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Día 10 en estado de alarma: el telecolegio

El 80 % de los escolares del mundo está sin colegio por el coronavirus

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El telecolegio suena igual de bien que el teletrabajo pero casi todo el rato sólo suena.O teletrabajas o teleenseñas. No cabe la conciliación en tiempos del coronavirus, por raro que parezca. Se agradece el esfuerzo que, estoy seguro, una mayoría de profes están haciendo por enviar deberes telemáticos a los alumnos (no valen enlaces de youtube) y mantener el ritmo normal de clases. Supongo que puede funcionar con los que ya tienen una edad pero con los más pequeños funciona una milésima parte del día (desde mi perspectiva) y todavía no hemos conseguido que nos envíen un holograma de la seño, así que el telecolegio es paradójicamente presencial en esta casa y toca estar encima para guiar sus tareas.

Lo que está claro es que el confinamiento y las tareas del cole supongo que funcionarán mucho mejor en las casas en las que uno de los progenitores no trabaje. Un completo (dos teletrabajos y dos niños que viven en un eterno fin de semana) merece que venga un tipo, mascarilla de las suyas incluida, y tatúe gratis a fuego la palabra “paciencia” y, sobre todo, “la salud es lo importante”. (La ventana y el telecole de Javi)

Instituto modo ON

Ocho de la mañana. Activado modo ON. Pantalla del ordenador encendida, móvil encima de la mesa, horario de clases pegado en la pared, para no perder puntá. Hoy toca flauta, a primera hora. Y él, aplicado y responsable que es en todo, se ha puesto a ensayar con mucha fruición y ganas. Dos horas. Dos.

Lo de la cuarentena es lo que tiene. Que entiendes el cielo ganado a pulso (y toque de flauta) de los profesores y las profesoras. Pero también te solidarizas con esas personitas a medio hacer que tenemos en casa. Porque realmente estos niños son unos héroes. Hace solo una semana que empezaron con la educación por pantallas, y la verdad es que están a tres horas de mates virtuales (y tres más de flauta) de convertirse en los ¨Bills Gates“ de su generación.

Lo que me sorprende es que este “tele instituto”, que en principio me parecía que los iba a aislar, ha sacado de ellos la necesidad de comunicarse unos con otros. Ahora, más que nunca, son verdaderos animales sociales. Lo preguntan todo, buscan todo, debaten todo, acuerdan todo. Se reúnen por videoconferencia para explicarse los temas, para rapear (y digo bien, rapear) la tabla periódica de los elementos o para negociar con sus profes las tareas vespertinas. Y eso es una cuestión que además de resultar curiosa, podría dar para alguna que otra tesis doctoral post encierro. Están aprendiendo a ser autónomos, responsablemente autónomos.

Mientras escribo esto, lo escucho hablar sobre ecuaciones de segundo grado y, de repente, un “esperad que le pregunto a mi madre”, me congela la sangre. Tan rápido como me dan las teclas, busco y me estudio un tutorial en Youtube sobre el tema. Y, entonces, sale de su habitación, bocata en mano (es su media hora de recreo), risa perfecta, llega a mi lado y me dice: “era broma mami, ya las hemos resuelto”. Me guiña un ojo, se da media vuelta, vuelve a su habitación, y de lejos, lo escucho conjugar, en alto, el futuro perfecto del verbo “salir”.

“Tele”

“Tele” es una partícula que proviene del griego y significa lejos, a distancia. De ahí los dos términos que más usamos últimamente : Teletrabajo y tele escuela o tele cole. Mi amiga Inma, que es profesora de instituto y tiene dos mellizos de 15 años, me cuenta que ahora tele trabaja y trabaja con sus hijos en casa, dos por el precio de uno. Pero no todos los alumnos tienen padres con la formación suficiente para poder estudiar con ellos ciertas asignaturas.

Mi hija tiene 29 años y vive ya en su casa independiente, eso que gana, porque si la tuviera que tele escolarizar yo ahora las matemáticas las iba a llevar regular, nunca han sido mi fuerte las ciencias. Si voy a un bar y pido una cerveza odio cuando me dicen “te pongo una de tercio o prefiere usted un quinto”. Siempre dudo cuál contiene más cerveza y acabo pidiendo una lata por salirme por la tangente, que no es otra cosa más que la recta que toca en un punto a una curva o a una superficie.

“Yo muy bien, ¿Y tú?”

(La ventana de Pilar) Hoy no me he asomado todavía a la ventana y ya es más de medio día. Hoy me he levantado desanimada y no es propio de mí que siempre veo el vaso medio lleno y eso que ayer estuve tomándome una cervecita, virtual, con mis amigas y ellas siempre animan. Hoy he llegado al límite de ver tanta ira, exabruptos y comentarios de trazo grueso en las redes sociales. Hay grupos de whatsapp que hace ya varios días que no abro.

Como todos los días, laborables, a las 9 de la mañana estoy sentada en el ordenador buscando posibles campañas con las que podamos tirar, a duras penas, mientras dure la crisis, y que nos permitan la supervivencia una vez que termine. Llamadas, búsqueda en las plataformas de contratación públicas, mails…y mientras, las notificaciones de las rrss (ya me las he quitado del portátil para poder trabajar con tranquilidad) con insultos al gobierno, las feministas tenemos la culpa de todo, si no los criticas es que los defiendes…

Cuando me doy cuenta son las dos, no tengo la comida hecha, no tengo previsión de ingresos y estoy de mala leche, pero entonces me acerco al cuarto de mi madre y desde la puerta le digo ¿todo bien? y la veo con el periódico entre las manos, más de cuarenta años leyéndolo, diariamente, desde la primera a la última página, con una serie en la televisión, y me dice “muy bien y tú”, y se me quita la angustia, y me digo, otro día menos para que esto acabe y le digo a mi marido: “Ve pelando patatas que yo saco hoy a Ron”.

Preparados

Yo no sé quién dijo eso de que en Andalucía no estábamos preparados para la enseñanza a distancia: para dos niñas, en menos de 48 horas me tuve que descargar el Google Meet, el Classroom, el Whereby… Súmale a esto los chats de padres. Se les ha dado por montar vídeos con las cosas que hacen nuestros hijos en sus encierros para mandárselos a los pobres profesores, y por debates estériles porque por lo visto el Ministerio de Educación ha decidido ya que este curso se repite entero y también que se va a aprobar por la cara, que la cosa está en estos momentos en los dos extremos.

El caso es que el telecole es agotador. Manda tareas la tutora de infantil, el tutor de primaria, la academia de inglés y, desde el conservatorio, el de instrumento, el de coro, el de agrupaciones y la de lenguaje musical (“que no digas más solfeo, mamá”). Hasta la de educación física manda sus PDF con propuestas de yoga, ping pong, saltar a la comba, diábolo…. Que digo yo que habrá espacio para todo eso en su casa.

Y llega la hora de conectarse (“mamá, no digas videoconferencia, ¿eso qué es?”). Y claro, recoge un poco que luego se ve todo, y no solo en una estancia, sino en dos, que hay sesiones en las que coinciden las dos crías. ¿No tenías suficiente? Pues, bienvenido canal Clan con sus clases. Confieso que estas me enganchan hasta a mí. Hoy tocaba sociales, y las niñas se han hecho un divertido viaje por las banderas del mundo del coronavirus.

Como dicen algunos, la que mejor me viene esa la equivalente a educación para la ciudadanía cuando estás en modo Estado de Alarma: tareas domésticas. Es rato en que las mando a limpiar el polvo de los rodapiés, meter el tubo de la aspiradora por debajo del sofá y todo lo que requiere agacharse mucho, y descubro que mi madre me ordenaba a mí hacer todo lo que a ella le daba una pereza tremenda. (Olga)

¿Qué hace en la guardería?

¿Cómo enseñan a los niños en una guardería? Mario ha incorporado a su rutina diaria el emparejamiento de letras. Las busca entre los imanes y luego en la alfombra. En lo de emparejarlas tiene éxito; en identificarlas, psé. ¿Es todo cuestión de insistir? También ha añadido una nueva pregunta a su particular camino al sueño: “¿Hoy qué día es? ¿Lo decimos en inglés?”. No sé si vale como fórmula de educación a distancia, pero es que a un niño de dos años hasta ahora no le ponían deberes.

Ha tenido que llegar a nuestras vidas un ser minúsculo y poderoso para que me dé cuenta de que no sé qué hacía mi hijo en la guardería. Al recogerlo por la tarde yo le preguntaba. Siempre había comido “papas” y había jugado con los coches. A veces añadía algún episodio, como que Lucas tal o la seño cual.

Luego, ya en casa, te soltaba una palabra desconcertante con su etimología: “Eso lo dice Teresa”. Al rato te volvía a sorprender: levantando la silla, recogiendo todo antes de marcharse del salón. Lleva diez días de encierro y ninguna bronca reseñable. Me esperaba otra cosa. Sigo sin saber lo que hacía en la guardería, pero ya conozco el resultado. (Néstor)

Ventanas luminosas

Por mucho que estos días mire por las ventanas de las habitaciones de mi casa, las ventanas que me paso gran parte del día mirando son las del ordenador. La ventana de los grupos de WhatsApp con mis compañeras. La ventana de la bandeja de entrada del correo electrónico. La ventana de la plataforma virtual donde hemos, en tiempo récord, creado aulas virtuales para llevar nuestro centro a cada una de las casas de nuestros alumnos. Yo soy profesora, pero un poco particular. Trabajo, en Sevilla, con niños con Altas Capacidades Intelectuales.

Desde esas ventanas veo a mis compañeras dando todo lo que tienen y más. Veo a padres que nos escriben, agradecidos y emocionados. Pero sobre todo, mi visión favorita hasta la fecha es ver a mis niños de Ingenia y de Bright Team. Ver las creaciones que nos mandan, ver cómo se elogian entre ellos por el trabajo hecho, ver cómo resuelven problemas de lógica, ver cómo trabajan en los retos que les proponemos…y suplo el no tener una ventana delante de mi mesa de trabajo con otro tipo de ventanas. Éstas están en el ordenador, pero no se engañen; dan mucha luz. (Irene)

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