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Oppenheimer: “En el genocidio indonesio se tiraban tantos cuerpos al río que las aguas bajaban teñidas de rojo”

Fotograma de 'La Mirada del Silencio' de Joshua Oppenheimer

Alejandro Ávila

The Act of Killing, nominada los Óscar el año pasado, es probablemente una de las experiencias más impactantes que se pueden vivir ante una pantalla. La realidad supera a la ficción al ver a los dirigentes indonesios describir con todo lujo de detalles cómo asesinaron a millones de 'comunistas' durante el genocidio de 1965.

La Mirada del Silencio es su secuela. Ganadora del premio del jurado en Venecia y, presentada en la Berlinale, donde el director atendió a este diario, Joshua Oppeneheimer la estrena durante estos días en España con motivo del festival DocumentaMadrid.

Aunque el rodaje de su segunda película fue prácticamente simultáneo al de The Act of Killing, el enfoque, como deja ver su título, es radicalmente distinto: hablan las víctimas y confrontan a los verdugos. El silencio, el mismo a los que se ha sometido a las víctimas durante medio siglo, se vuelve elocuente.

“Hay una escena que me sirvió de inspiración para los dos películas. Es cuando aquellos asesinos me llevan al río y me escenifican cómo ayudaron a matar a 10.500 personas. Me di cuenta de que más allá de presumir delante de mí, lo que hacían era algo estructural, una manera de mantener el clima de terror en la sociedad. Era como si, 40 años después del holocausto, los nazis siguieran en el poder y el miedo fuera el legado del genocidio”, explica Oppenheimer.

Cuenta el realizador texano que en aquel momento se dio cuenta de que “iba a hacer dos películas: una en la que contara qué pasa cuando los criminales ganan, se hacen con el sistema y celebran lo que han hecho y una segunda película en la contara lo que supone vivir medio siglo atenazado por el silencio y el terror. ¿Qué significa el miedo para la memoria? Estaba claro que iba a ser una película sin final feliz. Es una elegía del silencio, en memoria de todo lo destruido”.

El genocidio, que ha pasado más o menos desapercibido durante todos estas décadas, acabó con la vida de entre un millón y medio y dos millones de personas, acusadas de simpatizar con el comunismo. “Hay muy poco material del genocidio. Se mató a mucha gente muy rápido y la violencia era un espectáculo para que la gente sintiera miedo. De hecho, se tiraban tantos cuerpos al río que las aguas bajaban teñidas de rojo”, añade Oppenheimer.

Desenmascarar a los criminales

Con el objetivo de desvelar el régimen de terror que se vive en el presente, Joshua se embarcó, con Adi, un óptico de familia represaliada por la dictadura, en la peligrosa aventura de desenmascarar a los criminales y reconfortar a las víctimas.

“Hemos hecho algo sin precedentes: no se va a volver a ver una película en la que los criminales se vean confrontados por las víctimas, mientras éstos aún siguen en el poder, ya que resulta demasiado peligroso”, vaticina el autor del documental.

Gracias a la propia naturaleza del régimen, a la paciencia y empatía de Adi y a todas las precauciones que tomaron durante el rodaje, nunca ocurrió una desgracia. “Cuando expones a alguien, es vulnerable y tiene menos ganas de reaccionar violentamente”, aclara el realizador premiado con un Bafta.

Con estos mimbres, el director consigue grabar uno de los momentos álgidos de la cinta: durante una de las entrevistas entre Adi y uno de los cómplices de la muerte de su hermano, su propio tío, vemos cómo “una relación de amor se hace añicos delante de nosotros y en tiempo real. La cámara hace un paneo desde el protagonista hasta su tío. Ese movimiento de cámara, que se usa normalmente para los diálogos, se emplea aquí para mostrar el silencio”.

Impacto en Indonesia

Gracias a su trabajo, que se ha extendido durante más de una década, Joshua ha revelado al mundo las atrocidades de un régimen sin escrúpulos y ha abierto un debate público en una Indonesia que aún hoy se abre tímidamente a la democracia.

“No podía imaginar un impacto así en Indonesia. Se ha proyectado miles de veces y se han hecho cinco millones de descargas. No lo proyectamos en cines, sino en proyecciones colectivas, para no tener que pasar la censura y no darle excusas a los paramilitares para agredir a los espectadores. El primer día hubo 500 proyecciones públicas por todo el país. Fueron muchas más de las que habríamos tenido si solo se hubiera estrenado en los cines”, destaca el realizador.

Oppenheimer asegura estar “muy orgulloso” de su trabajo, ya que cree que sus películas “están transformando el diálogo sobre el pasado de Indonesia. Ahora se puede hablar abiertamente del genocidio y del legado de la corrupción. En la segunda película mostramos que la reconciliación es urgente y posible”, concluye.

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