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Lucha contrarreloj para poner freno a la Barcelona hotelera

Un grupo de turistas en el mercado de la Boqueria, uno de los múltiples puntos turísticos de Ciutat Vella, el distrito del centro de Barcelona. /CARMEN SECANELLA

Jordi Mumbrú

Barcelona —

Los vecinos y los partidos de la oposición no descansan porque conocen perfectamente la importancia de lo que está en juego. Detrás de la decisión del alcalde Xavier Trias de cambiar la ley para que se puedan volver a abrir nuevos hoteles y nuevas discotecas en Ciutat Vella se encuentra el decisivo debate del modelo de ciudad. A un lado está la Barcelona más cerrada, que sólo se mira el ombligo y vive de espaldas al mundo; al otro, la ciudad de los servicios, la que está hecha a medida para los turistas que buscan fiesta y algo de descontrol durante la sus merecidas vacaciones. En medio está el equilibrio que defienden todos pero que nadie parece encontrar.

En el año 2010 el Ayuntamiento de Barcelona consideró que el centro de la ciudad ya tenía bastante locales y que abrir más sería contraproducente. Pero el cambio de gobierno ha supuesto también un cambio de modelo. El alcalde de Barcelona, ​​Xavier Trias, que en 2010 se abstuvo en la votación del Plan de Usos, ha cambiado ahora de opinión y ha aprovechado su acuerdo con el PP de Alberto Fernández Díaz para hacer que vuelva a sonar la música. Si nada ni nadie lo impide, los turistas -y los empresarios del sector- volverán a tener margen en Ciutat Vella.

La propuesta de los partidos conservadores pasa por autorizar la apertura de nuevos locales de pública concurrencia diurnos en una parte importante del territorio y de nocturnos en otra zona determinada. También permite una nueva moratoria para adecuar los pisos que se convierten en apartamentos turísticos y que tantas quejas provocan entre los vecinos.

El proyecto está actualmente en exposición pública y, dependiendo de las alegaciones, podría votarse y aprobarse en el Pleno del mes de julio. Es decir, que quizás en dos meses ya se estén construyendo nuevos hoteles y discotecas en Ciutat Vella. El presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona, ​​Favb, Lluís Ravell, está convencido de que el cambio de parecer del alcalde es consecuencia de “las presiones del lobby hotelero” y advierte que el levantamiento de la prohibición, junto con la privatización de una parte de la Barceloneta, hacen un cóctel explosivo que pueden transformar y privatizar la fachada marítima de la ciudad. “Hay un debate claro sobre el modelo de ciudad, porque nadie ha hablado de la transformación del frente marítimo y en cambio vamos viendo movimientos, desordenados pero en un sentido claro hacia una ciudad neoliberal”.

Quienes preparan las alegaciones son los partidos que aprobaron el Plan de Usos vigente, durante el último mandato socialista, que sirvió para poner freno a la creación de locales. El PSC las presentó ayer mismo e ICV y Unitat x Barcelona (ERC) lo harán en breve. En sus alegaciones, los socialistas recuerdan que en Ciutat Vella hay 206 hoteles, lo que representa el 38% de todos los de la ciudad. Si se suman todas las camas disponibles para turistas entre pensiones y hoteles “resulta que aproximadamente en Ciutat Vella hay una cama turística por cada 3 residentes”, advierte el texto, firmado por la concejala socialista Assumpta Escarp. Por todos estos motivos reclama que no se levante la limitación de plazas hoteleras en Ciutat Vella y que se mantenga el veto a locales públicos en algunas de las zonas afectadas. Dada la importancia de la medida, también reclama un proceso participativo antes de sacar adelante la votación.

La tarea de Itziar González

La tarea de Itziar GonzálezDespués de muchas quejas vecinales, en 2010 el distrito de Ciutat Vella decidió poner punto y final a la barra libre de locales: se aprobó una ley que impedía abrir más establecimientos de pública concurrencia. La única manera de poder obtener una licencia para abrir un bar o una discoteca en el distrito era que otro local similar cerrara y abandonara el negocio. La encargada de apagar la música de esta gran orgía entre turistas y empresarios del sector fue la concejala Itziar González, que terminó dejando el cargo por las presiones que recibió al oponerse al hotel que quería construir el Palau de la Música. Pero su esfuerzo fue recompensado: PSC, ICV y ERC votaron a favor de la propuesta y CiU se abstuvo. Sólo se opuso el PP. Para algunos vecinos ya era demasiado tarde, ya había zonas del distrito irrecuperables (como la propia Rambla) pero la mayoría aplaudieron la decisión. Pero lo que parecía una decisión de ciudad podría ahora quedar en nada, si la medida que han pactado CiU y PP sale adelante.

Esta apuesta tan clara por el turismo provoca inconvenientes a los vecinos, según Ravell, como el aumento del precio de los pisos o la destrucción del comercio de barrio, pero además puede complicar a la larga las finanzas municipales ya que se corre el riesgo de acabar “matando la gallina de los huevos de oro”. Según el portavoz vecinal, esta medida “estandariza” Barcelona y, por tanto, la hará menos atractiva a los ojos de los turistas.

Los barrios de la Barcelona antigua, los que conforman el distrito de Ciutat Vella, tienen algo más de 100.000 habitantes, lo que representa la densidad de población más alta de toda la capital catalana. Además de ser muchos vecinos por metro cuadrado, los habitantes de Ciutat Vella deben convivir con el turismo que no se cansa nunca de pisar y fotografiar el corazón de la ciudad. El año pasado pasaron por sus calles 9 millones de turistas. Todo ello convierte a los barrios de la Barcelona antigua en un territorio muy seductor y lleno de vida, pero también muy delicado. El equilibrio entre las necesidades de los turistas (hoteles, locales de ocio, tiendas de souvenirs, etc.) y las de los vecinos (tiendas de barrio, espacio público...) ha provocado muchas discusiones y presiones de todo tipo.

Los vecinos del barrio reclaman su derecho de vivir tranquilos y a encontrar una barra de pan entre tantas tiendas de cambio de moneda, pero los empresarios del sector turístico, que a pesar de la recesión económica aún tienen dinero en los bolsillos, están dispuestos a continuar abriendo hoteles y discotecas. Y un hotel mueve más dinero que una panadería.

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