Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Ciudadanos, ¿suma o resta?: las cuentas de Moreno para reeditar el Gobierno de coalición en Andalucía

Juan Manuel Moreno en el reciente acto de conmemoración de Bodegas Barbadillo, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)

Daniel Cela

2

La convocatoria exprés de primarias para elegir al candidato de Ciudadanos a la presidencia de la Junta de Andalucía ha reabierto otro debate que, en realidad, nunca se cerró del todo. Los partidos que cohabitan en el Palacio de San Telmo –PP y Cs– aspiran a reeditar la fórmula de Gobierno de coalición que expulsó al PSOE andaluz del poder después de 37 años. Así lo ha expresado el presidente andaluz y líder regional de los populares, Juan Manuel Moreno, y su vicepresidente y líder regional naranja, Juan Marín. Lo que están calibrando ahora, con la mesa llena de microdatos y encuestas de intención de voto, es si la mejor vía para reeditar ese gobierno es concurrir por separado a las elecciones andaluzas de 2022, como hicieron hace tres años, o conformar una candidatura conjunta.

“El punto de partida, ahora mismo, es ir por separado a las andaluzas, cada uno con sus siglas y su proyecto político. Pero de aquí a la convocatoria, todo está abierto. Se optará por la fórmula que garantice mejor el objetivo de reeditar el Gobierno de coalición en Andalucía”, explican fuentes de la dirección de Cs. Entre los populares, quien más claro ha hablado de esta opción ha sido el propio presidente de la Junta. “Nosotros tenemos un proyecto político con mucha personalidad y trayectoria histórica, pero estoy dispuesto a sumar. Este esfuerzo por Andalucía supera a cualquier partido político”, dijo Moreno en una entrevista con el diario Ideal, a 24 horas del congreso del PP que revalidó su liderazgo.

La coalición electoral tiene defensores y detractores en las dos formaciones. Los analistas consultados coinciden en que la fórmula tiene más interés ahora para Cs “porque sus datos demoscópicos apuntan a la intrascendencia política”; pero también coinciden al explicar por qué Moreno, con todas las encuestas a favor, mantiene viva la opción de una candidatura conjunta. “Moreno aspira a una mayoría holgada, pero aún no le salen las cuentas para garantizarse un gobierno en solitario. En 2018 hubo 400.000 votantes que abandonaron al PSOE para castigar a Susana Díaz, fue una abstención punitiva, pero ahora parte de ese electorado se reactivará para apoyar a Juan Espadas”, explica Ángel Cazorla, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Granada. Las encuestas que pilotó Cazorla tras las andaluzas de 2018 dejaron una conclusión: “Una parte de los que dejaron de votar al PSOE admitieron que lo habrían vuelto a apoyar de haber conocido el resultado posterior [Gobierno PP–Cs con apoyo de Vox]”.

Alejar la imagen “de señoritos”

El mayor riesgo de formar coalición, dicen en San Telmo, es que en estos tres años de legislatura PP y Cs “se han mimetizado” en el Gobierno. A esa mimesis, otras fuentes próximas a Moreno lo llaman “absorción”. Sea como fuere, ambos comparten un proyecto político –reeditar el Gobierno– y sus diferencias programáticas son hoy menos visibles que en 2018. Ambos beben de la misma base electoral –un votante de centro y moderado–, pero sus apoyos se distribuyen geográficamente de forma distinta. Los naranjas apenas tienen apoyos en el entorno rural, su fuerza está en las capitales y en las ciudades medias, mientras que el PP cuenta con un voto más transversal que ha sabido ensanchar desde que está en el poder. “El gran reto de Moreno era normalizar al PP y a la derecha en Andalucía, alejarla de la imagen de señoritos, y lo ha logrado”, dice Cazorla. Esos microdatos que rastrean el apoyo de ambas fuerzas, pueblo a pueblo, es lo que decidirá en última instancia si concurren juntos o separados.

PP y Cs quieren continuar con el Gobierno de coalición que expulsó al PSOE del poder después de casi cuatro décadas, pero los sondeos internos pronostican un reparto de fuerzas menos equilibrado que en 2018. Entonces, el PP tocó suelo electoral con el peor resultado de su historia: un 20,75% de votos (749.275 papeletas) y 26 diputados [llegó a alcanzar los 50, a cinco de la mayoría absoluta]; y Ciudadanos rozó el sorpasso [lo lograría en las posteriores generales] con un repunte histórico, de nueve escaños a 21 (659.631 votos, un 18,27% del escrutinio).

La mayoría de las encuestas publicadas sitúan al partido naranja muy lejos de aquel resultado, próximo a tres o cuatro diputados, lo cual le impediría tener grupo parlamentario propio. El barómetro del Centro de Estudios Andaluces (Centra), financiado por la Junta, es el más optimista de todos: otorga el 38,3% de los votos y entre 47 y 51 escaños al PP, y el 8,3% del escrutinio (siete escaños) a Ciudadanos, dejando a los socios a sólo un diputado de la mayoría absoluta [55].

Todos los análisis que parten de San Telmo giran en torno a la debilidad del partido naranja, tratando de calcular si resistirá el abrazo del oso de los populares, si aún pueden amortizar su gestión en el Gobierno ante sus simpatizantes, si llegan a un espectro de la sociedad que aún es reacio a votar al PP. El margen de cálculo es estrecho, porque Moreno ha consolidado un perfil moderado y de centro liberal que antes monopolizaban los naranjas. Con candidatura conjunta o sin ella, otra de las razones que alinean a los socios es su interés por no depender de Vox en el próximo Gobierno. La ruptura con la extrema derecha, que ha sido su aliada de legislatura hasta hace poco, marcará el cariz de la campaña, en la que PP y Cs se desmarcarán del partido de Santiago Abascal, mientras todo el arco de la izquierda pondrá el acento en subrayar su dependencia de la ultraderecha.

Este desmarque de un Vox que aún no ha elegido candidato a las andaluzas –aunque mantiene en el candelero a la diputada nacional Macarena Olona– también forma parte de la estrategia de moderación de Moreno, y le aleja del rumbo ambivalente que ha marcado Casado, cuyas cábalas para llegar hasta la Moncloa cuentan necesariamente con los votos del partido de Abascal.

Convencer a Casado

Cuando resuelvan este dilema de la candidatura conjunta PP–Cs, vendrá el siguiente capítulo, más complejo, que consiste en convencer a Pablo Casado para que autorice una operación en Andalucía que no encaja con su estrategia nacional de fulminar a Ciudadanos absorbiendo a sus dirigentes, cargos públicos y puestos intermedios de la formación naranja. Esa OPA hostil que emprendió la dirección nacional del PP tras la moción de censura fallida en Murcia y las elecciones en Madrid, pilotada por el secretario general, Teodoro García Egea, y su fichaje estrella, el ex secretario de Organización de Cs, Fran Hervías.

La decisión de conformar una alianza electoral PP y Cs en Andalucía necesita el aval de las ejecutivas nacionales de ambos partidos, según consta en sus estatutos. La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, ignoró los guiños del PP en el pasado, cuando su formación estaba más robusta; incluso llegó a zanjar el debate de raíz cuando lo abrió el propio Marín. Hace unos días Arrimadas visitó Sevilla, volvió a plantear que la fórmula de éxito pasaba por reeditar el Gobierno de coalición, y dejó la puerta abierta a “explorar” otras vías para alcanzarlo. Se entendió como una referencia velada a la candidatura conjunta con el PP, aunque no hiciera un ofrecimiento explícito, como sí ocurrió antes de las elecciones catalanas. El equipo de Casado ya dio un portazo entonces y ahora ha vuelto a expresar sus reticencias sobre el escenario electoral andaluz.

El PP nacional quiere capitalizar todo el éxito de Moreno en las andaluzas, y eso incluye terminar de fagocitar a Ciudadanos antes de las generales. Andalucía quedó fuera de esa estrategia de OPA hostil. Moreno y Marín levantaron un muro virtual en Despeñaperros para “encapsular” su relación y proteger a su Gobierno de coalición de las disputas que sus respectivos líderes nacionales mantenían en el resto del país. Se firmó una addenda al acuerdo político que habían consensuado tres años atrás, y que incluía dos puntos nuevos: ambos partidos se comprometían a no aceptar ni promover el trasvase de cargos públicos y dirigentes del contrario; y ambos se comprometían a intentar agotar la legislatura. La excepción andaluza, como se llamó entonces, sigue vigente meses después, aunque todas las encuestas dibujan una tendencia al alza del PP y un desgaste paulatino de Cs.

Después de todo, es el propio presidente de la Junta quien más ha insistido públicamente en reanimar el cuerpo político de sus socios e insuflarles esperanza, argumentando que el techo electoral para lograr representación en Andalucía es más bajo que en el conjunto de España [un 3% del escrutinio en lugar de un 5%]. Moreno resucitó la idea de la candidatura conjunta a las puertas del congreso del PP andaluz celebrado en Granada. Y él mismo fue quien colocó a Marín en el centro de la convención popular para rescatar su figura de la lluvia de críticas del PP y de Cs, a consecuencia del polémico audio en el que se le oyó confesar a los miembros de su grupo parlamentario que aprobar un Presupuesto en año electoral “es estúpido”.

Marín es el candidato oficialista de Ciudadanos, con apoyo de Arrimadas, para la presidencia de la Junta de Andalucía. Es la tercera vez que se presenta a unas primarias: la primera fue en 2015, cuando arrancó la legislatura en la que los naranjas apoyaron al Gobierno socialista de Díaz; la segunda fue en 2018, previo a formar la coalición con el PP. Ésta es la tercera, pero la primera que afronta con una contestación interna tan abultada, y con el partido descapitalizado de todo el peso que acumuló en los años anteriores. Cuenta con el respaldo de Arrimadas, pero la presidenta del partido también encara una enorme situación de debilidad interna –con 10 diputados en el Congreso y nula capacidad de influencia–.

El apoyo de la dirección nacional a Marín ha descabalgado a quien llevaba dos años postulándose en silencio, la consejera de Igualdad, Rocío Ruiz, pero también ha estimulado la candidatura de otro outsider, el diputado por Córdoba y ex senador, Fran Carrillo, que mantiene un abierto enfrentamiento con el vicepresidente andaluz desde que lo apartara de la portavocía adjunta de la Cámara el pasado verano. Carrillo ha presentado su candidatura a las primarias adelantando que son una “cacicada” por convocarse en mitad del puente de diciembre, con un fin de semana de por medio, y sin dar a conocer el censo de afiliados. El propio Marín, que es coordinador autonómico de Cs y miembro de la ejecutiva nacional del partido, ha asegurado que desconoce cuántos militantes tiene su partido en Andalucía y cuántos van a votar. “No lo sé, de verdad, yo estoy en temas de Gobierno, no en cuestiones internas”, ha explicado este jueves en Canal Sur radio.

La dirección nacional de Cs explica que los servicios jurídicos recomiendan no dar a conocer el censo de afiliados porque vulnera la Ley de Protección de Datos, pero cuando se le reclama el número de los militantes con derecho a voto en estas primarias, remiten al propio Marín, que dice desconocerlo. Después de mucho insistir, el vicepresidente ha estimado que son “alrededor de 4.000 afiliados” en Andalucía el pasado enero. En las primarias de 2018 fueron 6.500. Desde la candidatura de los llamados Renovadores, y la del propio Carrillo, estiman que el censo ha caído por debajo de los 2.000 militantes, “razón por la que la dirección andaluza no quiere ofrecer los datos actualizados”.

Etiquetas
stats