'Crónicas secretas de la Guerra Civil en Cantabria' propone un acercamiento a uno de los momentos socialmente más traumáticos y disruptivos de la historia reciente, y lo hace mediante un puzle de secuencias históricas reforzadas por abundante documentación gráfica y visual, en muchos casos totalmente inédita. Estos artículos abordan numerosos acontecimientos y situaciones que nos ayudan a entender una etapa tan cercana como oscura, todavía hoy llena de episodios desconocidos y poco explorados, y forman parte de un extenso trabajo de investigación en formato de libro firmado por el sociólogo, editor y escritor Esteban Ruiz.
La influencia creciente de los medios de comunicación: panfletos y soflamas de radio como armas de guerra
En las primeras décadas del siglo XX, la comunidad campesina y patriarcal de Cantabria, cimentada sobre valores tradicionales y actitudes conservadoras, evolucionó hacia una sociedad de masas, urbana, con un incipiente sentido de clase, y portadora de nuevos valores a través de los cuales se identificó con otro mundo exterior a la propia región. La prensa escrita y la radio se convirtieron en los dos grandes medios de comunicación social de ese nuevo tiempo. Su control, manipulación y difusión fueron objeto del interés del poder económico, el poder político y el eclesiástico, plenamente conscientes de su capacidad de influencia.
La prensa diaria
El universo periodístico de la provincia reflejó con bastante precisión el amplio espectro ideológico de la sociedad de aquel momento. En el caso de los cuatro diarios de tirada regional, dos de ellos estuvieron claramente identificados con la causa republicana: El Cantábrico, de tradición anticlerical, el más moderno y más leído en la provincia, y La Región, más radical y de tendencia socialista, con una línea editorial de denuncia permanente de las maniobras de la derecha regional. Otros dos daban voz a las clases acomodadas: era el caso de El Diario Montañés, bajo la férrea autoridad del Obispado, abiertamente conservador y antirrepublicano, y La Voz de Cantabria, financiado por la Agrupación Regional Independiente, una coalición política que agrupó a la derecha santanderina y cuyos contenidos sirvieron a los intereses de la burguesía de la ciudad. Por su parte, algunos semanarios de ámbito comarcal como El Impulsor de Torrelavega, La Voz de Castro o el Ebro de Reinosa, fueron básicamente medios con voluntad de influencia política antes que proyectos empresariales con vocación informativa.
Tras el fracaso definitivo del golpe militar en Santander, toda la prensa regional quedó bajo el control de las autoridades republicanas, sirviendo de correa de transmisión para informaciones, consignas y disposiciones oficiales. A partir de ese momento, el pluralismo ideológico fue sustituido por la uniformidad y la censura previa. Las noticias y los artículos se centraron en los aspectos bélicos y reivindicativos de las organizaciones que conformaron el Frente Popular, tratando de mantener la tensión ciudadana, la moral alta y la confianza en la “inminente” victoria republicana. Además, una parte de sus páginas se emplearon a modo de estafeta para que los milicianos santanderinos se comunicaran con sus familias, dando cuenta de su estado de ánimo y salud desde los diversos frentes de guerra.
Tras el fracaso definitivo del golpe militar en Santander, toda la prensa regional quedó bajo el control de las autoridades republicanas, sirviendo de correa de transmisión para informaciones, consignas y disposiciones oficiales. A partir de ese momento, el pluralismo ideológico fue sustituido por la uniformidad y la censura previa
Fue en ese momento cuando el creciente triunfalismo, las exageraciones de los supuestos éxitos en el frente bélico y la ocultación de una parte de la realidad, se convirtieron en los rasgos cotidianos de la prensa regional, cuyo predominio callejero empezó a ser disputado por un universo de pasquines, boletines y órganos de información lanzados por las distintas organizaciones que conformaron el Frente Popular provincial.
La prensa del ejército, los partidos y las organizaciones juveniles
Con el estallido de la guerra se produjo una fuerte competencia entre las organizaciones políticas por su influencia en la opinión pública, iniciándose una carrera contrarreloj para disponer de órganos de expresión propios que fijaran su posición, tanto en los frentes como en la vida cotidiana de la retaguardia.
Dos fueron las cabeceras que actuaron como órganos de prensa dirigidos a los milicianos y soldados del Cuerpo de Ejército de Santander. La primera en aparecer fue Combate - Semanario para la frente, editada por la Secretaría de Propaganda del P.S.O. en el Norte de España. La segunda fue Consignas, un boletín del servicio de propaganda del Estado Mayor y Comisaría de Guerra de Santander, cuyo contenido fue elaborado exclusivamente por militares y comisarios políticos, para su distribución entre los diferentes batallones en la retaguardia y en el frente.
Por su parte, los partidos políticos lanzaron a la calle y distribuyeron en las trincheras numerosas publicaciones. El boletín más madrugador fue el de los comunistas, que el 7 de noviembre de 1936 volvieron a imprimir El Proletario, con el subtítulo de Semanario Comunista - Órgano del Partido Comunista de Santander. Sus contenidos estaban muy centrados en su lucha particular contra aquellos que disintieron de la línea política oficial, haciendo especial incidencia en sus adversarios tradicionales: los troskistas y los anarquistas. En sus páginas se prestó una singular relevancia a la situación del campesinado montañés, iniciando una importante campaña de proselitismo entre los agricultores y ganaderos de la provincia.
En febrero de 1937 fueron los anarquistas quienes sacaron a la calle Adelante! - Órgano de la Federación Comarcal Montañesa de las Juventudes Libertarias, que contó con la colaboración de importantes líderes como Jesús González Malo o Jenaro de la Colina, e incluso, del escritor Manuel Llano. Aunque su vida como publicación fue bastante efímera, sus artículos se centraron en aspectos teóricos y prácticos del anarquismo, en ámbitos como la educación, el debate siempre candente entre la conveniencia, o no, de simultanear la guerra y la revolución, o la situación de las condiciones de vida del campo montañés.
El órgano de expresión de la Federación Socialista Montañesa se denominó Recta. Una publicación con periodicidad mensual, de pequeño formato y gran extensión que, en sus páginas, defendió la legitimidad republicana y la línea de actuación del Consejo Interprovincial de Santander, Palencia y Burgos, cuyas tesis fundamentales fueron siempre la necesidad de cooperación entre los socialistas y los comunistas, la unidad de mando y la disciplina, el rechazo a ensayos revolucionarios paralelos a la guerra y el fomento del cooperativismo como elemento clave en la emancipación de la clase trabajadora montañesa.
Las Juventudes Socialistas de Santander, por su parte, gestaron Nueva Ruta, un periódico dirigido por un adolescente Eulalio Ferrer cuyo éxito popular resultó fulgurante. En muy pocos números, Nueva Ruta pasó de los 10.000 ejemplares iniciales, a los 25.000 que se lograron distribuir en febrero de 1937 mediante un sistema de venta alternativo al de la prensa tradicional, basado en suscripciones y en la distribución callejera directa por parte de los siempre activos militantes de JSU.
Un factor determinante que contribuyó a la expansión de Nueva Ruta (y que lo llevó a superar en ventas al resto de cabeceras regionales) fue la publicación en sus páginas de “listas negras” con los nombres de miembros de las familias santanderinas de derechas a los que se suponía simpatizantes del bando sublevado y desafectos a la República. Este “señalamiento” de los supuestos enemigos provocó la inquietud permanente de todos aquellos que temieron ver su nombre publicado en el boletín. Su inclusión en dichas listas fue percibida como una auténtica sentencia de muerte y, a consecuencia de ello, el semanario sufrió un asalto en mayo de 1937, que siempre se atribuyó a la quinta columna santanderina.
El derrumbe del Frente Norte en la prensa regional
En la primavera de 1937 la situación de la guerra se volvió más comprometida para los intereses republicanos. A partir de ese momento, cada repliegue militar se anunció en la prensa como una estrategia para asegurar posiciones más seguras; las noticias sobre el desmoronamiento del frente vasco y la caída de Bilbao se publicaron con varios días de retraso, minimizando lo detalles de la derrota, a pesar de que todo el mundo era testigo de la constante llegada de caravanas de huidos que buscaban refugio en la provincia.
A principios del verano de 1937 empezaron a escasear numerosos suministros básicos, entre ellos, la tinta de impresión y el papel. La precaria situación fue aprovechada por el delegado del Gobierno, el socialista Juan Ruiz Olazarán, para reforzar su propio liderazgo, y el 28 de junio dictó una orden por la cual prohibió la publicación de todos los periódicos de Santander y su reemplazo por una nueva cabecera concebida a modo de diario único: República. Con este intento de monopolio informativo se trató de unificar los mensajes de cara a mantener el espíritu de los milicianos en el frente de guerra, cuya moral de combate se iba resquebrajando progresivamente.
A principios del verano de 1937 empezaron a escasear numerosos suministros básicos, entre ellos, la tinta de impresión y el papel. La precaria situación fue aprovechada por el delegado del Gobierno, que dictó una orden por la cual prohibió la publicación de todos los periódicos de Santander y su reemplazo por una nueva cabecera concebida a modo de diario único: 'República'
En República solo quedó sitio para las consignas militares del Cuerpo de Ejército de Santander y los llamamientos desesperados de las organizaciones frente-populistas para la defensa de la región. A partir del inicio de la ofensiva, la lectura de sus páginas, pese a la censura y la ocultación, trasladó una imagen bastante precisa de la constante pérdida de posiciones por parte del ejército republicano. Los titulares se hicieron más grandes, y sus contenidos se transformaron en llamamientos a una defensa, épica e imposible, de una ciudad cuyos habitantes deseaban, mayoritariamente, acabar cuanto antes con el castigo a que eran sometidos por la aviación sublevada y mitigar el hambre y las privaciones que padecían. En los últimos días de guerra, la falta de papel fue tan grande que el diario redujo su tirada y dejó de repartirse por las calles, pegándose directamente en las paredes y los tablones de anuncios.
De República se publicaron 57 números, siendo el último el correspondiente al 24 de agosto, apenas tres días antes del colapso de Santander. La toma de la ciudad por los sublevados supuso el fin de toda una página de la historia de la prensa santanderina. Publicaciones de tanto prestigio y solera como El Cantábrico, La Voz de Cantabria o La Región nunca más volvieron a ver la luz, siendo reemplazados por el diario Alerta, editado por la Falange, en las instalaciones incautadas de El Cantábrico, y la reaparición de El Diario Montañés, de nuevo al servicio de los intereses del Obispado.
La radio
El impulso a la radiodifusión formó parte del proyecto de la II República para favorecer una política nacional que cerrase la brecha cultural debida a las desigualdades entre los habitantes del campo español y los de las ciudades. Como medio de comunicación de los nuevos tiempos, la radio incorporó a la ciudadanía al debate de ideas, al mismo tiempo que acercaba la información inmediata de los hechos y acontecimientos originados en cualquier lugar del mundo, por remoto que fuese.
Como medio de comunicación de los nuevos tiempos, la radio incorporó a la ciudadanía al debate de ideas, al mismo tiempo que acercaba la información inmediata de los hechos y acontecimientos originados en cualquier lugar del mundo, por remoto que fuese
En el año 1933, y tras muchos meses de pruebas, desde unos estudios instalados en la calle Fernández de Isla inició su actividad la primera emisora de rango comercial en la región: Radio Santander, con indicativo EAJ 32. Aunque en su ideario la emisora se autodenominaba como “apolítica y aconfesional”, la ideología de su impulsor, Eduardo Pérez del Molino, diputado a Cortes por la Unión de Derechas Agrarias, y más tarde diputado por la CEDA, la acercó a la prensa conservadora, y tanto La Voz de Cantabria como El Diario Montañés actuaron como propagadores y defensores de su actividad.
Los primeros oyentes de Radio Santander fueron unos pocos centenares de radioaficionados que captaron su señal mediante humildes sistemas de galena, o a través de los receptores de mesa en el caso de los hogares más acomodados. Desde el principio, su programación se basó en conciertos de música clásica y popular, programas de consejos médicos, charlas sobre agricultura o ganadería, reseñas literarias y espacios de noticias de carácter local y nacional en conexión telefónica con Madrid. Su agenda de emisiones constó de tres bloques diferenciados: el primero comenzaba a las 13:30 horas y finalizaba a las 15:00 horas; el segundo arrancaba a las 18:30 horas y acababa a las 20:00 horas, y finalmente, el tercero, se abría a las 21:00 horas para concluir a las 23:00 horas.
La publicidad, junto con las cuotas mensuales de los socios protectores adheridos (unos 650 en sus inicios) fueron sus únicas fuentes de ingresos. Los anuncios se emitieron en directo y de viva voz, desde el estudio; habitualmente en formato diálogo y a través de sencillas historias o recomendaciones.
El potencial de inmediatez de la radio obtuvo su pleno reconocimiento con el 17 de julio de 1936, al convertirse en el primer medio de comunicación nacional que anunció a la población la sublevación que se había producido en los cuarteles de Marruecos. De inmediato se desveló como un eficaz vehículo de propaganda e influencia en la opinión pública, tanto para los rebeldes sublevados como para los leales a la República. Sin estar aún claro el fracaso de la intentona golpista en la región, el mismo 18 de julio el Frente Popular procedió a la incautación de Radio Santander.
Por toda la provincia, la escucha clandestina de las emisoras de radio del bando sublevado se convirtió en una práctica cotidiana durante toda la guerra civil, formando parte de las rutinas de muchas familias
Para mejorar su influencia entre la población se instalaron altavoces en la vía pública de Santander, y se reguló la obligatoriedad de mantener la radio encendida en los comercios durante las horas de emisión de los partes oficiales de guerra. A partir de entonces, su programación se conformó a base de música, arengas militares, conexiones en cadena, y lectura de consignas y comunicados enviados desde el Gobierno Civil o el Ministerio de Gobernación. El propio líder del Frente Popular de Santander, Juan Ruiz Olazarán, comenzó a hablar cada noche desde la emisora santanderina para los radioyentes de Guipúzcoa, Vizcaya y Cantabria. Sus alocuciones, al igual que las de otros significados dirigentes provinciales, se entregaban a la prensa con la obligación de ser publicados al día siguiente en todos los medios regionales.
El enemigo interior también vivió pendiente de las ondas; en su caso, las noticias de los avances y conquistas de los sublevados llegaban a sus hogares y escondites a través de las ondas clandestinas, que también traían mensajes en clave, e instrucciones para las acciones de los grupos activos de la quinta columna regional. Esta actividad saboteadora trató siempre de ser neutralizada por la policía republicana, que se afanó por realizar un censo para el control y la incautación de los receptores de radio existentes en las casas de las familias consideradas como desafectas.
Además de su función de monopolio informativo y de aliento a la población, Radio Santander empezó a prestar una importante labor humanitaria mediante el servicio de Socorro. El estallido del conflicto en medio del verano dejó separadas a muchas familias en distintos puntos del país y la necesidad de tener noticias sobre su estado y su paradero pronto empezó a inundar las ondas de mensajes cruzados. Conforme la guerra avanzó, y los frentes se desplazaron, fueron los refugiados y los soldados en el frente quienes utilizaron con más intensidad este medio para dar cuenta a las familias de su estado de salud.
Finalizada la guerra, Radio Santander fue incautada y comenzó a emitir bajo el nombre de Nueva España, hasta que fue devuelta a sus anteriores propietarios en el año 1940.
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'Crónicas secretas de la Guerra Civil en Cantabria' propone un acercamiento a uno de los momentos socialmente más traumáticos y disruptivos de la historia reciente, y lo hace mediante un puzle de secuencias históricas reforzadas por abundante documentación gráfica y visual, en muchos casos totalmente inédita. Estos artículos abordan numerosos acontecimientos y situaciones que nos ayudan a entender una etapa tan cercana como oscura, todavía hoy llena de episodios desconocidos y poco explorados, y forman parte de un extenso trabajo de investigación en formato de libro firmado por el sociólogo, editor y escritor Esteban Ruiz.
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