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Los CDR ignoran las restricciones por el virus y se manifiestan en el primer aniversario de la sentencia del procés

Manifestantes independentistas, este miércoles en Barcelona.

Oriol Solé Altimira

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El primer aniversario de la sentencia del procés del Tribunal Supremo ha sido un ejemplo de lo mucho que pueden cambiar las cosas en solo 365 días. El 14 de octubre del año pasado, tras conocerse el fallo que condenaba a los líderes soberanistas a penas de hasta 13 años de cárcel, miles de personas salieron a la calle a lo largo y ancho de Catalunya en lo que sería el inicio de una semana de protestas inéditas en los años del procés. Este miércoles la única protesta ha corrido a cargo de los CDR en Barcelona y ha congregado a unas 200 personas.

El día que la Generalitat ha ordenado el cierre de bares y restaurantes, los manifestantes han ignorado todas las restricciones sanitarias y han marchado por el centro de la ciudad en grupo, muchos sin mascarilla, bebiendo cerveza y sin respetar las distancias pese a la prohibición de reuniones de más de seis personas.

Desde las furgonetas antidisturbios, los Mossos d'Esquadra han lanzado varios avisos de que las reuniones sociales están prohibidas, sin resultado alguno.

Tal y como viene sucediendo en las últimas movilizaciones independentistas, la asistencia a la marcha de este miércoles ha sido reducida, en contraste con la abundante presencia mediática y policial.

No hay duda de que la pandemia, inimaginable en octubre del año pasado, es responsable de la pérdida del principal activo del independentismo, la movilización social. Pero ya en la pasada Diada varios manifestantes señalaban que, al margen del virus, el hartazgo con los líderes soberanistas les quitaba las ganas de salir a la calle.

Los manifestantes se han dado cita en la plaza Urquinaona, epicentro de una batalla campal que durante más de cuatro horas protagonizaron grupos de jóvenes contra Policía y Mossos el 18 de octubre del año pasado, y han bajado por Vía Laietana, donde algunos manifestantes han retirado las banderas españolas que manifestantes españolistas colocaron el pasado lunes.

En conjunto, la semana de protestas del año pasado se saldó con casi 200 detenidos, ya en libertad a la espera de juicio, mientras que una veintena de agentes están siendo investigados por los jueces por malas praxis en la contención de las protestas.

Los disturbios de Urquinaona y la ocupación de los accesos al Aeropuerto del Prat a instancias del hoy inactivo Tsunami Democràtic se han convertido casi en un símbolo para el sector más drástico del independentismo, que reclama a los políticos una vuelta sin ambages a la vía unilateral, algo que de momento no está en los planes de los principales partidos.

Ni la sentencia ni las protestas del año pasado fueron el ensamblaje pretendido por el entonces president, Quim Torra, para reunir al independentismo. Un año después Torra está inhabilitado y fuera del Palau de la Generalitat y el independentismo concurrirá más dividido que nunca a las elecciones de febrero tras las escisiones sucesivas de lo que un día había sido Convergència.

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