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El 28 de mayo, el mundo conmemora el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, una fecha instaurada en 1987 durante la asamblea de la Red Mundial de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos. Este día no es solo una efeméride: es una reivindicación por la justicia, la equidad y el derecho inalienable de las mujeres y niñas a una salud física y psicológica plena. Como catedrática y defensora de los derechos humanos, me sumo a esta causa con una convicción: la salud de las mujeres no es un lujo, es un pilar para construir sociedades justas.
La salud de las mujeres enfrenta desafíos críticos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS): 287.000 mujeres murieron en 2020 durante el embarazo o el parto, el 95% en países de ingresos bajos o medios. Las mujeres tienen el doble de probabilidad de sufrir depresión o ansiedad que los hombres, agravada por la violencia de género y las desigualdades. El cáncer de cuello uterino, prevenible con vacunas y cribado, causa 340.000 muertes al año, principalmente en regiones sin acceso a servicios básicos.
Estos datos reflejan una verdad incómoda: millones de mujeres carecen de atención sanitaria adecuada debido a barreras económicas, culturales y sociales. La pobreza, la discriminación y la falta de educación limitan su acceso a cuidados esenciales, perpetuando un ciclo de vulnerabilidad.
Desde 1988, la campaña de Prevención de la Morbilidad y Mortalidad Materna subraya una verdad evidente: prevenir salva vidas. Recibir una adecuada atención y la prevención son claves para cambiar esta realidad. Así, el acceso a controles prenatales y partos asistidos por profesionales puede reducir la mortalidad materna hasta en un 70% (OMS, 2022). Igualmente, los programas de detección temprana y vacunación contra el VPH podrían evitar el 90% de las muertes por cáncer de cuello uterino.
Es oportuno subrayar que, integrar servicios psicológicos en la atención primaria y desestigmatizar la salud mental son pasos urgentes para abordar las secuelas de la violencia y el estrés.
Especialmente, hay que considerar que la educación para empoderar a las niñas con conocimientos sobre salud reproductiva y autocuidado es una inversión en su futuro.
En consecuencia, la salud de las mujeres exige acción inmediata. Por lo que se deben fortalecer los sistemas de salud, invertir en centros médicos en zonas rurales y tecnología como la telemedicina para garantizar el acceso universal.
Hoy, más que nunca resulta fundamental formar profesionales con perspectiva de género, aumentar el número de mujeres en el sector sanitario y capacitar al personal en atención sensible a las necesidades femeninas.
El 28 de mayo de 2025 no debe ser solo un día de reflexión, sino un punto de inflexión. Cada mujer merece vivir sin el temor a enfermedades prevenibles o al abandono sanitario. Cada niña merece crecer en un mundo que valore su salud tanto como su potencial. La salud de las mujeres es la base de familias fuertes, comunidades resilientes y sociedades prósperas.
Hagamos honor al legado de 1987. Exijamos sistemas de salud inclusivos, políticas valientes y un compromiso global con la prevención. Este 28 de mayo, unámonos para gritar alto y claro: la salud de las mujeres es un derecho, no un privilegio.
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