Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de sus autores.

Ciao verano

Ciao verano

0

¿Dónde está el Otto Dix de nuestra época? Sus paisajes devastados, la naturaleza en guerra contra el hombre, su Flandes según 'Le Feu' de Henri Barbusse. La tela pintada frente a la instalación o la perfomance, el pantocrátor de San Juan de Soria, lo que perdura y es casi indestructible. Por allí viene el Otto Dix de nuestra época, por la calle del aire, o la de los ángeles oscuros.

Por todo lo que se posa y se queda ahí para siempre.

Esta vez el fuego ganó al agua.

Cómo quedan las sillas después de una fiesta, igual que tú, ¿no? Si volvieran a sentarse todos de nuevo en las sillas, como quedaron después de la fiesta. Espacio aborrecido, quemado para posibilidad de ser, condenados a estar todos juntos todavía por un tiempo. La vergüenza de ser ahí. Habían llegado al límite de la alegría, en el límite en el que comienzan a arder unos cerca de otros. Pero una voz, una voz: “Al agua, todos al agua”.

El arte de no saber, lo animales se encaraman.

El viento es visible solo en lo otro, en lo que remueve.

Nuevas formas de amor.

De noche incendios a lo lejos, no se queja, no habla, no dice, solo mira, no puede dejar de contemplar el incendio bajando por la montaña hacia el río. No hay conclusiones en ese todo-se-quema. No podía escribir sobre ello, la escena no se deja atrapar con palabras. Es obsceno incluso acompañar el incendio televisado con un fondo musical, por ejemplo, un corte de la sinfonía número 2 'Resurrección' de Mahler. El guionista ordena sobreponer el fondo sonoro en la tierra quemada. Es obsceno casi todo en este tiempo. Que siente él en el momento del todo-se-quema. Lo inconfesable, lo inconfesable da apetito de hablar, de escribir, ese apetito se convierte en veleidad, ansia o avidez de hablar, de decir, y ahí se quema por segunda vez el espacio del ser. Se le sustrae al silencio de la tragedia su alma, se profana el silencio. No los oigas, no los escuches. Tápate los oídos.

Galicia, un bello nombre, y él tenía su Extremadura en ella, aunque le faltara espacio para ser, o sentirlo. Sobre tal tierra tal cielo. A menudo se desencajan, y vivía entonces en el desencaje. Estabas solo, pero inundado de ti, por tantos días de lluvia antigua que ya no era, y entonces decías 'Galicia' el más bello nombre.

Esta es la soledad de los malditos, espesa, con los mongoles llegando a una playa de guijarros negros con bandera roja por medusas. Resuenan unos en otros. La nausea es real, lo devuelves todo. Te devuelves a ti mismo a un dios que comienza a tener forma y siente hambre de ti.

Laicidad que se estrella en los suburbios, los poemas que injieren en los otros.

Un país donde solo se leían poemas. Nos gustaba mucho oír 'toque a incendios'. Un repicar rápido de dos campanas a toque de arrebato, de Sebastián Villamalefa, o el 'toque a nublo' de Miguel Belver. El Tentenublo: tente nublo, tente tú, qué si dios es agua, ven acá, si eres piedra, vete allá.

“¿Dónde encontrarás un hombre que olvide las palabras para que yo pueda hablar con él?”

Chuang-tzu.

Pero luego estaba, aquello que Canetti llamaba el contagio por los adversarios, uno de los fenómenos políticos más eficaces, y muy poco investigado. Bien, pero vayamos al trance. Él decidió estar un día entero de pie, quería tener una experiencia verdadera. De pie, hasta no sentirse. Primero su cansancio, y después el cansancio de los otros. Quería sentirlos todos.

No expliques, ahí te repliegas.

Este era ese mismo cansancio, lo conoces porque es tuyo, y se lo ofreces a los otros. Siempre en domingo, un domingo de agosto, y ahí está 'Nadie'. Ese nadie al que quieres poner rostro, y un cuerpo. Ese 'Nadie' salido de una guerra, de una larga caminata de días, de muchos días por el Campo Arañuelo, caminando por tierra quemada. Muy cansado de ir, y cansado de no poder dejar de caminar, de no desear siquiera detenerse brevemente en algún lugar con agua y sombra. Detenerse para él significaría no poder volver a moverse.

Se detiene todo, hasta el miedo, ese miedo sublime a uno mismo, se acerca demasiado a la idea de que el mundo también se detenga. 'Nadie' y entonces sigue la dirección hacia tu cansancio de domingo de agosto en aquella o tal ciudad. Recuerdo grandes negrillos en Boñar, y en las plazas de algunas aldeas de Tras-os-montes. La sombra de los negrillos envolviendo las sienes. No recuerdo largas avenidas de negrillos en la ciudad tal o cual. 'Nadie' dice: su gran envergadura y sus profundas raíces levantarían el suelo. Él no podía detenerse en lugar alguno. 'Nadie' hasta encontrarte en la ciudad un domingo de agosto. Era un cansancio puro, o como diría B. el cansancio de tener que darse la vuelta en un lugar ya demasiado alejado, para no sentir la inmensurable distancia de uno mismo hacia uno mismo. Darse la vuelta ahí, justo ahí, donde ya es casi imposible hacerlo. Nunca llegarías al lugar de donde saliste. Demasiada memoria.

Viene a ti lo “Inesperado”, se te dicta.

Los árboles, siempre los árboles a nuestro lado, nos sirven de amigos silenciosos. Ella quería ponerles nombres a todos, nombres diferentes al de los hombres. Su imaginación era un gran espacio, una extensión inmensurable de tierra y cielo, como aquella tierra que atravesábamos a principios de agosto camino de Soria. Michel Gallimard al volante de su Facel Vega, siguiendo el Henares hacia Jadraque. Cuántas veces le habría dicho: “Es aquí, este es el aquí del que te hablé tantas veces” Pero el silencio se hizo negro a pleno mediodía en la luz cenital del holocausto solar.

Tierra femenina, recién segada hacia el futuro. Carreteras estrechas a través de la lejanía hacia ningún lugar.

Ahora solo escribe cartas en hojas negras con gelly roll blanco. En una de ellas escribe: “Tanto hablar de dios, y tanta escritura hacia él, por no querer entrar en lo hondo de la vida, y ahora con monosílabos también, un poco antes de que con esos monosílabos nazca una lengua nueva. Una lengua con la que no se podría escribir un solo poema a fuerza de que se autodestruya.

Poemas que nadie podría leer, salvo peligro de cegarse, y así, monólogo a monólogo de monosílabos, un poco antes de que el mundo comience a arder. ¿Estaría ahí encerrado, en esa lengua de monosílabos tu dios? ¿El dios de los diletantes?“ Y todas las noches, frente a la tierra quemada, él escribía sus cartas en hojas negras con el gelly roll de tinta blanca. Entonces él se pensaba a escala, a una ya demasiado reducida para representarse.

Luego él se veía lleno de accidentes y espacios que debía nominar. También sentía ciertos ríos dentro de él, los ríos de la existencia, cursos de agua que no podía dejar sin nombre para no secarse. Ningún otro hombre debía saber todo esto. Nadie podría ver esos cursos de sí mismo, siempre a riesgo de que uno lo nominara con otros nombres erróneos, y él terminase desapareciendo, o llegando a la más absoluta vulgaridad de ser un hombre demasiado común. Seco de si, exprimido por la realidad frente a la tierra quemada.

“En tiempos muy remotos el sol tenía siete hijos que lanzaban sobre la tierra tanto calor como él mismo”

Batak

En el calor del holocausto solar.

En lo impenetrable las palabras buscan ayuda en otras palabras, y cada vez acuden más a la brecha. Las llamaría bichos de la boca, y entonces una palabra ligera, venida del “otro lado” lo abre todo, e incalculable corre, corre antes de que se cierre todo. La ignorancia está en todas partes, como este año el amaranto en estás extensiones de los campos de Velada.

Ante la tierra quemada hombres que ya no sueñan. Se les ha extirpado la glándula del sueño, y por eso mismo son acaso más libres. Se les nota sobre todo cuando hablan. Lo hacen hacia atrás, como si estuvieran comiéndose las palabras de los enfermos, y las palabras enfermas de nuestro tiempo. Hay una digestión de todo ello que ayuda a “esto” o “aquello”. Hay tantos agujeros ahora de los que podrían salir pequeños dioses que no daban abasto para taparlos.

'Nadie'. Cuánto tardaste en llegar a aquí, a pesar de ir tan rápido, a la velocidad de ti mismo, a pesar de todo, de ti mismo y de tu cansancio, y el de aquello que te seguían, intentando en vano mantener siempre la misma distancia. Ellos tenían sin remedio que acelerar o frenar tanto como para que tú no desaparecieras de su vista, o terminar chocando contigo en los latigazos de ser. De haber ido encordados los habrías arrastrado, demasiado peso, como en las conjuras o en los divorcios.

¿Y porque tardaste tanto si de niño quisiste ser bombero en vez de policía? ¿Por qué tanta tardanza si parecía un corto viaje? Está aquí ese paisaje, o los paisajes, y los espacios ya vacíos donde el lenguaje aprecia la ingravidez hasta quedarse sin peso. El espacio seguía ahí, inalterable, acabado para siempre, en su monogamia perfecta con el cielo y lo celeste. Incluso las rocas resquebrajadas de los berrocales, al salir a caminar cada día con la fresca, a esa hora en la que el sol todavía no mata, en el conjunto del batolito, se habían producido mucho antes, demasiado, y como no existía el lenguaje en esos espacios, te volvías loco, y la luz te enojaba.

Todo aquí es más viejo que tú, y la tierra quemada, después de una lluvia incierta huele a ropa recién lavada, huele a niño muerto, huele, no deja de oler a mundo, y entonces te llegaban de nuevo algunas frases del maestro, de tu fiel maestro. “El bote que jamás se hunde, maldad” y por ahí van criaturas de un solo ojo, y avanzan rodando. Pero todo lo que escribíamos ahora era ya demasiado viejo.

Sobre este blog

Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de sus autores.

Etiquetas
stats