Águeda Sáenz Martínez, investigadora del CSIC en el INMA: “El patrimonio es el gran olvidado de las políticas públicas”
Aragón será el punto de partida de un ambicioso proyecto internacional que busca revolucionar la conservación del patrimonio cultural expuesto y afectado por el biodeterioro. La investigación arrancará el próximo mes de enero y se llevará a cabo por investigadores del CSIC en el INMA, Instituto de Nanociencia y Materiales de Aragón compuesto por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Zaragoza.
Este proyecto, liderado por la Dra. Águeda Sáenz Martínez y supervisado en España por el Dr. Scott Mitchell, cuenta con la supervisión también del Dr. Javier Reyes Trujeque de la Universidad Autónoma de Campeche, en San Francisco de Campeche.
Para ella, no es solo que el biodeterioro pase desapercibido, sino que además se interpreta como algo positivo y como una prueba de antigüedad que le da importancia y legitimidad. “No nos damos cuenta de que esas capas pueden estar dañando el material que cubren, de tal forma que ese edificio o la decoración superficial que tiene puede no existir en unos años”, comparte en una entrevista a elDiario.es.
¿Qué significa liderar una iniciativa que pretende transformar la conservación del patrimonio a escala global?
Como investigadora, liderar un proyecto que potencialmente pueda implicar una mejora en el ámbito de la conservación es un sueño, un logro, pero también un gran compromiso y responsabilidad, con el patrimonio y la sociedad porque cualquier avance en investigación lo es.
Los biocidas tradicionales han sido durante años la herramienta principal contra el biodeterioro. ¿En qué momento decidieron que era necesario buscar una alternativa más sostenible?
Bueno, el problema con los biocidas tradicionales viene ya de lejos, y la búsqueda de alternativas más sostenibles es algo de interés global. También está en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como agua limpia y saneamiento, ciudades y comunidades sostenibles y vida de ecosistemas terrestres. En mi grupo de investigación previamente se estaba desarrollando una línea centrada en el saneamiento de agua y fue a raíz de los resultados obtenidos de esa investigación cuando surgieron nuevas áreas de aplicación, entre ellas la mitigación del biodeterioro en patrimonio cultural.
Más en concreto, esta investigación está basada en enzimas inmovilizadas, nanopartículas y geles poliméricos. ¿Cómo explicaría de forma sencilla qué hace tan importante este enfoque?
Aunque las enzimas presentan por sí mismas actividad antimicrobiana, esta es muy baja o ineficiente. Por eso, la encapsulación o inmovilización, tanto en nanopartículas como en geles poliméricos, lo que hacen es darles como un andamio, una estructura que les aporta estabilidad y aumenta el tiempo de contacto entre las enzimas y las superficies a tratar.
Vais a probar estas formulaciones en plena Reserva de la Biosfera de Calakmul, donde la humedad y las temperaturas extremas aceleran el deterioro. ¿Qué aporta trabajar en un entorno tan exigente y qué retos implica?
El yacimiento arqueológico de Oxpemul, que está en la Reserva de la Biosfera de Calakmul, es un caso único porque no está abierto al público. Nos vamos a encontrar con un biodeterioro que no está contaminado por las personas, y esto nos ayuda al eliminar una variable que puede dificultar obtener resultados fiables. Además de su valor histórico y artístico dentro del estudio de las culturas prehispánicas, por su localización está especialmente expuesto al biodeterioro, así que resulta muy interesante.
En cuanto a los retos, lo primero es la localización y el acceso al yacimiento porque, al no ser visitable, es bastante complicado. Luego, las condiciones ambientales, que pueden afectar a la estabilidad de los materiales desarrollados y que tendremos que poner a prueba. Y también nos enfrentamos a una biocolonización muy compleja y difícil de eliminar. Esto sin olvidar el resto de fauna y flora de la zona con las que nos podemos encontrar en nuestras excursiones.
Aunque se validará en México, el impacto también llegará a Aragón. ¿Qué ejemplos de patrimonio aragonés podrían beneficiarse de estas herramientas más sostenibles?
En general, cualquier superficie pétrea que presente características similares a las de los materiales intervenidos en México podrá beneficiarse de los resultados del proyecto CoNFine (Conservation of built heritage: Natural Formulations agaiNst bio-dEterioration). No obstante, estas soluciones se pueden adaptar a materiales que, aunque no sean exactamente iguales, sean parecidos.
Dentro de Aragón se me ocurre, por ejemplo, el Castillo de Loarre, el Puente de Piedra de Zaragoza, la Cartuja de las Fuentes, el Monasterio Viejo de San Juan de la Peña o el de Sijena. En realidad, depende más del material que queramos intervenir.
El biodeterioro suele pasar desapercibido para la sociedad. ¿Existe suficiente conciencia sobre el riesgo que suponen los microorganismos para nuestro patrimonio histórico?
No es solo que el biodeterioro pase desapercibido, sino que además lo interpretamos como algo positivo, como una prueba de antigüedad que le da importancia y legitimidad. No nos damos cuenta de que esas capas pueden estar dañando el material que cubren, de tal forma que ese edificio, o la decoración superficial que tiene, puede no existir en unos años.
Por eso es importante involucrar a la ciudadanía para cambiar la mirada y, así, las intervenciones que se realizan. Si entendemos que el biodeterioro es dañino, dejará socialmente de valorarse como algo positivo y se buscará que los bienes afectados sean intervenidos.
¿Qué aporta colaborar entre realidades climáticas y patrimoniales distintas, pero con puntos en común?
Justamente en la diferencia entre estas dos realidades, entre España y México, radica el interés de la colaboración. En los proyectos Marie Curie se busca el enriquecimiento de cada grupo gracias a la colaboración en líneas de investigación novedosas.
En CoNFine unimos la química y la microbiología para la conservación del patrimonio cultural, concretamente en materiales pétreos. Y aunque hablemos de edificios, esculturas o fuentes, si la composición de los materiales es semejante, las soluciones se podrán adaptar, ampliando las opciones de aplicación.
El INMA ha obtenido la acreditación Severo Ochoa. ¿Cómo influye este reconocimiento en la capacidad de Aragón para liderar proyectos como este?
El INMA ha sido el primero de la comunidad autónoma de Aragón en obtener la acreditación de excelencia Severo Ochoa, que concede la Agencia Estatal de Investigación. Esto nos permite llegar a convocatorias en las que de otra manera no podríamos participar, ya que supone una financiación de 4,5 millones de euros y la dotación de cinco contratos predoctorales para el periodo 2024-2028.
Conseguir una financiación Marie Curie refuerza esta excelencia, porque supone el reconocimiento científico de la calidad y de la novedad del proyecto, y por ende del Instituto que lo lidera. También implica alta visibilidad, responsabilidad y compromiso. La financiación tanto de la acreditación Severo Ochoa como de la obtenida en el proyecto Marie Curie nos permite dar estabilidad y continuidad a las líneas de investigación. Y en conservación del patrimonio cultural esto es muy importante porque es un ámbito muy infrafinanciado.
¿De qué manera puede involucrarse la ciudadanía en la protección del patrimonio?
Tomando conciencia de la importancia del patrimonio cultural, que la ciudadanía lo haga propio, que interprete sus raíces, que valore las expresiones materiales e inmateriales que conforman nuestra identidad. Una vez que algo se entiende como propio, la ciudadanía lo reclama y busca su protección, como ocurrió, por ejemplo, en el caso de El Cabanyal a partir de los años 2000. Además, ahora es relativamente fácil vincularse o tener información sobre las investigaciones porque se invierten muchos esfuerzos en actividades de divulgación científica, que acercan estos ámbitos al público en general.
¿Está la Administración aragonesa implicada en apoyar estas líneas de investigación y conservación?
En general, el patrimonio es el gran olvidado de las políticas públicas. Y cuando alguien se acuerda de él, es solo para explotarlo, sin tener en cuenta su conservación en el tiempo. Yo considero que deberían hacer más esfuerzos y que el cambio será bilateral. Desde arriba, con la toma de conciencia de quienes gestionan el patrimonio cultural, y desde abajo, porque si la sociedad lo reclama, hemos visto que los políticos se ven obligados a cambiar la estrategia.
¿Es realista pensar en un futuro próximo sin productos tóxicos en restauración?
Actualmente hay muchas líneas de investigación centradas en alternativas más seguras, pero quizás lo más realista es pensar en ir reduciendo la toxicidad mientras mantenemos la eficacia. Ha habido un gran avance desde los años 70, cuando la exposición de los y las profesionales a estos productos era muy elevada. Afortunadamente ahora hay más conciencia, pero debemos ser realistas y entender que tenemos que llegar a un equilibrio.
Cuando termine este proyecto, ¿qué sería un éxito?
En investigación científica tenemos claro que hay que ser realistas con las expectativas. Cuando inicias una línea de investigación no sabes lo que va a ocurrir. Aun así, vamos a soñar. Un éxito de CoNFin implicaría que las formulaciones desarrolladas fueran eficaces en la mitigación del biodeterioro. También el aumento en la concienciación sobre esta problemática y en la acción ciudadana, tanto en México como en España.
Y ojalá que, a nivel de agentes locales que tienen capacidad de decisión sobre la gestión de los bienes afectados, haya también una toma de conciencia y que entre todas y todos podamos buscar las mejores soluciones para la conservación del patrimonio, que es lo que realmente buscamos.
0