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Pesquera, el pueblo de la gran familia de 68 habitantes

Vecinos de Pesquera trabajando en el campo. Archivo del Ayuntamiento de Pesquera

Blanca Sáinz

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“El 84% del territorio de nuestro país es rural y solo el 17% de la población vive en él”. Este dato aportado por Lourdes Barona, subdirectora de Innovación y Modernización del Medio Rural, resume cómo a pesar de disponer de mucho espacio, los españoles preferimos aglutinarnos en las ciudades, o en su defecto, en las proximidades de estas.

Por lo que pueblos como Pesquera, completamente alejados de las ciudades principales -la más cercana es Torrelavega y se encuentra a 35km- quedan fuera de esta nueva repartición geográfica que ha traído consigo el siglo XXI. “No hay previsión de crecimiento”, apunta el alcalde Miguel Ángel Simón, así que Pesquera -de momento- tiene tendencia a la baja, y por tanto, a la desaparición.

Las causas, según los geógrafos, son variadas. Por un lado, las bajas tasas de natalidad producidas por el envejecimiento de la población, y por otro, la falta de trabajo que alienta a los jóvenes a desplazarse a ciudades con más oportunidades laborales. Otro factor influyente son las malas comunicaciones de estos pueblos, lo que afecta a su calidad de vida general.

En el caso de Pesquera su proximidad a la autovía y a la carretera nacional no ha servido para frenar la caída de habitantes. Tampoco el hecho de que esté conectado con la capital de la comunidad a través de autobuses y de tren, ya que los trayectos son largos, lo que provoca que pierda competitividad.

Pese a los datos y a la previsión, Simón no pierde la esperanza. “A la gente joven hay que facilitarle todo para que vengan al medio rural”, reclama el alcalde, que sigue confiando en un sistema que según él mismo reconoce, “no pone facilidades para que se produzca este repoblamiento en las zonas rurales”. “Creo que los gobiernos nos quieren echar de los pueblos para centralizar todo en las ciudades”, afirma denunciando la falta de incentivos para los jóvenes.

También Raquel Quijano, vecina del pueblo, se muestra muy crítica con la “dejadez gubernamental” respecto a los pequeños pueblos. “El médico actualmente viene una vez a la semana, pero tenemos miedo de que alguna vez nos digan que ya no viene ni eso”, apunta. La pérdida progresiva de servicios es en muchos casos la puntilla que acrecenta el despoblamiento rural.

Para Manolo, dueño del restaurante 'El fogón de Pesquera', coincide con sus vecinos en la ausencia de facilidades e incentivos. “Para reabrir el restaurante hace cinco años todo fueron trabas. Nada de ayudas. De hecho, fue al revés. Ni el Ayuntamiento ni la Diputación hacen nada porque es un pueblo de 40 votos y no les interesa”, lamenta. “Ser un número para el Gobierno provoca que nos resten recursos y servicios”, incide Quijano. Y es que, tal y como describen los habitantes de Pesquera, “electoralmente los pueblos no son uno de los epicentros de las campañas”.

El restaurante de Manolo abre de jueves a domingo, excepto los dos meses de verano, ya que en la época estival “la población se multiplica por 100 y se requiere del único bar del municipio”. Respecto a los sentimientos de vivir en un pueblo tan poco poblado, reconoce que hay cierta sensación de tristeza en el ambiente. “No es lo mismo ver los meses de julio y agosto que los de octubre y noviembre. Es como la noche y el día”, apostilla.

Natural de Pesquera, Manolo también tuvo que irse de su pueblo natal para buscar empleo. “Viví en Barcelona muchos años y allí tenía un negocio propio que daba mucho trabajo. Para la jubilación, mi mujer y yo decidimos volver, aunque al final la jubilación que tenemos es a medias…”. En Hospitalet formaron su vida, y gracias a la flexibilidad de su bar, pueden volver a Barcelona a ver a sus nietos siempre que quieran. “La verdad es que no veo nada negativo, nos ha salido todo perfecto”, cuenta.

Dar un paseo por el pueblo y encontrarse con alguien resulta extraño, justo lo contrario a lo que ocurre en cualquier ciudad. Manolo, acostumbrado a la soledad, indica que la mayor parte de los habitantes tienen más de 80 años, por lo que dedican las mañanas “a hacer sus labores”, mientras que las tardes son el momento “para salir a la huerta o a pasear”.

Somaconcha

El pequeño pueblo de Somaconcha, perteneciente al Ayuntamiento de Pesquera y ubicado a unos 2 km del centro, está completamente deshabitado “desde hace mucho tiempo”. “Nunca he conocido gente viviendo allí y llevo cerca de 30 años en este pueblo”, confirma el alcalde. “Somaconcha ya no existe, está despoblado. Solo quedan dos caseríos y la ermita, que se abre una vez al año para las fiestas de San Roque”, añade.

Sobre la posibilidad de que lo ocurrido en Somaconcha pueda ocurrir en Pesquera, Raquel Quijano se muestra optimista: “A veces no hay que pensar tanto en los problemas del medio rural, sino en los recursos que tiene y en lo que se puede hacer. Al final nos centramos mucho en los problemas y hay que irse más a las posibilidades del medio rural. Yo sí creo que las hay y hay que trabajarlas”, defiende.

Este pueblo quedó unido a Mediaconcha y Bárcena de Pie de Concha por la Calzada romana del Besaya, gracias a la cual en la actualidad se sigue transitando esta pequeña localidad que, de forma natural, solo tendría visitas en la festividad de San Roque.

Montabliz, Quintanas-Olmo y Porcieda son algunos de los pueblos que se han quedado sin habitantes en los últimos tiempos en Cantabria, y Tresviso, San Miguel de Aguayo y el propio Pesquera son algunos que todavía, a duras penas, resisten.

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