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La fractura interna en el PSOE y Adelante Andalucía erosiona el bloque de izquierdas frente a la alianza PP-Cs-Vox

Susana Díaz, líder del PSOE andaluz, con el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, detrás de ella.

Daniel Cela

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En Andalucía, los partidos de izquierda que están gobernando España -PSOE y Unidas Podemos- atraviesan una triple crisis existencial que necesitan curarse con urgencia, en una carrera contrareloj antes de las próximas elecciones autonómicas. Los comicios están previstos para diciembre de 2022 y el presidente Juan Manuel Moreno Bonilla asegura que no entra en sus planes adelantar la fecha, ahora que Vox le ha brindado la estabilidad política y presupuestaria hasta el final de su mandato.

Pero algunas voces en el Gobierno andaluz, próximas al presidente, empiezan a tantear la conveniencia de adelantar los comicios para evitar llegar a las urnas en el peor momento de la crisis económica que ha provocado la pandemia. Andalucía ha cerrado 2020 con una cifra próxima al millón de parados: 969.437 desempleados, 145.500 más que en 2019, interrumpiendo seis años de creación de empleo. Y estos datos no incluyen a los 102.623 trabajadores que se encuentran en un ERTE. En San Telmo hay quien habla de adelanto electoral “técnico”, pero “nunca antes de que las vacunas contra la Covid-19 hayan inmunizado al 70% de la población” [Sanidad fecha ese horizonte en el próximo otoño]. Si los comicios se celebrasen hoy, pillaría a la izquierda andaluza hecha unos zorros.

Públicamente, Moreno descarta adelantar el calendario electoral, recuerda que acaba de aprobar los Presupuestos de 2021, que le garantizan estabilidad hasta final de año, y que podría prorrogar las cuentas hasta final de la legislatura si sus aliados de Vox le retiran los votos a las cuentas del año que viene. “Mi intención es no adelantar, salvo que me quede sin apoyo parlamentario y me vea obligado”, ha asegurado el presidente en una reciente entrevista con el diario Sur, con la mirada puesta en los Presupuestos de 2022.

Fuentes del PP y de Ciudadanos reconocen que sus socios de la ultraderecha han empezado ya a cambiar el paso de la legislatura. Hace pocos días acusaron a Moreno de “traicionar” el nuevo ciclo político, de incumplir los acuerdos firmados, de prolongar los “vicios” de la era socialista. Se está escribiendo el relato de una ruptura más o menos pactada entre PP, Cs y Vox, que puede justificar ese adelanto electoral, cuya razón de ser es, en realidad, evitar abrir las urnas con una tasa de paro disparada y miles de empresas cerradas.

Una izquierda desunida y en guerra

En este contexto, la izquierda andaluza se encuentra deslavazada, incapaz de armar una alternativa sólida. Los partidos que la representan tienen urgencia por rearmarse lo antes posible, ganar músculo, recuperar credibilidad, y agitar a la base electoral que en 2018 se quedó en casa y que fue fundamental para que el bloque de derechas sumara por primera vez más que las izquierdas, abriendo la puerta de San Telmo al PP.

El problema es el siguiente: ahora mismo la izquierda en Andalucía son muchas izquierdas, que es como decir que no existe una alternativa real al Gobierno de PP, Cs y Vox. Es decir, la izquierda andaluza no constituye un bloque compacto -agrietado por múltiples disputas internas- y mientras dure la política de bloques que ha sustituido a la tradicional contienda de partidos, revertir el ciclo político que inició hace dos años el Gobierno de Moreno Bonilla se antoja difícil de imaginar.

La triple crisis existencial de los partidos progresistas en Andalucía es ésta: necesitan aclarar cuanto antes quiénes son sus respectivos líderes: la secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, está siendo muy discutida internamente por una creciente y dispersa legión de críticos que pide a gritos “un congreso de ruptura”. Uno o más candidatos alternativos que planten cara a la ex presidenta de la Junta, que sirva de “revulsivo” para zarandear los cimientos de la mayor federación socialista -45.000 militantes-, como no se ha visto desde la década de los noventa.

Un “congreso de ruptura” o “refundacional”, lo llaman los críticos, como el que enfrentó a José Bono con José Luis Rodríguez Zapatero, lo viejo contra la nuevo. Sería el primero en la historia del PSOE andaluz desde la época del ex secretario general, Carlos Sanjuán, a principios de los noventa, cuando el partido se fracturó entre guerristas y renovadores sin posibilidad alguna de consenso.

Críticos “sin mirlo blanco”

La idea de los críticos es “purgar” por dentro los pecados heredados de la última etapa de Susana Díaz -en lo político y en lo orgánico-, los que le están impidiendo ejercer una oposición eficaz a la derecha, porque el propio Moreno se regocija en ellos cada vez que la socialista le discute sus políticas. “Usted tiene un problema, y es su pasado. Usted está invalidada para reprocharme nada”, le repite el presidente cada 15 días a la líder de la oposición. ¿Dónde ponen el acento los socialistas críticos con Díaz? En lo político, su ruptura con IU en 2015 para compartir acuerdos de gobierno con el centro derecha (Ciudadanos). Muchos de los que ahora cuestionan aquel trueque de alianzas, y ven ahí el inicio de la desafección de los votantes socialistas, formaron parte de aquella estrategia, estaban con Díaz en la Junta o en la dirección del partido. Pero los tiempos han cambiado drásticamente.

Y en lo orgánico, su aventura personalista para ocupar el puesto de Pedro Sánchez en la secretaría general del PSOE, a costa de la mayor guerra civil orgánica que ha conocido el partido en 140 años de historia. El sector crítico tampoco es compacto y sabe que su única oportunidad frente a Díaz pasa por llegar al congreso regional con una candidatura de consenso. De momento, la avanzadilla la impulsa el diputado jiennense en el Congreso, Felipe Sicilia, el primero que se ha postulado explícitamente para suceder a Díaz, y que viene avalado por la portavoz del PSOE en la Cámara Baja, Adriana Lastra.

Sicilia no es el único, pero es el más tenaz por ahora (en los últimos días se han multiplicado los perfiles en redes sociales que apoyan su candidatura). Su nombre ha removido las aguas de los críticos en Andalucía, sobre todo en el PSOE de Jaén, la agrupación que más interiorizada tiene las leyes del partido, la delegación más marcial y la que más peso orgánico ostenta en estos procesos. En Sevilla suena el nombre del alcalde Juan Espadas, más timorato a la hora de postularse en abierto, o el de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, muy reacia a dejar Madrid para entrar en un cara a cara con Díaz, su antigua jefa.

En el entorno de la ex presidenta andaluza interpretan este baile de nombres con cierto sosiego: “No hay un mirlo blanco”, dicen. “No hay un nombre de peso con el suficiente nivel de conocimiento entre los andaluces para plantar cara a Díaz en un congreso, y menos para ser cartel electoral en las andaluzas”, dicen. El peso tendría que aportarlo el propio Pedro Sánchez, avalando la alternativa, y el presidente ahora está enfrascado en la gestión de la pandemia. La contienda orgánica en Andalucía no arrancará hasta que pase el Congreso federal, y éste no se convocará hasta que pasen las elecciones catalanas del 14 de febrero, y además la fecha va a estar muy condicionada por el ritmo de vacunación entre la población.

Un congreso federal “con todos sus perejiles”

Sánchez acaba de lograr, con mucho esfuerzo, un año de estabilidad política gracias a los Presupuestos Generales de 2021. Con las vacunas en circulación y el objetivo de inmunizar al 70% de la población tras el verano, su idea es celebrar un Congreso “con todos los perejiles”, dicen los críticos a Díaz, que esperan “como agua en mayo” la convocatoria del cónclave federal, porque inmediatamente después vendrá el andaluz. “Pedro lo ha pasado mal, la presión en Madrid es brutal, y es lógico que quiera un Congreso por todo lo alto para autoreafirmarse ante el partido”, explican.

Los de Susana Díaz dicen tener línea directa con “el Ferraz que manda” y aseguran que el congreso andaluz podría demorarse “hasta final de 2021 o incluso principios de 2022”. El retraso del calendario orgánico juega a favor de la ex presidenta andaluza. Su estrategia ahora pasa por tender puentes con Sánchez, a quien nombra casi a diario, y evitar a toda costa el choque de trenes con los críticos.

Para ello, la dirección regional juega a dividir a sus oponentes, buscando el consenso con aquellos que “tienen tradición de partido” -en la órbita del veterano alcalde de Dos Hermanas, Francisco Toscano, que jugó un papel crucial en la victoria de Sánchez contra Díaz- y arrinconando a los ex susanistas que perdieron su puesto cuando Díaz “se reconvirtió al sanchismo” (el ex portavoz parlamentario, Mario Jiménez, el ex consejero Miguel Ángel Vázquez o la ex portavoz de la dirección regional, Ángeles Ferriz, entre otros). “Estos buscan la confrontación, la guerra interna, porque saben que si hay entendimiento entre Sánchez y Díaz, su puesto peligra y se quedarán sin nada”, explican fuentes próximas al líder del PSOE-A.

Fuera del marco orgánico, los socialistas también intentan tender puentes con IU y la nueva dirección de Podemos Andalucía, tratando de emular el marco de coalición que existe en el Gobierno. Pero en este espacio el lío interno es considerable tras la dramática expulsión de Teresa Rodríguez y su círculo Anticapitalistas del grupo parlamentario Adelante Andalucía. Los expulsados por “transfuguismo”, ahora diputados no adscritos, esperan que el Tribunal Constitucional les devuelva sus actas de Adelante como medida cautelar, hasta que resuelva si se han vulnerado sus derechos de representación política. Será el primer frente judicial. El segundo se librará por la marca Adelante Andalucía, que Rodríguez tiene inscrita en el registro de partidos políticos, y que IU reclama como cofundadora de la confluencia.

No se sabe en manos de quién acabará la marca Adelante y si el vencedor la usará en las próximas elecciones andaluzas o se la guardará para que sus rivales no la usen. Da igual. El panorama es de ruptura total, con acusaciones de traición y deslealtad que difícilmente van a desinflamarse antes de los próximos comicios. Tampoco está claro que Teresa Rodríguez aspire por tercera vez a la presidencia de la Junta, con un nuevo partido. Su promesa era no estar más de ocho años, pero puede que con otras siglas se anime a hacerlo.

La gaditana es un ciclón político, tiene un hiperliderazgo natural del que ahora carece IU y Podemos Andalucía. Son muchas voces las que le piden que aproveche ese tirón -también a su pareja, el alcalde de Cádiz, José María González 'Kichi'- y que encabece un proyecto andalucista, pseudo nacionalista, que se distinga de sus antiguos socios con un lema fácil de entender: somos alternativa a las derechas, pero también al PSOE.

Mientras Rodríguez madura si prorroga su liderazgo a la izquierda del socialismo andaluz, a la dirección regional de IU, en manos de Toni Valero, le toca renovarse en el mes de marzo. Valero quiere aspirar a un segundo mandato como coordinador andaluz, pero su nombre no entra en las quinielas como futuro candidato a la presidencia de la Junta. Tampoco quiere ese puesto la nueva líder de Podemos Andalucía, Martina Velarde, o al menos así lo ha dado a entender en una reciente entrevista con este periódico.

Valero y Velarde han empezado a colaborar como socios de Adelante -el grupo ahora sólo cuenta con los seis diputados de IU y dos críticos, afines a Rodríguez-, pero con la vista puesta en construir el proyecto andaluz de Unidas Podemos. Ambos son conscientes de que necesitan tender puentes con el PSOE andaluz para plantar cara al bloque de derechas, y ambos admiten que “sería más fácil” con una persona distinta a Susana Díaz.

El relato de ruptura en la derecha

El Gobierno andaluz está sustentado en tres partidos de ámbito nacional, cuyos líderes esperan que su alianza en esta región -la más poblada de España- trascienda sus fronteras y sirva para apuntalar su estrategia de confrontación frente al Ejecutivo de Pedro Sánchez. El PP de Pablo Casado se mira en la “moderación” de Moreno Bonilla, pero su papel como jefe de la oposición le obliga a endurecer el discurso más allá de los límites que se ha autoimpuesto el presidente andaluz: algo menos bronco que Vox, pero necesariamente más ácido que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, el gran referente mediático de los populares.

Ciudadanos se encuentra en vías de descomposición. Su líder regional, el vicepresidente Juan Marín, fantasea con fusionarse con el PP de cara a los próximos comicios, mientras sus críticos en Madrid y en Sevilla van achicando poco a poco su espacio político dentro del partido naranja. Los suyos y los contrarios empiezan a apuntalar la idea de que el vicepresidente andaluz -y el alcalde de Granada, Luis Salvador- acabarán pasándose a las filas del PP antes de que termine la legislatura, siguiendo las huellas de la ex portavoz naranja en Cataluña, Lorena Roldán, y otros dirigentes tránsfugas del partido que creó Albert Rivera. El punto de no retorno a Ciudadanos serán las elecciones catalanas del 14 de febrero.

Por último, Vox ha mutado de “socio exigente” del Gobierno andaluz a férreo opositor, abiertamente “decepcionado” con la coalición PP-Cs, a quienes ya acusa abiertamente de prolongar los “vicios” políticos de la era socialista. Claro que esta mutación se ha producido dos días después de que los de Santiago Abascal aprobasen los Presupuestos andaluces de 2021, las cuentas más abultadas de la historia autonómica, enfocadas a superar la crisis económica que ha provocado la pandemia.

Tras firmar unas cuentas de 40.200 millones de euros, Vox se ha enfurruñado porque el director general de la RTVA, Juande Dios Mellado, destituyó al jefe de informativos de Canal Sur Televisión, Álvaro Zancajo, apenas unos días después de una huelga general que dejó la cadena pública en negro el día de la Lotería de Navidad y el de la aprobación de los Presupuestos andaluces. Los trabajadores que secundaron la huelga acusaban a Zancajo de “manipulación informativa” -unos 600 periodistas de una plantilla de 1.410- firmaron un escrito de protesta contra las “injerencias políticas” en las noticias, aunque el principal motivo del paro fue el recorte de 14 millones de euros al presupuesto del ente público de 2021 -un 10% del total- y el compromiso de no cubrir las jubilaciones con nuevos contratos, que Vox hizo firmar al Gobierno de Moreno.

“Habrá consecuencias”, ha dejado escrito el portavoz del grupo ultraderechista, Alejandro Hernández, en referencia al cese de Zancajo. Con estas dos palabras, la ultraderecha señala la hoja de ruta de una ruptura pactada con sus socios, para que cada uno ocupe su lugar dentro del extenso espacio electoral que hay entre el centro-derecha y la extrema derecha, de cara a los próximos comicios.

PP y Ciudadanos, juntos o separados

Es obvio que con los Presupuestos de 2021 ya aprobados, Abascal ha cedido la espada de Damocles con la que, hasta ahora, podía presionar a Moreno Bonilla. A partir de ahora, cualquier zarandeo en la coalición de derechas tendrá un impacto relativo en la estabilidad del Gobierno andaluz de PP y Cs, pero puede servir de relato a la ruptura y la convocatoria prematura de elecciones. En San Telmo, sede de la Junta, hay quien se inclina abiertamente por abrir las urnas en cuanto las vacunas contra la Covid-19 inmunicen al 70% de la población, probablemente a final de año, si para entonces la alerta sanitaria está bajo control.

Quienes defienden el adelanto electoral “técnico” en el círculo próximo del presidente andaluz lo hacen pensando en actuar “antes” de que la crisis económica provocada por la pandemia empiece a hacer estragos entre los andaluces. La patronal de empresarios de Andalucía teme que muchos de los más de 100.000 trabajadores que están ahora en un ERTE terminen engrosando las cifras de paro una vez terminen las ayudas del Gobierno central, porque las pequeñas y medianas empresas afectadas por el confinamiento, el cierre de horarios y las restricciones no podrán recuperarse. Las previsiones más pesimistas apuntan a que la tasa de desempleo podría alcanzar el 30% de la población activa, y no hay antecedentes de que ningún gobierno haya salido indemne de una situación tan devastadora como esa.

La fragmentación política de 2018 persiste, sigue sin importar tanto quién gane las próximas elecciones andaluzas como quién sume más con sus aliados para poder gobernar. De momento la fragmentación de las tres derechas suma, y la de las izquierdas no (así lo corroboran las diversas encuestas de intención de voto publicadas hasta la fecha). Moreno y Marín sondean la posibilidad de concurrir juntos o por separado, y su decisión trasciende el interés de sus partidos, porque el objetivo no es vencerse mutuamente -aunque ambos compitan por el mismo espacio electoral- sino perpetuarse en el poder y evitar que el PSOE regrese a San Telmo. Para ello, es fundamental que acierten con la fórmula a la hora de manejar la fragmentación del voto conservador.

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