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“En Nicaragua han sido criminalizadas absolutamente todas las formas de protesta”

Amaya Coppens, estudiante opositora al régimen nicaragüense, en Zaragoza.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

Amaya Coppens (Bélgica, 1994) ha sido una de las caras más visibles de la protesta estudiantil contra el régimen nicaragüense, especialmente tras su paso por la cárcel, donde realizó una huelga de hambre contra la Ley de Amnistía. Muy consciente de que su doble nacionalidad belga-nicaragüense es un altavoz para denunciar la represión en Nicaragua, Coppens está realizando una gira por Europa. Hace unos días pasaba por Zaragoza.

¿Cuál es el mensaje que quiere lanzar a España?

Sobre todo, se trata de reactivar la atención internacional sobre lo que está sucediendo en Nicaragua actualmente. A pesar del discurso de normalidad del régimen, seguimos teniendo más de 130 presos políticos, más de 106 desaparecidos, asesinatos diarios sobre todo en zonas rurales… La gente sigue huyendo porque hay un ambiente de violencia generalizada que no permite vivir tranquilamente.

Usted también ha sido presa política, ¿qué ocurrió exactamente en su caso?

Yo era estudiante de Medicina de quinto año en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en León y, simplemente, como muchas otras personas, decidimos dejar de lado lo que estábamos haciendo e incluirnos dentro de las protestas. Esas protestas fueron reprimidas de manera salvaje, dándonos aún más motivos para protestar en contra de un régimen asesino. Entonces, simplemente, nos mantuvimos en las calles protestando y eso nos volvió caras visibles de esta protesta que criminalizaron, porque han sido criminalizadas absolutamente todas las formas de protesta que ha habido. Por lo tanto, me echaron presa y estuve unos meses dentro de la cárcel.

¿Cuáles fueron los argumentos para encarcelarle?

Terrorismo, tenencia ilegal de armas, secuestro agravado, lesiones graves... entre otras cosas. Mi juicio nunca llegó a celebrarse y estuve nueve meses sin que se me llegara a declarar culpable. Al final, ahora, salí el 11 de julio, con el último grupo de la ley de amnistía, una ley completamente ridícula que nos resta la oportunidad de encontrar justicia en un futuro y, además, completamente insultante para la memoria de todos los que han sido asesinados. Nosotros solamente fuimos la imagen, pero realmente es una ley que les protege a ellos, por los crímenes que han cometido y que ya están utilizando de esa manera, para liberar a asesinos y a criminales.

¿Por qué cree que el gobierno impulsó esa ley de amnistía?

Simplemente para dar la imagen de que estaban dispuestos a resolver la situación en Nicaragua. Realmente fue para preparar el terreno para protegerse ellos mismos y a sus adeptos que han asesinado al pueblo nicaragüense. Incluso de entre los que salimos con la ley de amnistía, ya 40 han sido detenidos arbitrariamente y 11 permanecen actualmente dentro de la cárcel.

¿Por qué cree que la comunidad internacional no está interviniendo?

Sentimos que, de alguna manera, la situación en Nicaragua ha quedado relegada a un segundo plano. Sentimos que ha quedado a la sombra de la situación de Venezuela. Es muy difícil actualmente sacar información de lo que está sucediendo en Nicaragua; por el mismo hecho de que han reprimido y han asesinado constantemente incluso a los defensores de los derechos humanos. Han quitado la personalidad jurídica a organismos de controles de derechos humanos y, actualmente, los únicos que quedan, la Comisión Permanente de Derechos Humanos, está siendo siempre asediados. Una de las cosas que estamos exigiendo es mayor presión internacional para el retorno de organismos internacionales, para realmente visibilizar la situación real en Nicaragua.

A corto plazo, ¿puede haber una salida?

(Piensa antes de responder). Nosotros estamos planteando el diálogo como propuesta pacífica y como salida a esto. Sin embargo, el régimen no ha mostrado ninguna voluntad para buscar una salida pacífica. No se ha respetado absolutamente ninguno de los acuerdos que se habían pactado. De igual manera, estamos trabajando en reformas electorales, para el regreso de los organismos internacionales... pero el gobierno no ha mostrado ninguna buena voluntad. Entonces, seguimos denunciando esto y pidiendo a la comunidad internacional que aumente la presión para salir de esta crisis.

¿Os sentís escuchados por la comunidad internacional?

Hasta cierto punto, sí. Hay recibimientos muy positivos, pero esperamos que sean respaldados por acciones más contundentes hacia el régimen nicaragüense. Pero sí. Estamos a la espera de ver qué es lo que sale de estas giras de denuncia.

¿Cómo fue el paso por la cárcel para usted?

Cabe recalcar que mi caso tuvo mucha atención mediática, porque tengo doble nacionalidad. Entonces tuvieron bastante cuidado de guardar la imagen. Pero la situación en las cárceles es que todos los presos políticos estamos aislados del resto de reos comunes para evitar sacar información. En los peores casos, que son realmente recurrentes, ha habido torturas. Los casos de torturas no han sido aislados: choques eléctricos, golpizas, fracturas de diferentes partes del cuerpo, colgar a personas del techo por días, negar comida o medicamentos a enfermos crónicos, amenazas directas, sobre todo dirigidas hacia mujeres y familiares de presos políticos, incluso llegando a veces a violaciones. Se han denunciado violaciones a familiares de personas que han protestado. En general, es una pérdida de todo el proceso legal, el aislamiento, sin saber absolutamente nada de lo que está sucediendo afuera. Eso es en los casos que, a pesar de todas las ilegalidades, intentan mantener dentro de las cárceles oficiales. Pero están también los casos de prisioneros políticos en cárceles clandestinas, como fue el caso de Javier Múgica, que pudo dar testimonio y que pasó diez meses en una cárcel clandestina, donde era torturado a diario. Dentro de Nicaragua nos hemos vuelto ciudadanos de segunda clase, sin ningún derecho. Para nosotros, no es posible acudir a un hospital público, porque se nos ha negado la atención médica. Incluso en el caso de la cuñada de un exfuncionario público, se le negó la atención médica estando embarazada. Estuvo durante nueve horas esperando atención médica y perdió su bebe producto de la falta de asistencia. De igual manera, el derecho a la educación; borraron el registro académico de muchos estudiantes. Se calcula que unos 143 fueron expulsados oficialmente y esto sin tener en cuenta a todas las personas que han tenido que huir para salvaguardar sus vidas porque hay persecución incluso dentro de las universidades, donde las autoridades universitarias han sido una concesión directa de esta dictadura. En general, no hay ningún derecho a asociarnos, a protestar, la libertad de expresión ha sido golpeada. La semana pasada hubo el cierre de un periódico, El Nuevo Diario. Y desde el inicio de esta represión, se ha cortado el acceso a materiales para los periódicos: a tinta, a papel. En general, es una situación de inseguridad extrema, sin ninguna garantía de seguridad para absolutamente nadie.

Con su doble nacionalidad, ¿no tiene tentación de exiliarse?

Siento que volver es un deber moral, de alguna manera. En mi caso, al igual que otros, hemos sido más visibles y, por lo tanto, ha permitido visibilizar la situación. Entonces, siento la necesidad de regresar para llamar la atención sobre lo que está sucediendo en Nicaragua.

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