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Filomena ya dio muestras de que un fenómeno natural puede dañar nuestro Patrimonio cultural en bienes arqueológicos e inmuebles, lo mismo que la sacristía catedralicia de Toledo conoció hace pocos años la posibilidad de sufrir un devastador incendio, o los efectos de las cada vez más frecuentes inundaciones en numerosos puntos de nuestra región. También conocemos la consecuencia de la falta de una educación cívica, que hace que los daños de origen antrópico se multiplican cada vez más, como hemos comprobado con los actos vandálicos sobre el abrigo rupestre de 'La Rendija' en Herencia (Toledo) o, hace unos días, en la recién instalada escultura de Canogar en Toledo instalada en memoria de las víctimas de la COVID.
Los desastres de origen antrópico están relacionados en muchas ocasiones con la negligencia o el descuido, (fallos en los sistemas de vigilancia o seguridad que provocan incendios, inundaciones etc., falta de mantenimiento de los inmuebles…) y en otros casos con el agravante de la intencionalidad (incendio, robo y tráfico ilícito, actos vandálicos, atentados por motivaciones políticas o religiosas).
Hay redactado un Plan Nacional de Emergencias y Gestión de Riesgos en Patrimonio Cultural que diseña medidas y procedimientos para la prevención y protección del Patrimonio Cultural ante la posibilidad de que se produzca una catástrofe. Y establece, en caso que esto ocurra, protocolos de actuación para minimizar los daños que se pudieran producir; diseñando los instrumentos de actuación y los mecanismos de coordinación con las distintas instituciones que intervienen en las situaciones de emergencia y que afectan a la seguridad de las personas y de los bienes, de acuerdo a lo establecido en la Ley 2/1985 sobre Protección Civil. Pero, claro está, la mayor parte lo deja en manos de las comunidades autónomas que tienen transferidas las competencias en la materia.
En Castilla-La Mancha poco no nada hemos hecho al respecto. Tenemos que apostar más y mejor por la conservación preventiva. Son necesarios planes de contingencia a nivel regional, local y de cada uno de los museos, bibliotecas, archivos y bienes inmuebles declarados. Urge que la Consejería de Educación, Cultura y Deportes realice un Plan Regional de prevención y gestión de riesgos, para que no toda inversión vaya destinada a medidas paliativas cuando los daños ya están hechos, y a veces y lo que es peor para el patrimonio cultural, de forma irreversible. Asimismo, los ayuntamientos deben introducir en sus planes de urbanismo y ordenación del territorio los mecanismos necesarios para establecer gestión de riesgos y emergencias sobre su patrimonio cultural, y con más motivo cuando hay por medio una declaración de zona arqueológica, Conjunto o Sitio Histórico. Extendiéndolo también a la promoción y gestión de edificios municipales, vivienda de protección pública, así como en las Ordenanzas de Conservación y rehabilitación de la edificación.
A nivel local nos preguntamos si se ha realizado el Plan de Evacuación de los conjuntos históricos de Toledo y Cuenca, se han preparado las medidas preventivas para la detección, control y extinción de incendios y catástrofes en ciudades o poblaciones con estas características, o si se han previsto recursos y protocolos de actuación urgente para la salvaguarda y rescate de los bienes culturales en caso de emergencia. Por lo que sabemos la única medida paliativa la ha realizado los servicios de bomberos con una preparación específica de actuación sobre el patrimonio cultural y la reciente convocatoria de formación que la Consejería de Educación, Cultura y Deporte ha organizado para sus funcionarios.
Probablemente, algún edificio o servicio público contenedor de patrimonio cultural haya redactado un Plan de emergencias, pero, salvo el Museo del Ejército y la catedral, no tenemos noticia de que se hayan realizado –más allá de los habituales de evacuación o autoprotección- simulacros prevención de riesgos y de emergencia en nuestra región, localidades o bienes inmuebles. Y si se ha realizado en nuestra región, por favor, háganoslo saber para así reseñarlo en esta columna. Mientras, la mayor parte de nuestro patrimonio está en riesgo evidente.
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