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Ganó Trump. 6 razones para explicarlo

Julio González García

Ganó Trump. Caras de desolación y de incredulidad a lo largo de los Estados Unidos-entre los no votantes, claro- y del resto del mundo. Bajadas de bolsa. ¿Cómo ha podido ganar? Pues la razón es bien simple: Trump era mejor candidato que Clinton para conectar con el electorado estadounidense. 6 razones lo pueden explicar

Es cierto, como ha señalado Hidalgo, que hay razones ideológicas que pueden dar una explicación al fenómeno y que se puede percibir un corrimiento hacia la derecha de los votantes estadounidenses, lo que nos conectara con el endiablado sistema electoral a que haré referencia al final. Ha ganado en votos populares y en los electorales. De hecho, la victoria republicana es por aplastamiento, controlan la Presidencia, la Cámara de Representantes y el Senado. Será Trump el Presidente que proponga un Magistrado para el Tribunal Supremo en sustitución del fallecido Scalia, que será conservador, y con ello todos los poderes caen del lado republicano. Nos esperan, por tanto, cambios importantes.

Es curioso recordar cómo el grado de vinculación y de compromiso de la derecha es muy superior ahora en todo el mundo al de los votantes progresistas y de izquierda. La desafección puede ser fruto del tipo de discurso que se plantea. A los votantes más de izquierda les ha debido preocupar los republicanos que se han inclinado por Clinton. De hecho, algunos le han situado como la candidata típica republicana. Acaso se debe empezar a pensar que, frente al discurso conservador de los aparatos de los partidos de izquierda, el electorado y las bases se inclinan por candidatos rupturistas y con un discurso ideológicamente diferenciado. No obstante, los círculos de poder en los partidos siguen teniendo gran peso.

Pero posiblemente haya también razones más primarias para explicarlo.

En un contexto de auge populista en todo el mundo, el discurso de Trump es fácil de comprar para muchos, sobre todo en ciertos colectivos empobrecidos y que se sienten vulnerables ante lo que viene de fuera. En particular, dos aspectos: el “anti casta” y el antiglobalizador. Y por ello, frente a Trump, Clinton no era buena candidata. Frente a otro candidato más convencional sí, frente a un discurso populista y rupturista no. Aquí Sanders hubiera tenido muchas más opciones.

Hillary Clinton iba con una gran mochila a sus espaldas. Forma parte del establishment de Washington, ese que es tan odiado en buena parte de los Estados Unidos. Por partida doble, además. El debate se situaba, pues, en la discusión entre la gente corriente (que mayoritariamente le ha votado) y las élites que se han inclinado por Clinton. De hecho, incluso ha podido jugar en su contra el dinero que ha podido acumular -legalmente- la familia como consecuencia de su paso por la política.

Posiblemente pueda resultar extraño considerar a un archimillonario como Trump “gente corriente”, pero muchos le veían como alguien que no ha pisado la moqueta de las Instituciones. Algunos le ven como el modelo que tanto gusta en EEUU, del hombre que se rehace a si mismo, incluso después de quiebras de sus empresas. El candidato al que el Partido Republicano “oficial” ha desdeñado. En definitiva, el populismo de derechas a que he hecho referencia en otras ocasiones.

El TPP y el TTIP forman parte, en el imaginario colectivo de muchos estadounidenses, de un ataque frente a lo propio, frente al buy local tan importante en su economía. La apertura de mercados contenida en ambos tratados se ve como una amenaza de introducción masiva de productos foráneos. Es el voto rural y el voto obrero blanco que teme la producción agrícola foránea y las fábricas del Sudeste asiático y la llegada de emigrantes. En el no a ambos tratados, por cierto, Trump coincide con el ala más de izquierda del Partido Demócrata, la que encabezan Sanders y Warren; aunque por distintas razones.

La campaña se ha situado, además, en la contraposición entre dos escándalos, que se han demostrado con una relevancia desigual: el sexual de Trump y el de los correos electrónicos de Clinton. El primero se ha considerado una cuestión privada para la mayoría a pesar de su importancia ética. Frente a ello, el último se ha podido ver cómo la manifestación de alguien que no es especialmente cuidadoso y que, por tanto, pone al país en una situación de debilidad; un riesgo que la sociedad estadounidense no acepta.

Resulta en este sentido paradójico lo poco que han trascendido las propuestas de uno y otra.

El sistema electoral estadounidense favorece un determinado tipo de candidato. La exigencia de inscripción ha favorecido siempre a los blancos, que votan mucho más que el resto de colectivos. En estas elecciones, las exigencias de identificación con fotografía han podido dejar fuera a muchos votantes de colectivos que mayoritariamente podrían haber sido votantes demócratas.

A partir de ahora empezarán cuatro años que se esperan complicados. El último mandato de un Republicano, George W. Bush, es el de la guerra de Iraq cuyas consecuencias estamos padeciendo hoy. No es de extrañar que cambie radicalmente la posición de EEUU en relación con los conflictos sirios y la forma de luchar contra Al Qaeda y el Daesh. Pero también en ordenación económica, en libertades y derechos, la sociedad estadounidense pueden notar cambios relevantes. Nos toca esperar acontecimientos.

*Artículo publicado en Global Politics and Law ( @GPoliticsLaw) Global Politics and Law @GPoliticsLaw

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