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Mujeres, jóvenes y mayores: los más vulnerables ante la soledad no deseada

Las manos manos de una persona mayor

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Conmemoramos hoy, 16 de diciembre, el Día Internacional contra la Soledad No Deseada, una fecha impulsada por entidades como la Fundación Social Padre Ángel y Mensajeros de la Paz para visibilizar una auténtica epidemia silenciosa que afecta ya a millones de personas en todo el mundo. La soledad no avisa: se instala de manera sigilosa, atraviesa todas las edades y clases sociales y, cuando la detectamos, con frecuencia ya se ha cronificado. No solo alcanza a la persona mayor que espera una llamada que nunca llega; también al joven hiperconectado digitalmente, pero desconectado de vínculos profundos y significativos. La soledad no deseada nos interpela a todos: hoy puede afectar a alguien cercano; mañana, a cualquiera de nosotros.

Los datos confirman su preocupante progresión. En España, una de cada cinco personas (20 %) sufre soledad no deseada, y un 13,5 % la padece de forma crónica, según el Barómetro SoledadES 2024. El Mapa Nacional de la Soledad No Deseada 2025, elaborado a partir de más de 7,2 millones de llamadas al Teléfono Dorado (900 22 22 23), señala que comunidades como Madrid (21,5 %), Andalucía (19,7 %) y País Vasco (10,4 %) concentran un elevado número de casos. Este fenómeno golpea con especial intensidad a las mujeres —que representan el 55 % de las personas que buscan apoyo—, a los jóvenes —el 87,5 % de quienes tienen entre 16 y 29 años afirma haber sentido soledad en el último año— y, de forma persistente, a las personas mayores.

La Organización Mundial de la Salud advierte de que sus efectos pueden equipararse a fumar quince cigarrillos diarios, incrementando el riesgo de depresión, enfermedades cardiovasculares y mortalidad prematura. Además, su impacto económico es enorme: se estima en 14.141 millones de euros anuales, el 1,17 % del PIB, debido principalmente al aumento del gasto sanitario y la pérdida de productividad.

Las causas de la soledad no deseada son, en gran medida, estructurales: ritmos de vida acelerados, precariedad laboral, dificultades de acceso a la vivienda, despoblación rural —con miles de pueblos en riesgo—, migración juvenil y una hiperconexión digital que, en demasiadas ocasiones, sustituye las relaciones auténticas por vínculos superficiales. Sin embargo, no basta con diagnosticar el problema: existen soluciones eficaces, sostenibles y al alcance de las instituciones y de la ciudadanía. Un ejemplo pionero es el Teléfono de la Soledad del Mayor de UDP Cuenca, impulsado por la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de Cuenca en colaboración con el Ayuntamiento y aún operativo en 2025. Esta iniciativa, reconocida a nivel regional y que he tenido el honor de acompañar, ofrece escucha activa, acompañamiento telefónico y videollamadas, demostrando que con recursos limitados es posible transformar vidas y prevenir el aislamiento, especialmente en el medio rural. A ello se suman otras experiencias de éxito, como el Teléfono Dorado de Mensajeros de la Paz, los programas intergeneracionales Rincones de Encuentro —que han logrado reducir la soledad hasta en un 35 % en proyectos piloto— o las estrategias autonómicas, como las desarrolladas en Castilla-La Mancha.

La educación desempeña un papel clave en la prevención. Educar en empatía, cooperación, comunicación y relaciones saludables desde la infancia fortalece comunidades más solidarias, cohesionadas y resilientes.

Hoy, más que nunca, resulta imprescindible exigir políticas públicas transversales: incorporar la soledad no deseada en las encuestas de salud, impulsar redes comunitarias en barrios y pueblos, y apoyar decididamente al voluntariado social. Además, debemos actuar de inmediato en el plano individual: una llamada, un café compartido, una conversación sincera o una mano tendida pueden tejer la red de apoyo que todos, en algún momento, necesitaremos.

La soledad no deseada no entiende de edades, clases sociales ni calendarios. Hoy, en su Día Internacional, comprometámonos a combatirla con determinación, por dignidad, por salud y, sobre todo, por la humanidad.

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