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El voto útil
Siempre me ha preocupado la idea del “voto útil”, como si dependiendo de a quién se otorga resultara de utilidad o, por el contrario, se perdiera en la nada. Pero en estas pasadas elecciones me ha llamado la atención que quienes han criticado tradicionalmente la llamada a ese “voto útil” cuando se hacía desde otros partidos, en esta ocasión lo hayan reclamado para ellos.
En Democracia todos los votos son útiles, esa es su grandeza, aunque no nos beneficien de forma directa.
No debemos confundir la utilidad de la decisión con la instrumentalidad de la conveniencia. Es cierto que los votos no resultan de utilidad para el proyecto de los partidos que no los reciben, pero sí lo son para la sociedad en cuanto reflejo de la diversidad y de la necesidad de construir una convivencia con todas las posiciones y para todas las personas, así como para indicarle a los partidos cómo y por dónde han de trabajar para poder alcanzar su proyecto. Interpretar la pluralidad de la sociedad a través de la necesidad de encajar las ideas y valores individuales en la casilla de los partidos es un error, la sociedad es mucho más variada y compleja que las opciones que representan los partidos, por eso se equivocan al interpretar los resultados. Lo ha demostrado el PP en la lectura que hizo de su mayoría absoluta, y lo demuestran desde la izquierda quienes creen que las posiciones conservadoras son consecuencia de la confusión.
No se puede ganar el voto sin ganarse al votante. Los partidos llevan años equivocándose (algunos más que otros), al intentar conseguir el voto sin tener al votante comprometido con su proyecto. Y luego pasa lo que pasa, y en cuanto cambia el escenario o llega otro con promesas más interesantes o con un mensaje más atractivo, el voto vuela como lo hacen las hojas de papel al abrir la ventana al aire revuelto de la mañana.
La izquierda se equivoca cuando intenta disputarle el poder a la derecha utilizando sus propias armas y argumentos. Ahí siempre saldrá perdiendo, y es lo que hemos visto cuando todo el debate ha girado alrededor de los temas que el neoliberalismo considera “importantes y trascendentes”. Por supuesto que la economía, el paro, la UE… lo son, pero no más que la Igualdad, la dependencia, la violencia de género, los refugiados, la sanidad, la educación… Entrar en ese debate y no entrar en el otro lleva a los resultados que ya conocemos, da igual que las elecciones sean en invierno, en verano, en primavera o en otoño.
“La transversalidad no es acapararlo todo”
No debemos olvidar que una parte de la sociedad es conservadora desde el punto de vista vivencial, no ideológico, y en épocas de incertidumbre, de amenazas interesadas y de miedos de diseño, el cambio se presenta como un riesgo y el progreso como un viaje a lo desconocido. En estas circunstancias, hablar de lo inmediato como algo diferente a lo conocido sin cambiar el escenario genera más confusión que ilusión, y eso se traduce en más conservadurismo, no en más progreso.
La izquierda debe de hablar de un modelo de sociedad levantado sobre otros valores, no sólo de otra distribución de recursos, espacios, tiempos y personas; pues sin ese nuevo escenario que dé sentido a las nuevas propuestas todo aparecerá desordenado y todo el mundo desubicado. Y ello exige un enunciado objetivo de su modelo, unas ideas definidas y unos valores claros que impregnen el proyecto y le den sentido y trascendencia más allá de las propuestas concretas. La transversalidad no es acapararlo todo con mensajes huecos, sino llegar a todo con tus ideas y valores para influir sobre él. El destino no está en la propuesta, sino en su logro, y para ello ha de ser factible en las circunstancias de partida, no en el sueño del final.
La realidad no se cambia bajo el resplandor de los fuegos artificiales, este puede atraer la atención durante un tiempo según brillen más o menos y según se mantengan un tiempo mayor o menor en el aire. La realidad se cambia iluminando el camino con hogueras que muestren por dónde y hacia dónde avanzar, aunque sean pequeñas fogatas.
“La derecha no necesita ganarse al votante”
La izquierda debe entender que su principal enemigo es el tiempo que supone la tradición y el conservadurismo, así como abandonar el mensaje “anti-derecha” para hacer propuestas en positivo sobre su modelo, y ello requiere invertir en esfuerzos para alcanzar un futuro como una realidad diferente, no sólo como un tiempo distinto. Si cambia el tiempo sin que nada más cambie no es futuro, tan sólo una prolongación del presente.
La derecha lo sabe, por eso juega con los días y con el miedo, ella no necesita ganarse al votante, ya lo tiene como parte de esa sociedad vivencialmente conservadora, por eso sabe que sus votos les son “útiles” y por ello les beneficia tanto la abstención. Porque esos votos son “útiles” para la desigualdad, el machismo, la economía empresarial, la educación tradicional… que son quienes han ganado estas elecciones.
Sin izquierda sociológica no habrá izquierda política, podrá haber propuestas en uno u otro sentido, pero no un número suficiente de personas comprometidas con un nuevo modelo de sociedad, aun en las circunstancias cambiantes de la realidad.
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