En 2015, la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía cumple 25 años, 25 años que en la vida de una organización pequeña y sin grandes pretensiones ni infraestructuras es mucho tiempo. El 16 de noviembre de 1990 Diamantino García y un grupo de personas decidieron poner en marcha una asociación de carácter privado, sin ánimo de lucro, con la finalidad de reivindicar la plena vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos como instrumento de transformación de conciencias y de la propia sociedad.
Desde aquel momento, la Asociación decidió abrir varios frentes de lucha contra la violación de los derechos humanos, denunciando las repetidas transgresiones desde la libertad y la radicalidad, sensibilizando a la sociedad sobre la necesidad de asentar sus raíces sobre el convencimiento de que el respeto a los derechos fundamentales ha de ser la base en la que se asiente su fortaleza.
Era fundamental elegir bien nuestro campo de acción y nuestros compañeros de luchas y retos. Con esa finalidad seleccionamos varias áreas de actuación donde esperábamos encontrarnos con personas junto a las cuales podríamos empezar a trabajar.
Así optamos en un principio trabajar con las personas presas, que vivían su calvario particular, lejos de las miradas de la sociedad, sujetas a las veleidades de una administración que lo único que parecía pretender era esconderlas para que no molestaran, y cuanto más tiempo mejor. Empezamos a entrar en las diferentes prisiones de nuestra comunidad, aunque pronto se consideró incómoda nuestra presencia por las continuas denuncias que hacíamos. Simplemente se nos echó a la calle pensando que así callaban nuestra voz, cosa inútil porque continuamos nuestras denuncias de malos tratos, violaciones de derechos a los internos, etc.
El colectivo de las personas migrantes que empezaban a llegar en aquellos momentos a nuestros país también captó nuestro interés. Conocíamos nuestra emigración y los sufrimientos que habíamos tenido que soportar, pero ya empezábamos a olvidarlo. Nuestra sociedad se había instalado en el consumo y un supuesto bienestar y difícilmente aceptaba que personas de fuera llegaran hasta nosotros con la idea de compartir la vida en dignidad. Fue, es, una lucha contra los tópicos, los miedos y los egoísmos individuales y colectivos, aprovechados con frecuencia por políticos con visiones miopes y utilitaristas.
En las personas que ejercen la prostitución pronto vimos abusos, desprecios y muy poca comprensión, fruto con frecuencia de estereotipos muy asentados en la ciudadanía. Ha sido una lucha difícil pues nos hemos encontrado con frentes diversos y muy diferentes que no entendían nuestro trabajo dirigido no a defender la prostitución sino los derechos fundamentales de las personas que la ejercían. Nos aproximamos a ellas y nos encontramos a gentes que habían llegado hasta ahí libremente, con la libertad tan recortada que permite nuestra sociedad de mercado no sólo a estas personas sino a muchas otras que no pueden elegir a qué dedicarse entre una amplia gama de posibilidades. Nos encontramos mucho dolor, mucha amargura, poco respeto a sus derechos básicos y también a alguna gente con ganas de luchar contra tópicos y generalizaciones.
Más allá de nuestras fronteras
Aunque los límites de nuestra acción están señalados en el propio nombre de la Asociación, no admitimos barreras en la defensa de los derechos humanos. De hecho, la realidad de violación de los derechos humanos a lo ancho y largo de nuestro mundo nos ha hecho dedicar bastantes energías a lugares y acontecimientos más allá de nuestras fronteras, denunciando y posicionándonos claramente frente a violaciones frutos de guerras, dictadores o nuevas formas de imperialismo.
Desgraciadamente, después de casi 25 años de trabajo y lucha, la APDHA no está satisfecha con el resultado. Los derechos humanos, en sus múltiples vertientes, siguen siendo violados y olvidados. Y lo peor de todo, la sociedad acepta sin sonrojarse muchas de estas situaciones. Nuestro mundo está organizado en torno al poder, el dinero, la seguridad …, y a estos ídolos se sacrifica todo lo que sea necesario, sean las miles de personas que huyen de sus pueblos y países empujados por la pobreza o el odio racial y son engullidos por los océanos de agua, olvido y egoísmo, sean las miles y miles de personas que son arrojadas en nuestro propio país al desierto de la pobreza y la marginación, o a una vida con los derechos básicos tan recortados que difícilmente pueden alcanzar el nivel de vida digna que reconoce para todos la Declaración Universal de los derechos Humanos, fuente de inspiración de nuestro trabajo como APDHA.
Quizás un paradigma de esta realidad es la situación de las miles de personas sin hogar que pueblan las esquinas de nuestras ciudades, que revuelven los cubos de basura en búsqueda de algo que comer y que se enfrentan a una sociedad que pretende ignorarlas o, como mucho, a endosarles a ellas mismas la responsabilidad de la situación en que se encuentran.
Es esta realidad de dolor y violencia contra las personas la que nos empuja a seguir adelante en la defensa de unos derechos que todos aspiramos a disfrutar. A la vez, esta misma realidad nos ha hecho volver los ojos a nuestro alrededor y ver a cuantas personas, organizadas de múltiples formas, luchan hoy por hacer realidad los sueños que nos han mantenido durante 25 años vivos y despiertos.
Esta constatación igualmente nos ha empujado a unir nuestras luchas con las de todas esas personas, defendiendo el derecho a la vivienda junto a los colectivos de Stop Desahucios, el derecho a la libertad con quienes gritan contra la mordaza que quieren poner en nuestras bocas, el derecho a la vida en dignidad junto a todas las mareas, de cualquier color, cuyos vientos soplan en la misma dirección. Esta cercanía a tanta gente con la que luchamos acelera nuestros pasos y nos ayuda a constatar que en estos 25 años, aunque hemos conseguido arañar al sistema cachitos de dignidad, vemos que es una tarea difícil pero posible.