La recuperación económica asoma tímidamente la cabeza en Andalucía pero tardará en llegar al ciudadano
Hoy, los mensajes sobre la situación económica del país ya no suenan tan mal como ayer. ¿Se trata de simple márketing político? ¿Es, quizá, un intento desesperado por insuflar algo de optimismo en un mercado totalmente deprimido? ¿O es cierto que, por fin, las cosas están cambiando tras cinco años de dura recesión?
El martes pasado, 9 de octubre, la Consejería de Economía de la Junta de Andalucía respondía a las advertencias aireadas por el Fondo Monetario Internacional, sobre el endeudamiento de las familias y empresas españolas, incluyendo en su análisis macroeconómico semanal una comparación del endeudamiento privado y público claramente favorable para la región: las empresas y familias andaluzas deben a los bancos un 30% menos que la media del país.
Con datos del padrón a 1 de enero de 2013, la deuda privada (familias y empresas) en Andalucía durante el primer semestre del año supone 21.731 euros por habitante, frente a los 31.084 euros de la media del país. “Es decir, el crédito al sector privado per capita en Andalucía es el 70% de la media de las comunidades autónomas”, explicaban los economistas de la Consejería. También la deuda pública andaluza es muy inferior a la media nacional, casi cuatro puntos inferior y la mitad que la de Valencia y Castilla La Mancha, las comunidades más endeudadas.
Y ello, en un contexto general de fuerte reducción de esa deuda en España durante los últimos meses (lo que los técnicos denominan desapalancamiento). Según los datos del Banco de España, desde el año 2008, que marcó el máximo nivel de endeudamiento de la economía española, el desapalancamiento de la deuda privada ha superado los 25 puntos del PIB, cayendo desde un 171,9% del PIB hasta el 146,5% a mediados de año, que equivale a una deuda de 1,55 billones de euros. Muy cerca ya del nivel considerado aceptable por los expertos, que ronda los 1,4 billones.
¿Menos deuda o menos crédito?
Una deuda privada menor es en cualquier caso positiva, puesto que significa una menor dependencia de los mercados financieros. También una menor vulnerabilidad de empresas y familias ante los vaivenes de los tipos de interés. Aún así, explica el miembro del Colectivo Novecento de economía crítica, y profesor de la Complutense de Madrid, Ricardo Molero, “detrás de ese desapalancamiento podría esconderse la imposibilidad de las empresas a acceder al crédito indispensable para su expansión”.
Aun cuando esta brutal contracción del crédito en España es clara, notoria, y de sobra conocida por todo particular o empresa que se haya acercado a un banco en busca de crédito (el crédito se ha reducido casi un 70% desde 2008), el también profesor de economía de la Universidad de Loyola de Sevilla, Manuel Alejandro Cardenete, cree que la causa fundamental de ese desendeudamiento es otra: “Que las empresas, y la economía doméstica, están liberándose de créditos al consumo, hipotecas, etcétera. Todos aquellos que pueden, por eso el consumo está tan ralentizado”.
El desendeudamiento de la economía española no es la única ventana de esperanza. También el martes 9 de octubre el Instituto de Estadística de Andalucía (IECA) hacía públicos los resultados de su última encuesta de confianza empresarial: “La confianza de los empresarios andaluces en la situación económica actual y su evolución a corto plazo mejora en el último trimestre del año un 2,7% respecto al trimestre anterior, continuando así con la tendencia al alza registrada a lo largo de 2013”, asegura el IECA.
Inversión empresarial
Una conclusión que coincide con los resultados del último Panel de Funcas publicado a mediados de septiembre, estudió de la Fundación de Cajas de Ahorro que compara las previsiones económicas de la veintena de instituciones que las hacen en España (ver tablas al final de texto). “A mí me resultó sorprendente el consenso sobre que la inversión en maquinaria y bienes de equipo ya deja de ser negativa en 2013 y empieza a ser positiva en 2014”, afirma Cardenete tras explicar que hay una correlación entre las encuestas de confianza de las empresas y el dato de Formación Bruta de Capital (FBC) o inversión empresarial.
Que las empresas inviertan en aumentar su capacidad (maquinaria y bienes de equipo) implica que esperan un incremento de su producción que no suele basarse sólo en expectativas, sino más bien en pedidos concretos: “Ningún empresario pone dinero si no sabe que va a tener un retorno. Yo creo que ya hay pedidos cerrados, que están empezando a darse, sobre todo en las empresas que están focalizadas al exterior”, dice Cardenete. Y efectivamente, tras años de adelgazamiento (especialmente desde la aprobación de la reforma laboral) y reducciones de capacidad, para responder ante cualquier pedido a la gran mayoría de las empresas no les queda otra que invertir en su capacidad productiva.
El último informe de previsiones económicas internacionales del think tank demócrata estadounidense Brookings Institution, publicado este mismo viernes 11 de octubre, también coincide en que los indicadores financieros, de confianza y de actividad (incluidos los de España) muestran que “hay crecimiento en las economías avanzadas y emergentes, aunque aún es tenue”. Y en una frase optimista concluye: “La recuperación económica global vuelve a estar en marcha”.
Tardará en llegar al ciudadano
Una recuperación, pues, que augura buenas posibilidades a las exportaciones españolas ante las que las empresas estarían invirtiendo para estar preparadas. Aún así, en el caso español, esa mejoría empresarial tardará en llegar al ciudadano de a pie. De hecho el panel de Funcas muestra una ralentización de la caída del consumo interno para el 2014, pero no su reactivación. Igual ocurre con el empleo (ver tablas al final del texto).
“Hay un cambio. En los datos macro se ve una mejoría. Sí creo que estamos en la fase final del valle de la recesión macroeconómica. Otra cosa es la salida de la crisis. Qué es lo que preocupa a todo el mundo: De lo mío qué, cuándo me suben el sueldo o cuándo me contratan… Pero los datos macro están ahí”, concluye el profesor de economía de Sevilla, Manuel Alejandro Cardenete.
Roubine, Stiglitz, Stockton...
Esos datos son generalmente aceptados y compartidos, pero no así el optimismo que pretende trasladarse, con especial intensidad, desde el Gobierno de Rajoy. El pasado 30 de septiembre, Nouriel Roubine, el economista que se hiciera mundialmente famoso por ser de los pocos que pronóstico la debacle económica de 2008, titulaba su último artículo “La calma de la eurozona antes de la tormenta”. En él, tras reconocer que “la recesión de la eurozona se ha acabado”, advertía de que sus “problemas fundamentales siguen sin resolverse”, por lo que, pronostica que “incluso cuando los países periféricos (entre ellos España) salgan de la recesión en 2014, el crecimiento (PIB) seguirá siendo menor al 1% durante los próximos años y las tasas de desempleo permanecerán muy altas”.
Algo muy parecido a lo que el Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz decía ocho días después en su artículo “Cinco años en el limbo”: “En Europa algunos están encantados de que la recesión se haya acabado oficialmente. Pero una economía en la que los ingresos de la mayoría están por debajo de los niveles anteriores a 2009 sigue en recesión. Y una economía en la que el 25% de los trabajadores (y el 50% de los jóvenes) están desempleados, como en Grecia y España, está aún en depresión”. Y concluye el argumento con contundencia, “la austeridad ha fracasado”.
Desde el otro lado del espectro también coinciden. El analista jefe del Instituto Peterson, y ecomista jefe del Federal Reserve Board (Fed o banco central estadounidense) en la era Greenspan, David J. Stockton, asegura que la “aguda y prolongada recesión europea está acabando, pero la recuperación será muy lenta”. Pronostica todavía una caida del PIB europeo del 0,2% este año y crecimiento de apenas un 1% para el 2014.
El consenso parece total, y no sólo entre los estudiosos. Pimco, el mayor gestor de bonos del mundo, en sus previsiones macroeconómicas para los próximos meses del mercado financiero europeo, publicado en septiembre, recomendaba andarse aún con cautela en un mercado en el que prevé un débil crecimiento en términos reales (descontada la inflación) de entre un 0 y un 0,5%: “Que políticos e inversores consideren tal pronóstico como causa de celebración, indica hasta qué punto son bajas las expectativas”, comenta con sarcasmo su director de inversiones en Europa Andrew Balls.