La industria de la experimentación animal proclama su compromiso con la transparencia, pero reacciona con hostilidad cuando se expone lo que realmente sucede tras los muros de un laboratorio. Desde su estreno en Prime Video, Infiltrada en el búnker ha provocado la reacción de entidades como EARA (European Animal Research Association) y SECAL (Sociedad Española para las Ciencias del Animal de Laboratorio), que la han calificado de “película deshonesta” o “manipuladora”. Sin embargo, sus críticas se tambalean cuando se confrontan con los hechos. A continuación, analizamos y desmontamos sus argumentos.
Realidad ficcionada: dramatizar para proteger a una testigo
Una de las críticas de EARA hacia el documental es que se utiliza a una actriz para representar a Carlota Saorsa, la activista infiltrada en Vivotecnia, dejando la puerta abierta a la duda de la veracidad de lo que se cuenta en la película. Sin embargo, este recurso cinematográfico responde a una necesidad legal de preservar la identidad real de Carlota, quien es testigo protegida en un caso judicial abierto. Las recreaciones se basan en transcripciones reales de su experiencia durante dieciocho meses en Vivotecnia y la forma narrativa no invalida el valor documental del contenido.
Todas las palabras interpretadas por la actriz Goize Blanco son palabras literales que salen de una entrevista que Carlota Saorsa mantuvo con el director, Pablo de la Chica, en un encuentro en Londres. Este recurso narrativo, lejos de restar credibilidad, es una herramienta habitual en el cine documental. Obras como The Act of Killing, de Joshua Oppenheimer, o The Report, de Scott Z. Burns, también recurren a reconstrucciones dramatizadas para proteger a fuentes sensibles o ilustrar hechos difíciles de mostrar con imágenes reales, sin por ello comprometer la veracidad del relato.
Lo nunca visto
EARA sostiene que el documental no aporta nada nuevo a lo que ya se conocía desde abril de 2021, cuando salieron a la luz las primeras imágenes que Carlota había grabado y condensado en un video de varios minutos, breve pero tan intensamente duro que pocos espectadores pueden visionar hasta el final sin retirar la mirada. Sin embargo, Infiltrada en el búnker se ha realizado con más de trescientas horas de material inédito que Saorsa grabó durante los 544 días de trabajo encubierto. Estas grabaciones amplían ese vídeo de pocos minutos que Cruelty Free International publicó en primera instancia y que los medios de comunicación difundieron por todo el mundo.
Además, el valor del documental no está únicamente en aportar datos inéditos, sino que los contextualiza y los hace accesibles a todo el público. Las imágenes que grabó Carlota Saorsa son un caso único en el Estado español, además de documentar un amplio número de especies utilizadas en experimentación animal, como son ratas, conejos, perros, primates y cerdos, algo nunca antes filmado en ninguna otra infiltración.
De activista a terrorista
Desde que salieron a la luz las primeras imágenes del interior de Vivotecnia en 2021, la respuesta de algunos representantes del sector no fue analizar el contenido de la denuncia, sino atacar a quien lo sacó a la luz. Uno de los primeros en hacerlo fue Lluís Montoliu, investigador del CSIC y vicedirector del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), quien puso en duda públicamente la condición laboral de Carlota Saorsa y su credibilidad como testigo. Este intento de desacreditarla ocurrió antes incluso de que se conocieran todos los detalles de su testimonio.
EARA también afirma en su comunicado que el documental incluye a “criminales convictos” y sugiere que estos antecedentes se ocultan al público para crear una imagen de respeto. Y efectivamente, en el documental aparecen personas que han estado en prisión por su defensa de los demás animales. No se trata de ocultarlo, sino de contextualizarlo y reconocerlo como parte de una lucha que en ciertos momentos ha cruzado los márgenes de la legalidad como un paso necesario en el compromiso con una causa justa.
A lo largo de la historia, muchas personas que hoy consideramos referentes morales fueron encarceladas por desafiar leyes injustas. Desde Martin Luther King hasta Rosa Parks o, más recientemente, el caso de Narges Mohammadi, activista iraní por los derechos humanos y premio Nobel de la Paz, que continua en prisión.
El activismo en defensa de los demás animales no es una excepción. Criminalizar a quienes lo ejercen no desmonta sus argumentos, solo revela el miedo que tienen a enfrentarse al contenido de sus denuncias. En el caso de Carlota Saorsa, su testimonio ha sido considerado por la justicia lo suficientemente relevante como para otorgarle el estatus de testigo protegida.
Otra de las críticas de EARA se centra en las escenas finales del documental, cuando Carlota visita el exterior de las instalaciones de Marshall BioResources (MBR) Acres, un centro de cría de perros Beagle en Reino Unido. Aseguran que estas escenas se vinculan con una campaña “criminal” disfrazada de activismo. Sin embargo, estas protestas forman parte de una campaña pública conocida como The Camp Beagle, un campamento permanente de protesta que desde 2021 se instaló frente a MBR Acres. Su objetivo es denunciar la cría masiva de perros destinados a laboratorios, una práctica que, aunque legal, es cada vez más cuestionada por parte de la sociedad anglosajona y sus científicos.
En febrero de 2025, el Tribunal Supremo de Reino Unido ratificó legalmente su derecho a protestar y eliminó una zona de exclusión que impedía su presencia. The Camp Beagle, de hecho, nunca ha operado fuera de la legalidad, ningún activista de esta campaña ha sido condenado ni encarcelado, mientras que la propia empresa ha invertido alrededor de cuatro millones de libras en acciones legales fallidas para prohibir el campamento.
EARA presenta a MBR como ejemplo de transparencia, pero omite cualquier referencia al debate ético internacional sobre la cría de animales para experimentación. En lugar de responder con argumentos, recurre a criminalizar a las personas activistas, comparándolas con criminales, una estrategia que sabemos que no es nueva y que podemos ver en otros movimientos sociales, como Extinction Rebellion o Palestine Action.
El caso Vivotecnia sigue abierto
Según palabras de EARA, “la causa judicial fue sobreseía”. Sin embargo, el procedimiento penal, tras la fase de instrucción, actualmente se encuentra a la espera de fecha de juicio. En diciembre de 2022, FAADA y AnimaNaturalis presentaron un escrito de acusación pidiendo la máxima pena para dos trabajadores concretos de Vivotecnia, quedando la empresa fuera de toda responsabilidad sin ser imputada. La decisión judicial de limitar la acusación a individuos concretos ha dejado fuera de responsabilidad penal a la entidad, pese a que la gravedad de lo documentado ocurrió bajo la responsabilidad de una directiva y un comité ético de la empresa que supuestamente velaba por el bienestar de los animales. Mientras tanto, Vivotecnia continúa operando con normalidad, tras haber sido sancionada con multas y haber sido suspendida cautelarmente su actividad durante tres meses, una medida que realmente no supuso el cierre de la empresa, sino que la empresa dejó de recibir nuevos contratos.
De lo que EARA y SECAL no hablan es de las cosas pendiente por resolver con Vivotecnia, como es el tema de la manipulación de resultados de ensayos para favorecer avances hacia ensayos clínicos en humanos. La prueba de cómo eso se realizaba en Vivotecnia aparece con imágenes reales en la película documental de Pablo de la Chica, y Carlota Saorsa lo ha denunciado en una larga declaración ante las autoridades.
Regulaciones y buenas prácticas: teoría vs realidad
EARA y SECAL defienden que en España se aplican las 3Rs (Reemplazar, Reducir, Refinar), se realizan inspecciones y existen programas de adopción. Pero las imágenes de Infiltrada en el búnker muestran una realidad muy distinta: animales sometidos a procedimientos sin anestesia, burlas entre técnicos hacia los animales, perros heridos sin atención médica inmediata y un entorno donde el sufrimiento animal no solo no se evita sino que se normaliza.
Uno de los puntos fuertes del documental es cuando desmonta el principio de las 3Rs con imágenes reales del interior de Vivotecnia. Además, Carlota Saorsa pone en evidencia que en los dieciocho meses que estuvo trabajando en el laboratorio apenas hubo inspecciones en el centro, por lo que creemos que sería muy interesante que tanto desde EARA como SECAL se pregunten si la aparente existencia de esos controles y protocolos garantiza su cumplimiento. El documental evidencia precisamente eso: que la normativa puede existir, pero ser sistemáticamente ignorada cuando falta voluntad de ser aplicada y de ser supervisada.
Cuando todo salió a la luz, Andres König era CEO de la empresa a la vez que estaba en el comité de bienestar, lo que a nuestro entender son dos puestos incompatibles, ya que uno desempeña el interés económico de la empresa frente al interés de bienestar animal que desarrolla el otro. En el documental se pone de manifiesto el estrés y el ritmo frenético que se llevaba en el laboratorio por la alta carga de trabajo, lo que puede explicar que el interés económico era una prioridad frente al bienestar animal.
Queremos una ciencia con conciencia
EARA acusa al documental de atacar a la investigación biomédica, pero Infiltrada en el búnker no cuestiona la ciencia, sino que denuncia una forma concreta de hacer ciencia, basada en el sufrimiento animal, la falta de transparencia y la vulneración de los principios éticos.
El comunicado de EARA manifiesta que en la película se ignora el papel de la experimentación animal en el desarrollo de vacunas durante la pandemia, calificando de irónico que se alegue un retraso en su realización por la COVID19. Pero el documental no trata sobre la utilidad histórica de las vacunas, ni tampoco es un recorrido sobre la vivisección, sino sobre sus abusos actuales. Lo que muestra Infiltrada en el búnker es que esa experimentación, tal y como se practica en Vivotecnia, se hace sin controles éticos reales ni supervisión efectiva. Insisten una y otra vez sobre el mal menor de la experimentación, sobre lo necesario que son estos experimentos en animales, y siempre recurren a los mismos argumentos de pandemia, cáncer o enfermedades raras, pero nunca hablan de otras formas de hacer ciencia, ni de que la mayor parte de los experimentos en animales son para industrias como la de la limpieza del hogar, por poner un ejemplo.
Creemos que es importante subrayar que, a pesar de su silencio, sabemos que sí existen modelos avanzados sin animales. Desde órganos en chips hasta cultivos celulares 3D, simulaciones por inteligencia artificial y modelos computacionales predictivos. Estas herramientas no solo evitan el sufrimiento animal, sino que ofrecen resultados más precisos y eficientes en muchos contextos biomédicos. Ignorar su existencia y necesidad de implementación es lo que verdaderamente obstaculiza el progreso científico. Cuestionar la experimentación en animales no es estar en contra de la ciencia, sino en defensa de una ciencia más responsable, moderna y ética. Una ciencia que no solo avance, sino que lo haga sin dejar atrás a los demás animales.
Infiltrada en el búnker es una denuncia clara, sostenida con pruebas audiovisuales y testimonios, que desmonta el relato oficial de la industria de la experimentación animal. Las reacciones de EARA y SECAL son un ejemplo más del inmovilismo y perpetuación de una ciencia anclada en el pasado, con argumentos basados en el descrédito de las voces que se oponen a la vivisección, en la distorsión de lo que cada día más gente conoce y en el ocultamiento de una práctica que cada día resulta más difícil de defender.
Los animales no son herramientas, ni fases previas, ni datos que contrastar sobre un papel. Son individuos vivos que sienten, sufren y, como muestran las imágenes de Vivotecnia, son víctimas de un sistema que los cosifica y utiliza en nombre del progreso. Ha llegado el momento de dejar atrás esta forma de hacer ciencia y ojalá EARA y SECAL abran los ojos y entiendan que el cambio es urgente y es necesario. Porque la ciencia y el progreso no pueden seguir construyéndose sobre el dolor de los demás animales.
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