Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El viejo camino de la injerencia
Nadie tiene más poder que un alcalde o alcaldesa. Un poder real, efectivo, pegado al terreno del día a día. Las posibilidades de control que tiene un alcalde sobre su territorio no las tiene un presidente de una comunidad autónoma o incluso de un Gobierno central. El alcalde es presidente del Ejecutivo y del Legislativo a la vez y su capacidad de actuación puede ser, si así lo quiere, vertiginosa. En su municipio, un alcalde es poco menos que un rey o un dios.
El alcalde 'legisla' y ejecuta, controla los debates y controla la información que sale del municipio, es un referente continuo en la vida de los vecinos y, como un puente, todo el agua pasa por él.
Traigo a colación esto porque estos días está surgiendo el debate sobre la aprobación del presupuesto de Cantabria de 2026 y las voces de algunos alcaldes del PRC, a la hora de demandar a su Ejecutiva un pacto con el Partido Popular para hacerlo posible, se han alzado de manera imperativa, por si cabía duda.
Miguel Ángel Revilla, secretario general del PRC, hace escasos días, en la comida de Navidad del partido, llamaba al orden a sus filas en el sentido de que ningún alcalde se dejara engatusar por los cantos de sirena del Partido Popular, al cual mandaba otro mensaje: dejen de inmiscuirse en la vida interna de otros partidos.
La propia configuración histórica del PRC ha hecho que este partido tenga una base muy amplia de barones municipales y hasta ahora ha sido sensible a la presión de sus alcaldes para aprobarle dos presupuestos al Partido Popular; pero este tercero, el de 2026, se le puede atragantar al regionalismo si renuncia a significarse como fuerza sólida para toda Cantabria, que no conciba Cantabria como un municipio de municipios, como un sindicato de alcaldes, sino como una ente político con personalidad propia y un programa autonómico que supere la barrera de cada ayuntamiento.
El Partido Popular, sabedor de que la fidelidad de unos alcaldes a unas siglas es relativa, siempre ha jugado con ello en corral ajeno, de lo cual tiene amargas experiencias en el pasado el PRC, con episodios de transfuguismo salvaje. Calentarle la oreja a los alcaldes con inversiones en sus municipios no es una manera elegante de jugar y dice mucho de la inseguridad de los 'populares', que confían más en el dinero de las inversiones que en su propia oferta política. Y llama más la atención cuando es el propio PP el que siempre ha sido muy escrupuloso con los cantos de sirena de otros partidos.
Hace escasos meses el propio Partido Popular, en Cortes, se felicitaba y amplificaba las opiniones críticas de barones socialistas cuando los juegos políticos con los nacionalismos (Ley de Amnistía, acuerdos con Bildu e independentistas catalanes), ponían en tela de juicio los pactos parlamentarios de Pedro Sánchez. Ahí el PP, encantado de hurgar en ojo ajeno, promovía la disensión interna en las filas socialistas, distinguiendo los “buenos socialistas” de los socialistas a secas, del mismo modo que el antifeminismo distingue el “feminismo bien entendido” del feminismo a secas.
En Cantabria es de sobra conocida la tentación de la derecha por hacerse con voluntades de otros partidos costase lo que costase. Ahora, no es tan descarada la apelación al egoísmo municipalista de los alcaldes, pero no por eso deja de ser una injerencia en toda regla en la vida interna de otro partido con el consabido y amplio apoyo mediático.
El PRC, que atraviesa esta legislatura en horas bajas, sigue siendo importante a la hora de propiciar estabilidad al Gobierno de María José Sáenz de Buruaga, pero no a cualquier precio. Tiene ante sí la disyuntiva de mantener su perfil como partido autonómico e incluso nacional, más allá de egoísmos municipales o arrojar la toalla y sacrificar toda expectativa de cosechar un amplio respaldo regional y, de paso, a su candidata autonómica, Paula Fernández.
Por parte del Partido Popular la situación no es menos paradójica. Se da el caso de que el mismo partido que desde hace dos años viene clamando por diversos motivos, entre otros por no disponer de presupuestos, la dimisión de Pedro Sánchez y la convocatoria de elecciones, ahora se ve en la tesitura de tener que aplicarse la misma medicina ante la posibilidad real de carecer de cuentas para 2026, con el añadido del ejemplo que les están marcando al respecto territorios como Extremadura y Aragón, que sí convocan elecciones.
María José Sáenz de Buruaga ha dicho que no le “tiembla la mano” a la hora de convocar elecciones, incluso aunque solo disponga de un año de legislatura por delante. Sin embargo, la mejor manera de no tener que hacerlo es negociar, lo que se conoce es una tarea ardua que le supera. Ir por el camino viejo, entrando en otros partidos por la puerta de atrás, desestabilizando a un potencial socio, puede ser pan para hoy pero hambre segura para mañana porque estas cosas se pagan. Si el PP no se sienta a la mesa con una oferta realista de pacto en términos supramunicipales solo le queda convocar elecciones o parecerse cada vez más a su tan criticado Pedro Sánchez.
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