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Sobre este blog

Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

Un pacto nacional para la España vaciada

Marcha de la 'España vaciada' en Madrid.

Arsenio Escolar

Como ocurrió en las anteriores elecciones generales, hace apenas medio año, los principales partidos han dejado de mirar algún rato hacia Cataluña y han dirigido su mirada a otra geografía: a la España interior, a la vacía, a la vaciada, a la despoblada. No es una mirada ni inocente ni solidaria. Es una mirada interesada. Como en el del 28A, los estrategas de los principales partidos han visto que una buena parte del partido del 10N no se juega solo en las pistas centrales (Madrid, 36 escaños; Barcelona, 32, etc.) sino también y especialmente en las laterales y pequeñas. Hay tantas circunscripciones de cinco, de cuatro, de tres, de dos, de un escaño que la suma de los que adjudican supera el centenar de asientos en el Congreso, casi un tercio de la Cámara. Ningún voto vale tanto estos días como el disputado voto del señor Cayo, aquel personaje de Miguel Delibes de la primeras elecciones democráticas tras el franquismo.

En la batalla de abril pasado, al PSOE le fue bien en esa España vaciada. Al PP, mal o muy mal, pues perdió votos y escaños a raudales. A Ciudadanos, muy bien, pues se quedó en muchas de esas provincias con el último asiento de los que se repartían, y ahí cimentó en buena parte su crecimiento. A Podemos, regular tirando a mal. A Vox, que era nuevo, todo lo que rascó, aunque fue algo en votos y poco en escaños, bien le vino.

Las expectativas son ahora muy diferentes. El hundimiento catastrófico de Ciudadanos, al que el consenso de las encuestas presentan perdiendo hasta un 35% de sus votos y más de dos tercios de sus escaños (un sondeo de este lunes le da 16 asientos en el Congreso, y en el saliente tenía 57), ha despertado el instinto depredador del resto de formaciones. El PP sabe que ahí está buena parte de su recuperación en escaños, pues según los sondeos muchos de los naranjas de Ciudadanos pueden acabar en azules del PP. El PSOE ve que ahí tiene una de sus últimas oportunidades de superar los 123 escaños con que contaba en el Congreso saliente. Vox aspira a entrar en el reparto y llevarse también mucho más que en abril...

Tanto lo saben todos, que los respectivos líderes han cambiado algunas previsiones de agenda de campaña y se están dejando ver más que nunca por la España rural en actos de pequeña concurrencia pero de mucha foto de prensa. Solo Unidas Podemos, quizás demasiado centrado Pablo Iglesias en guardar sus viñas en las circunscripciones grandes, en las pocas donde su examigo y exsocio Íñigo Errejón le intenta plantar cara, ha entrado poco en la batalla de la España despoblada. El resto está en ella con todas las armas y bagajes, con los primeros espadas.

La crisis demográfica y el galopante proceso de despoblación de la Serranía Celtibérica (una amplísima región en torno al Sistema Ibérico que va desde las provincias de Valencia y Castellón a las de Burgos y La Rioja, pasando por Cuenca, Teruel, Guadalajara, Zaragoza, Huesca. Soria y Segovia, y que se extiende incluso más allá de su propio toponímico, a Palencia, Zamora, Salamanca, León, Asturias, la Galicia interior...) es uno de los mayores problemas que tiene España. Es un problema estructural, no coyuntural. Una enfermedad crónica que ahora se agrava. Con raíces muchas décadas atrás, pero empeorado de nuevo ahora, con la caída general de la natalidad y las nuevas y constantes corrientes migratorias desde la España rural y de las pequeñas ciudades del Interior a las grandes urbes, sobre todo Madrid.

Los recortes públicos y privados durante la crisis –en colegios, en profesores, en centros de salud, en horas de consulta médica, en salarios de dependencia, en cuarteles de la Guardia Civil, en rutas de autobuses por los pueblos, en cajeros bancarios, en gasolineras, en infraestructuras...– han agravado la situación de los que se han quedado en los pueblos, la inmensa mayoría de ellos ancianos. Estamos ante un problema gravísimo de desigualdad, en un Estado que en el artículo primero de su Constitución de proclama “social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. De nuevo, una España dual, y con una enorme brecha en medio que genera ciudadanos de primera y de segunda, y estos últimos –por lo general más necesitados, siquiera sea por su edad- con menos derecho real de acceso a servicios públicos básicos.

Los partidos han vuelto la mirada de nuevo a la España vaciada, pero ahora no deberían ir solo para pedirle el voto con promesas electorales fungibles sino con propuestas concretas y duraderas para solucionar esa nueva brecha social. Algún camino político para Cataluña, sí. Un nuevo pacto para las pensiones, también. Un pacto social, o por la educación, o por la innovación, sin duda. Y un gran pacto nacional para rescatar la España vaciada. De las elecciones del 10 de noviembre debería salir algunos consensos mínimos. En asuntos como el de Cataluña, pensar en un pacto amplio es utópico. Pero en temas como el de la crisis demográfica de la llamada Laponia del Sur, en la que prácticamente todos los partidos comparten el diagnóstico, debería ser relativamente fácil consensuar las recetas y administrarlas.

Los líderes políticos deberían empezar en este tema por no ir al mundo rural solo a pedir el voto sino también y sobre todo a proponer soluciones y luego cumplir lo que proponen.

Sobre este blog

Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

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