quería principalmente hacer vídeos divertidos o incluso ganar, sino reconstruir la relación de la ciudadanía con la política – quiénes votan y por qué lo hacen–.

Diez años después de 'Sumisión', la pesadilla de Houllebecq ha resultado ser el sueño de millones de personas en todo el mundo. Un socialista musulmán es el alcalde de la ciudad más capitalista del planeta y se empieza a vislumbrar en el horizonte la posibilidad de una derrota del trumpismo en las elecciones de medio término. La lección más importante para la izquierda global es recordarnos en qué consiste la política y la promesa original de la democracia. Además, en una época oscura y saturada de pesimistas y escépticos, Mamdani demuestra que la esperanza puede venir de donde menos la esperamos. 

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