Lucien Briet: Huesca celebra el centenario del francés que ‘descubrió’ el Pirineo aragonés
Nacido en París el 2 de marzo de 1860 y fallecido 61 años después, este escritor, fotógrafo, explorador y pirineísta francés recorrió el Pirineo aragonés y contribuyó a dar a conocer espacios que permanecían a la sombra para la opinión pública. Como el valle de Ordesa en 1881. Sus obras ayudaron a mostrar la necesidad de la creación del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, que fue una realidad tres años antes de su muerte.
Algunos de sus trabajos destacados sobre el Pirineo aragonés en dos décadas hablan del macizo de Marboré, la Peña Montañesa, la sierra de Guara, los congostos de Entremont y del río Vero, el valle de Vió, el río Flumen, Brecha de Rolando o Bielsa. Muchos de estos textos, la mayor parte manuscritos, junto con fotografías de estos lugares (unas 1.600 imágenes), se pueden ver en el Museu d’os Perineus de Lourdes, en Francia.
Tras los pasos del fotógrafo francés que ‘descubrió’ el Pirineo aragonés, la Diputación Provincial de Huesca (DPH) ha llevado a cabo una ruta y un taller fotográfico para recorrer a pie los paisajes que impresionaron a Lucien Briet a comienzos del siglo XX. En 2021 se cumplen cien años de su muerte y, por ello, los fotógrafos Enrique Carbó y Virginia Espa han llevado a cabo esta actividad a modo de homenaje a su figura con el objetivo de ‘refotografiar’ el barranco de Mascún tal como lo hizo el propio Briet.
Resalta asimismo su libro ‘Bellezas del Alto Aragón’, publicado en Huesca en 1913 y que da cuenta de sus exploraciones por Ordesa, el Valle de Arán, Escuain, Bielsa o Mascún. La DPH lo reeditó en 1988 y 2003. ‘Alto Aragón pintoresco’ es una colección de tarjetas postales editadas en Francia, pero vendidas en Aragón en 1912. ‘Aux Pyrénées!’ recopila artículos y fotografías o viajes por la vertiente francesa del Pirineo entre 1892 y 1906 reunidos por André Galicia y se editó en París hace cuatro años.
La comarca de Sobrarbe organiza anualmente un certamen fotográfico con la temática del patrimonio cultural de esta comarca que lleva el nombre de Lucien Briet. Asimismo, en la entrada del valle de Ordesa hay un monumento en memoria del explorador francés. Su inquietud le llevó a escoger la fotografía por encima del dibujo y comenzar con sus primeras incursiones montañeras al filo de la última década del siglo XIX. En 1890 llegó a Monte Perdido y en agosto del año siguiente se adentró en Ordesa. Fue el heredero de los montañeros franceses que desde el XVIII habían explorado la vertiente española de los Pirineos, con la diferencia de que estos no arrojaron un legado palpable.
Lucien Briet homenajeó a estos pioneros y fue más allá con el trazado de mapas topográficos, la suma de datos históricos y geográficos, itinerarios y guías con el ánimo siempre de convertir el Pirineo en un espacio menos agreste y más transitable. Para ello, recomendó la construcción de una carretera entre Gavarnie y Broto. Reclamó a la Diputación de Huesca y a la Real Sociedad Geográfica que solicitaran al gobierno de Madrid la protección del valle contra leñadores, cazadores y pescadores, preámbulo del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Imposibilitado por su situación económica, no regresaría después a suelo aragonés. Se dedicó entonces a recopilar y ordenar su inabarcable obra hasta el momento de su muerte. Huesca dio un paso adelante para reivindicar y preservar este legado de incalculable valor. De las 1.600 fotografías que realizó en los Pirineos, 900 fueron del Alto Aragón recogidas en 33 álbumes que expresaban su trabajo año a año. Ya en 1922, el investigador e historiador afincado en Huesca Ricardo del Arco le homenajeó en un acto público solo un año después de su deceso.
En el conjunto que le conmemora en el Parque Nacional de Ordesa, se lee el agradecimiento a “la labor inmensa que año tras año y con un tesón verdaderamente aragonés, viene realizando M. Briet, publicando en revistas y folletos sus trabajos gráficos y descriptivos sobre el Alto Aragón”
Fue conocido como ‘El cantor de Ordesa’ del que escribió que “el mayor interés del valle de Ordesa consiste en los términos con que recuerda, no por su extensión, pero sí por sus colores y por su estilo, la arquitectura babélica de los cañones más renombrados de América. Produce una sensación de sorpresa especial, que arrebata, que lo constituye en una maravilla aparte; con un sello propio e inconfundible, debido quizá a la variedad de acantilados, de anfiteatros, de cascadas, de praderas y de bosques que encierra en su espacio relativamente reducido. Han sido cantados sus encantos en todos los tonos, han sido magnificados, si así puede decirse; ni aun los viajeros que traían el ánimo cautivado con el recuerdo de los encantos del Colorado han dejado de entusiasmarse (...)”.
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