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Consuelo

Abascal (Vox) exige un juicio justo "sin impunidad" y "sin indultos"

Lorenzo Sentenac

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Constatar que partidos como Vox siguen ganando apoyo electoral al mismo tiempo que siguen negando “sin complejos” el cambio climático, ya nos anuncia que el futuro que nos aguarda se parecerá a cualquier cosa menos a la república de las letras. Llegará un momento, con el transcurrir del tiempo y la normalización del disparate, en que el dictador de turno, temporada otoño/invierno, nombrará vicepresidente al caballo Babieca.

Nos sirva de consuelo que gracias al cambio climático y lo acelerado de sus avances, no hay mal que dure cien años, sino que mucho antes de que transcurra ese periodo de tiempo (un siglo), los incendios y las inundaciones, las sequías y el calor, y con todos ellos incluso el hambre, harán que la gente recobre el sentido común y vuelva a distinguir el disparate de la ciencia.

Otra forma de consolarse por las anomalías nacionales, es verlas replicadas a nivel global. El Tsunami nos arrastra a todos. No niego que aún conservemos algún rasgo original, por lo general arcaico, pero dado que somos subsidiarios de tantas cosas, con una capacidad de decisión cada vez más mermada, lo habitual es que seamos condicionados por decisiones ajenas, fuera de nuestro alcance.

No olvidemos que aquí, entre nosotros, las reformas de la Constitución -la intocable- las deciden los bancos alemanes, a los que no les importa toquetear nuestra carta magna si les viene en gana y conviene a sus intereses. Una vez o las que haga falta. De día o de noche. En festivo o día laborable.

Y cuando esto ocurre ¿protestan los patriotas de la derecha y la ultraderecha? 

Antes al contrario: dicen si bwana y ponen el cazo. O la espórtula.

Aún así hay campos de acción en los que todavía mantenemos una cierta autonomía, esto es cierto: por ejemplo a la hora de toquetear a los jueces del Tribunal Supremo “por detrás”, como decía con orgullo partidista Cosido, senador del PP, tan patriota que considera a los jueces de su país, febles marionetas.

¿Donde está aquella independencia orgullosa, rasgo fundamental de toda democracia? Y sin duda se debe a una cierta idiosincrasia el hecho de que los tribunales europeos no hagan más que darnos guantazos y sorprendernos con reveses.

Así como somos muy dóciles y hasta fanáticos a la hora de aplicar el catecismo neoliberal de la última y poco meditada refundación europea (y así nos va), nos cuesta homologarnos y somos reacios a trascribir y aplicar las Directivas europeas más sociales o que beneficien a los trabajadores. 

Algo parecido nos pasa con nuestra Constitución: los artículos más sociales se pueden violar, y seguir siendo sin embargo “constitucionalistas”, o incluso patriotas. Aquí el más patriota es casi el que más paraísos fiscales usa y más defrauda al fisco, o sea a todos.

Por una parte tenemos alma de capataz feroz, y por otra somos la cabra que tira al monte. Europa si pero no. Carta magna si, pero depende: la parte social es de adorno. Se puede violar. Por ejemplo en casos tan notables y vergonzosos como el abuso de la temporalidad laboral. 

En el ranking de la precariedad laboral nos hemos pasado, incluso para los parámetros extremistas de esta Europa neoliberal. Cientos de miles de interinos estafados en nuestros servicios públicos, y abocados en muchos casos al despido libre. Otros se jubilan como interinos. Ya digo: más papistas que el Papa.

Esto no deja de causar sorpresas e imprevistos, porque hasta que esa justicia independiente europea nos llega como agua de mayo, pero ya en julio, nos han engañado pero bien.

En demasiados casos no era esa la película que nos habían contado, ni el final anunciado de la trama. Parece como si los tribunales europeos no tuvieran otra cosa que hacer que sacudirnos el pelo de la dehesa y deshacer los entuertos que aquí fabricamos en serie. No dan abasto. Cada vez recurrimos más a ellos.

La derecha, por lo general pobre en ideas, sobre todo si se deja aconsejar por la ultraderecha que sólo tiene una, recurre al esquema clásico, tan facilón que nos lo sabemos todos. Dice así: todo gobierno que sale de las urnas, si no les gusta a ellos, es ilegítimo, precisamente por eso, porque sale de las urnas y no de un golpe militar.

Añadan a este axioma faccioso otro no menos insensato: los causantes de todos nuestros males pasados, presentes y futuros son los inmigrantes. Antes se decía los judíos, pero conviene renovar el discurso y también el chivo expiatorio.

Si diéramos crédito a esa autoría malévola, la deducción lógica sería que los bancos que nos han timado y activado la gran estafa, estaban controlados en sus puestos claves y de mayor responsabilidad por inmigrantes subsaharianos. Y también que los órganos de control y vigilancia de la cosa económica, que tan mal vigilaron el saqueo despendolado del patrimonio público, estaban infiltrados por inmigrantes del Magreb o huidos del Sahel.

Sin embargo, si uno mira con ojos sin legañas los consejos de administración de esas entidades mafiosas, enseguida se convence de que no es así. En esos consejos de administración abundan los patriotas. Los patriotas de sus paraísos fiscales, claro.

El absurdo de esos planteamientos reaccionarios es evidente ¿Pero qué necesidad tienen de pensar con lógica, o incluso de pensar, aquellos que apoyan estas ideas disparatadas y que de partida rechazan los datos y métodos de la ciencia?

Con su primer estirón, Vox al que muchos filósofos “liberales” aplauden a rabiar, dijo que urgía “ilegalizar partidos”. Ya dijimos entonces que ese era el deporte favorito de Stalin, Hitler, Franco, o Mussolini, y si se lee con atención “El mundo de ayer” de Stefan Zweig, se comprobará que ese tipo de iniciativas totalitarias, solo lleva al desastre, y de “liberal” tiene muy poco.

Ahora un eurodiputado de Vox invita al ejercito a que dé un golpe de estado e interrumpa el proceso democrático en España. Y de paso se llama “comunista” y “antiespañol” a todo el que proponga o aspire a una política socialdemócrata, que recordemos consiste en defender los lazos colectivos frente a las fracturas contingentes, y en respaldar una sanidad y una educación pública, además de unas pensiones dignas. ¿Nos deben sorprender estas querencias golpistas de este neo-partido de la extrema derecha apadrinado por filósofos “liberales”, y arropado por PP y Ciudadanos?

Creo que no. No olvidemos las fuertes raíces que unen el fascismo español con el nazismo. Esa relación íntima está bien descrita en múltiples libros y ensayos. Les aconsejo leerlos. 'La Auténtica Odessa', de Uki Goñi, también es útil al respecto.

Esta paranoia que ve comunistas hasta en la sacristía o el Vaticano, y que blande la Biblia como un arma de destrucción masiva (¡Ay de los pecadores y herejes!) y para dar golpes de Estado, nos recuerda a los tiempos rancios y oscuros del senador McCarthy (un auténtico golfo) y su “caza de brujas”, por no irnos más atrás hasta el crudo medievo.

Veía estos días una película de Paul Andrew Williams, 'El show de Eichmann', que trata de la retransmisión que hizo para la televisión, del juicio del dirigente nazi (este juicio se mostró en la televisión de 37 países), el director estadounidense Leo Hurwitz. Hurwitz, nacido en Brooklyn, que estuvo durante diez años en la lista negra del senador McCarthy por tener “ideas de izquierdas”, estaba obsesionado por descubrir un “gesto” de humanidad en Eichmann, como reacción ante el cúmulo de atrocidades que se iban descubriendo en el transcurso del juicio y el testimonio directo de los que habían sobrevivido a aquel infierno. El director estadounidense quería descubrir ese gesto de “humanidad”, descartar la excepcionalidad del monstruo, porque estaba convencido de que el fascismo volvería a resurgir. No se equivocó.

Por cierto, algunas de las claves que explican, por qué Eichmann estaba oculto en Argentina, nos las facilita el libro ya mencionado de Uki Goñi, 'La auténtica Odessa', muy bien documentado. Léanlo. No se arrepentirán.

Pero como digo: el tsunami nos arrastra a todos. El alma dividida de España se parece mucho al “alma dividida de América”, y así aquello que creíamos más propio y nuestro, resulta ser, al menos a día de hoy, reflejo de una realidad más amplia: el alma dividida del mundo.

Un ejemplo: 

En su libro 'El planeta inhóspito' y concretamente en el capítulo en que David Foster Wallace habla de los incendios de California, se lee:

“Al año siguiente, los estadounidenses asistieron a la evacuación de las Kardashian a través de sus historias en Instagram, y después supieron de los cuerpos privados de bomberos que habían contratado, mientras el resto del estado dependía de reclusos seleccionados que ganaban la miseria de un dólar al día”.

También se lee:

“Hoy en día, los árboles de la Amazonía asimilan una cuarta parte de todo el carbono que absorben cada año los bosques del planeta. Pero, en 2018, Jair Bolsonaro fue elegido presidente de Brasil, con la promesa de que abriría la selva al desarrollo; esto es, a la deforestación. ¿Cuánto daño puede hacer al planeta una sola persona? Un grupo de científicos brasileños ha estimado que entre 2021 y 2030 la desforestación de Bolsonaro liberará el equivalente a 13,12 gigatoneladas de carbono”.

Recordemos que Bolsonaro es otro de los que blande la Biblia como arma de destrucción masiva.

Duden mucho de que la haya leído.

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