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Tomás Alcoverro: “En Oriente Medio lo peor siempre está por llegar”

Tomas Alcoverro. Foto: Fundación Tres Culturas

Alejandro Ávila

Le llaman el decano. Y así se llama el recopilatorio de sus crónicas que la editorial Planeta le dedicó hace más de una década. No es casualidad: Tomás Alcoverro (Barcelona, 1940) ha sido el maestro de muchos corresponsales de guerra y de Oriente Medio, que acudían a él cuando pisan Líbano o eran enviados a algunas de las muchas guerras que ha cubierto: las libanesas entre 1975 y 1990, el eterno enfrentamiento entre Israel y Palestina, la ocupación de Chipre a manos de Turquía, las dos invasiones de Irak o la revolución islámica de Irán.

De él, dice Maruja Torres, precisamente en el prólogo de El Decano. De Beirut a Bagdad, 30 años de crónicas, que “es un señor de Barcelona, que, durante casi treinta años, ha conseguido tomarle el pulso a Oriente Próximo y realizar diagnósticos nada errados, sin perder la ecuanimidad ni la ternura; sin olvidarse de aquello que late bajo lo inmediato”.

Torres va más allá, asegurando que Alcoverro “controla la calle tanto como la alta política, la pincelada culta a la vez que el realto crudo, la reflexión sensata y el agonizante dolor informativo que, a menudo, allí, imponen los hechos”.

Aprovechando unas jornadas en la Fundación Tres Culturas, este diario tuvo la oportunidad de entrevistarlo en el antiguo pabellón de Marruecos (para la Expo 92 y hoy sede de la Fundación), donde la artesanía magrebí y los aires orientales inundan cada centímetro cúbico de su ambiente y reflexionar así sobre el estado de Oriente Medio. Sus perspectivas no son nada halagüeñas.

¿Qué le atrajo de Oriente Medio?

Europa y el mundo occidental nunca me han atraído mucho, a pesar de que soy de Barcelona y me crié a orillas del Mediterráneo. Desde pequeño, me atraían Grecia y los países de Oriente Medio, porque era algo más novelesco, aventurero y exótico.

¿Qué es lo primero que le sorprendió cuando llegó?

Hice un viaje muy curioso con un Citroën 2CV, ya que en aquella época podías llegar a Oriente Medio atravesando Europa, Turquía, Siria y Jordania. Eso fue antes de 1967 y fue inolvidable, me quedé prendado de sus gentes y sus paisajes. Todavía se podía llegar a Jerusalén, porque no había habido la guerra con Israel y una parte de la ciudad pertenecía a Jordania.

En aquella época pudo hacer aquel viaje con facilidad. Hoy en día sería más complicado, por no decir imposible, ¿no?

Me gusta que me haga esa pregunta. A medida que pasa el tiempo, veo cómo, poco a poco y por culpa de las guerras, las zonas de Oriente Medio que puedes visitar son cada vez más reducidas. Ahora no se puede ir ni a Aleppo ni a Bagdad. Muchas localidades y regiones a las que había viajado con normalidad se han convertido en campos de batalla.

¿Le entristece este cambio tan profundo?

Sí, me produce una enorme tristeza. En una agencia de prensa de Beirut, había un letrero que rezaba hace años: “Lo peor está por llegar”. Siempre digo lo mismo: en Oriente Medio lo peor siempre está por llegar. Creo que entiendo mejor la región, porque soy un pesimista y creo que los optimistas nunca llegarán a entender Oriente Medio.

¿Qué es lo peor que está por llegar?

Oriente Medio es un desorden cósmicoNadie sabe cuándo y cómo va a acabar la guerra con Siria. En Irak es menos complicado, porque hay menos agentes implicados, mientras que en la de Siria hay medio mundo. 

¿Cree que el frente de batalla del Estado Islámico se va a desplazar a Europa cuando la guerra termine?

No lo creo, pero hay una cosa que está clara: cuando llegue la derrota militar, pasará mucho tiempo hasta que se solucione el problema ideológico. Perderán militarmente, pero eso no quiere decir que desaparezcan. Eso desembocará en una acción terrorista mayor, en la que Europa puede quedar afectada.

¿Se ha alimentado durante demasiados años la frustración del mundo árabe?

Los árabes han sufrido muchas humillaciones por parte de todo el mundo. Los que se unen al ISIS son gente que se siente humillada, excluida y rechazada y precisamente por eso, se lanzan a lo más terrible: matar. 

¿Hacia dónde camina la región tras las revueltas de la Primavera Árabe?

Nunca creí en las Primaveras Árabes. Son un gran embuste, una gran mistificación... que se presentaron, de una manera muy oculta, como un movimiento de liberación. Yo nunca lo vi así. Fue un fracaso enorme. Esta gente vivía mucho mejor con las dictaduras, ya que lo que les ha venido después ha sido mucho peor. Se va hacia atrás, a políticas de mucha frustración y barbarismo. Se va a un mundo cada vez más bárbaro e intolerante, donde no se puede aceptar al otro, hay que eliminarlo y matarlo. Esto se produce en un mundo, el Levante Árabe, que tenía un cierto estilo de vida tolerante y abierto... de esto no quedan más que los restos.

¿Ve que haya empeorado mucho la situación de la mujer, sus derechos?

Yo creo que sí. Una de las cosas que se había conseguido era que se mejorara la situación de la mujer en Egipto y otras zonas del mundo árabe. Tras la Primavera Árabe, no ha habido mejoras, sino al revés. En Siria o Irak, los bárbaros convierten en esclavas sexuales a las mujeres.

¿Qué falla en la cobertura mediática de Siria?

Todo. El tema de Siria es muy complejo, al principio hubo una idea políticamente correcta diciendo que el régimen de Siria era una cosa de bárbaros y que el otro bando era de demócratas revolucionarios. Las cosas se han ido complicando, hasta el punto de que los demócratas han sido devorados por los más fanáticos, que están perfectamente financiados por Arabia Saudí, Qatar y compañía. 

Ángela Rodicio acude, en su último libro, a varias fuentes para afirmar que entre el éxodo de refugiados se están filtrando terroristas. ¿Está de acuerdo?

Es evidente. El tema de los refugiados me parece muy complicado y vidrioso. Es evidente que los refugiados no son los puros, los buenos o las víctimas. Mucha gente que es detenida por yihadismo entró en estas olas de refugiados. Es muy triste y peligroso, porque eso no quiere decir, ni mucho menos, que a toda esta pobre gente se le trate como si fueran terroristas.

¿Sirve esta situación de riesgo para alimentar a los populistas de ultraderecha?

Todo está muy conectado. El yihadismo más perverso está aprovechando la grave crisis de Occidente. La gente no tiene adhesión a un mundo que no le da nada. No son solo los árabes los que están marginados, sino los españoles, los franceses y la gente joven de muchos países europeos. No tiene nada que ver con la religión ni el yihadismo. Tiene que ver con que el sistema capitalista no da las suficientes oportunidades y está fallando. Este fallo, a mi modo de ver, es aprovechado por los fanáticos de un lado y de otro. Si esto se hubiera producido hace unos años, cuando había una cierta bonanza económica, el impacto habría sido mucho menor. El miedo ha aumentado por todas partes: miedo a quedarme sin trabajo, miedo a que los refugiados se conviertan en terroristas... Es una cosa irreflexiva. 

¿Qué prejuicios tiene Occidente sobre el mundo árabe?

Todos. Ya los tenía antes de todo esto. Se tenía una percepción de los árabes como gente fanática, medieval... Se tenía una imagen muy mala desde hace mucho tiempo. Los propios árabes están destrozados y se preguntan cómo es posible que de aquí salga lo peor de lo peor. Es una frustración terrible, sienten mucha vergüenza. Se preguntan cómo es posible que una región rica en petróleo se haya convertido en el 'hazmellorar' del mundo, donde se matan los unos a los otros todos los días.

¿Son tan antagónicas las culturas occidentales y árabes como algunos nos quieren hacer ver?

No lo creo... no, no, no. Estamos hablando de una minoría, que se mueve, hace daño y destroza. Pero hablamos de apenas unos miles de personas. Con el paso del tiempo las diferencias van aumentando.

¿En qué?

Yo le diría que en el propio valor humano. Para nosotros la vida es el principal valor humano, pero esta gente fanática cultiva el culto a la muerte. Creen que te pueden matar, porque así van al cielo y, como tú eres su enemigo, ellos se convertirán en mártires. La vida no les importa nada... es la cultura de la muerte. Insisto, es una minoría, pero esa minoría está dando una imagen terrible del resto. Es importante decir que en la zona no hay una guerra total.

Usted lleva más de 40 años viviendo allí: ¿la religión ha sido siempre tan importante?

No, cada vez lo es más. Hasta el punto de que se convierte en un tema de identidad. Estamos rodeados por las mierdas de las identidades. Antes se hablaba de problemas sociales, no de identidades: el catalán, el belga, el flamenco, el musulmán, el sunita... Se está rebajando todo a identidades asesinas. Nos vamos matando por identidades que no valen la pena: ¿Cómo es posible que nos estemos matando porque uno se llame Antoine y otro Mohamed? Nunca había pasado un fenómeno tan atroz.

¿Qué país de Oriente Medio va a definir la política de los próximos años en la zona?

Es imposible decirlo. Hay dos países que influyen mucho: Arabia Saudí e Irán. Líbano es el país que mejor está saliendo de todo esto, que está manteniendo la respiración y teniendo cuidado de no caer otra vez en la guerra.

¿España debería mejorar sus relaciones con Oriente Medio?

España tiene muchos intereses en el Magreb, pero no en Oriente Medio. Hay una tradición y vínculos con países como Marruecos. En Oriente Medio, eran Francia e Inglaterra los que tenían la influencia como países coloniales. Y en este momento Estados Unidos. España pinta poco y eso creo que es bueno, porque así no está tan atrapada por este mundo tan complicado. De Gaulle decía: “hacia el Oriente complicado, volé con ideas simples”.

Usted ha cubierto muchos conflictos. ¿Qué consejo se atrevería a darle a alguien que quiera ser corresponsal de guerra?

Lo del corresponsal de guerra es una visión cinematográfica. Es un tema de vocación, ya que todo el mundo no tiene ni el aguante psicológico necesario, ni una cierta percepción del miedo, ni la suficiente confianza en sí mismo. Hay que pensar que habrá situaciones que uno ni se imagina y que tendrá que ir resolviendo de la manera más acertada. Digamos que ir a una guerra tiene un poco de 'postureo' que siempre se niega, afirmando aquello de “soy la voz de los que no tiene voz”. El narcisismo es muy eminente, aunque se diga lo contrario.

¿Psicológicamente, cómo ha terminado sobreviviendo a tanta guerra?

Tampoco he sufrido tanto. Le voy a contar una anécdota. Cuando estuve en la guerra de 2003 de Bagdad, esperamos durante un mes el ataque americano. ¿Qué hice para prepararme psicológicamente? Convertí la habitación impersonal de mi hotel en mi casa. Le di vida, porque quería sentirme en casa cuando llegara el bombardeo. Una de las cosas que hice fue comprar un canario, del que después, por cierto, escribí una crónica. El caso es que cada uno se tiene que preparar psicológicamente a su manera. Lo esencial es que el miedo no se apodere de ti, porque tanto tú, como los que te rodean tienen mucho miedo. En mitad de un bombardeo, no quieres que nadie te contagie sus miedos y angustias... ¡porque tú tienes los tuyos!

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