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La tradición de Todos los Santos está en horas bajas (y la lluvia no ayuda)

El cementerio de Granada lucía sin mucha afluencia en el Día de Todos los Santos de 2021

Clara Gamarra

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Hace tan solo un año, en el Día de Todos los Santos, no era “normal ná”. 12 meses después, los puestos de flores están abiertos; la Cruz Roja, preparada para cualquier posible incidente; los operarios encargados de subirse a las escaleras y limpiar las lápidas, distribuidos por los diecinueve patios que forman el cementerio. Sin ninguna restricción ya por la Covid, los visitantes pasaron con ramos de flores bajo el paraguas por la puerta del cementerio de San José de Granada. Eran pocos. Más que el año fuerte de la pandemia. Muchos menos que hace dos años. Los más puntuales han entrado a las nueve de la mañana para evitar el alboroto esperado en esta festividad. Maite mira a su alrededor mientras prepara su ofrenda: “Siempre vengo a primera hora, no me gusta encontrarme con mucha gente”. Esta vez no ha tenido ese problema.

Los alrededores de la entrada ya mostraban el inusual vacío de un día así. “El ambiente está muy flojo si lo comparamos con el año anterior a la pandemia”, lamenta un encargado del aparcamiento. Mientras dirige a un conductor explica que “lo normal sería que hubiera mucho tráfico y el aparcamiento estuviera lleno”. “La lluvia afecta, pero la tradición también se está perdiendo poco a poco”, asegura. Algo que se confirma acercándose al famoso Señor del Cementerio, la escultura del Cristo ubicada en el Patio II y famoso por la creencia popular de que realizaba milagros, que solía estar repleta de diferentes ofrendas florales. Ya no destaca por su decorado. 

Al final del pasillo principal se encuentra Beatriz, que se encarga de organizar el reparto de las escaleras. Bajo su paraguas comenta que muchos familiares se han adelantado al día de Todos los Santos: “A lo largo de la semana hemos tenido a visitantes esperando horas para conseguir unas escaleras”. Para prevenir posibles contagios, ha habido quienes han querido adelantar este recuerdo a sus difuntos a los días previos. Fue el caso de Teresa: “Vine antes de ayer y ya había poca gente, pero este domingo ha sido el remate; me sorprende”.

Ella acude varias veces al año al cementerio y aprovecha esta festividad para llevar flores naturales. Observa que el mal tiempo también complicó las labores de limpieza de las tumbas. “Veo el cementerio menos decorado, las tumbas no están tan cuidadas”. Dos pasillos más atrás, Emilio y Mari conversan mientras frotan con una bayeta la lápida: “Hace dos años los pasillos estarían llenos, ahora están vacíos y las plantas están secas”. Angustias, que escucha la conversación mientras agarra el cubo de basura donde está subida su hija para llegar al nicho, les interrumpe: “¡Está la vida muy mal para poder venir más menudo a traer flores!”.

La lluvia ha sumado más melancolía si cabe a un día ya de por sí triste. Está de acuerdo Miguel, del puesto de flores número 1, que lamenta que “la lluvia haya afectado en la afluencia que se esperaba de visitantes”, pero celebra que la gente vuelva a pedir “algunas más especiales como rosas o claves del paraíso”, una tradición que “se había perdido por la situación del pasado año con la pandemia”.

Son las once de la mañana. Félix, que vuelve de visitar los nichos de su padre y su madre, siente que el clima es de tristeza: “No suelo venir aunque me acuerdo de mi gente todos los días”. El granadino no cree que este sea un día especial, pero entiende que la gente siga acudiendo al camposanto como “algo simbólico”. En cambio, María José, que venía desde fuera de Granada acompañada de su familia, lo ha hecho expresamente: “Este año es aún más especial porque hace once meses que perdimos a un familiar por la Covid”.

Los trabajadores del campo santo afirman que la tradición se está perdiendo poco a poco, aunque los cementerios siguen esperando a quien quiere mantener vivo el recuerdo de sus seres queridos de esta manera y en este día. Quizás ha sido la lluvia. Quizás la Covid dio un paréntesis. O quizás después de la pandemia ya “ná” ha vuelto a ser normal del todo.

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