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Jóvenes y exilio forzoso en busca de oportunidades: “Cantabria no me puede dar trabajo, se está quedando como un parque de atracciones turístico”

Carlota Abascal, educadora social cántabra ejerciendo fuera de la comunidad.

Rubén Alonso

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Paisaje, clima, cultura, gastronomía, patrimonio, tradición... Cantabria es una comunidad pequeña en lo que a dimensiones se refiere, pero con mucha riqueza que ofrecer en distintos ámbitos que la hacen cada vez más atractiva fuera de sus fronteras. Pero, ¿qué hay de sus oportunidades laborales? ¿Qué pasa con los jóvenes que quieren formarse y trabajar en la comunidad? El panorama es desalentador, según recordaba recientemente el colectivo Cantabria No Se Vende, que denunció que un 60% de la población joven está en paro, en una concentración frente a la sede del Gobierno autonómico en la que puso de manifiesto la “precariedad” y la delicada situación a la que tienen que hacer frente los jóvenes de esta tierra: “No nos vamos, nos echan”, subrayaron.

Y precisamente a esta realidad ponen rostro cuatro jóvenes a los que, como a muchos, no les ha quedado otra opción que exiliarse forzosamente en busca de las oportunidades que aquí no se les brindan: “Cantabria no me puede dar trabajo, se está quedando como un parque de atracciones turístico”, lamentan. “Se legisla para potenciar el turismo, pero no para los que nos queremos quedar a vivir, y eso da miedo y rabia”, manifiestan algunos de ellos en conversación con elDiario.es. Nerea, Carla, Carlota e Isaac tuvieron que tomar la difícil decisión de dejar atrás su vida en esta comunidad -familia y amistades, principalmente- para no renunciar a lo que querían estudiar. E incluso en algún caso, tras haber terminado su formación, no creen viable poder regresar para encontrar un trabajo acorde a ella.

“Me encantaría volver, pero los trabajos, que son prácticamente estacionales, relacionados con el turismo, mal pagados, temporales y que requieren de poca cualificación, no invitan a ello”, asegura Nerea de Diego (20 años), actual estudiante de Ciencias Políticas. Esta joven se fue a Madrid a cursar esta especialidad que la Universidad de Cantabria (UC) no dispone, y aunque era flexible a optar por otras titulaciones similares como Sociología, finalmente no le quedó más remedio que marcharse fuera porque las opciones aquí eran muy reducidas.

En este sentido, denuncia la falta de oferta académica: “Hay muy poca, la mayoría son ingenierías o relacionadas con la medicina. La UC ha querido cubrir las ingenierías para el PCTCAN y el resto externalizarlo a las privadas”, critica. Y de esta ausencia de grados de la rama de letras también es víctima Carlota Abascal (23 años), quien se tuvo que ir a Bilbao a cursar la carrera de Educación Social porque no quiso hacerla por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

“Es una opción que está muy bien y es muy rica, pero a nivel universitario te pierdes muchas experiencias, como el trabajo en equipo, los compañeros y el contacto directo con profesores”, explica. Así pues, puso rumbo a la comunidad vecina donde descubrió que la situación es bien distinta respecto a Cantabria. “Me llamó la atención que allí no había tantos estudiantes de fuera y yo pensaba: '¿por qué conozco tanta gente en Cantabria que, como yo, se ha tenido que ir?' Luego con el tiempo me di cuenta de que en Bilbao está la oferta formativa necesaria, están los medios, los recursos y las oportunidades”, relata.

Carlota ha terminado sus estudios, pero tampoco ha encontrado trabajo de lo suyo en Cantabria y lo peor es que no espera poder hacerlo. “Como educadora social, lo único que puedo hacer es opositar, pero hay poca oferta”, lamenta. “Parece que no hay demanda de educadores sociales en Cantabria, pero yo discrepo, no es que no hagamos falta, sino que no hay recursos para sustentar un sistema social como el que tienen otras comunidades. No me creo que no haya gente en riesgo de exclusión, lo que no hay son proyectos”, sostiene.

Reconoce además que tiene amigos que han priorizado quedarse en Cantabria pese a no encontrar oportunidades laborales acordes con su formación y, pese a ello, sus trabajos “son temporales y mal remunerados”. “Somos una comunidad de camareros”, ejemplifica sobre el énfasis que se pone en el sector terciario y el turismo en detrimento del resto.

Precisamente la decadencia de uno de los otros dos sectores ha afectado de manera colateral a Carla Bezanilla (25 años), residente actual en Paris y profesora universitaria en la capital francesa. Y fue colateral porque ella es exiliada económica de 'segunda generación', puesto que fueron sus padres los que abandonaron Cantabria hace más de 20 años, después de que su padre perdiera su trabajo en una fábrica de encurtidos que cerró.

Actualmente tanto ella como su familia siguen teniendo lazos y vinculación con Cantabria, pero la posibilidad de volver para quedarse, más allá de periódicas visitas en vacaciones, es cada vez más improbable. “Al principio mis padres sí lo sentían como su casa, pero poco a poco los lazos se van disolviendo y ellos cuando van a Cantabria se sienten como extranjeros en su tierra. Se puede ser extranjero en tu propio país, creo que no hace falta cruzar una frontera nacional para sentirse así”, relata, reconociendo que si tuviesen oportunidad volverían.

“Parece que solo puedes trabajar de teleoperador”

“Si todo lo que se promueve a nivel de comercio, trabajo y economía solo está relacionado con el sector terciario, el resto de sectores se van a resentir, y es lo que ya está pasando. Cantabria es la comunidad con más paro juvenil de España y yo no tengo constancia de que el Gobierno regional tenga proyectos para incentivar la contratación juvenil”, afirma esta joven. Algo así también opina Isaac Pérez (29 años) quien, tras haber estudiado Turismo en Cantabria, se tuvo que marchar a Barcelona en busca de trabajo. “No aplican medidas muy progresistas ni tienen visión de atraer el talento joven para que regrese”, recrimina al bipartito.

Y es que Isaac, como él mismo reconoce, estudió Turismo porque dentro de la “poca oferta que hay” en la comunidad era la carrera que más le atraía. “Casi todo son ingenierías”, lamenta al igual que Nerea. Sin embargo, cuando terminó este grado, su experiencia laboral en Cantabria fue nefasta. “Parece que solo puedes trabajar de teleoperador aquí, toda la gente joven que conozco ha acabado ahí, pero te acaban despidiendo porque es un empleo temporal y precario”, afirma. Posteriormente, tras ejercer su profesión en un hotel, que tuvo que llevar a juicio -y que finalmente ganó- porque no pagaban a sus trabajadores, decidió marcharse a Catalunya, donde encontró empleo “en menos de 15 días”.

No obstante, como consecuencia de la pandemia, perdió ese trabajo y ahora ha encontrado otro como auxiliar administrativo en un centro de salud. Así todo, su objetivo es poder regresar a Cantabria en algún momento para trabajar de profesor de Turismo, pero él mismo reconoce que “es complicado”. “Yo no estoy fuera de mi tierra porque a mí me da la gana, me encantaría volver”, sentencia este joven. Y es que este deseo de retornar es común, pero las circunstancias, tal y como se han relatado, no son favorables.

“A veces se me pasa por la cabeza volver para estudiar el máster, pero rápidamente pienso 'bueno, no, me iría a Bilbao, que está cerca y la buena oferta universitaria está allí'”, reconoce Carla. “Me hace gracia cuando dicen eso de 'los jóvenes aventureros'. No, no somos aventureros, es que no nos queda más opción”, concluye Carlota.

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