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Las cifras de delincuencia empeoran en Barcelona con el regreso del turismo, pero continúan por debajo de 2019

El turismo se recuperó en Barcelona en el primer trimestre por encima de las cifras de delitos

Victòria Oliveres / Arturo Puente

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Los dos años de pandemia quedarán inevitablemente marcados en registros históricos muy diversos más allá de lo sanitario. 2020 y 2021 han supuesto un bache estadístico en dos índices que en Barcelona se siguen con gran interés y que, además, están relacionados: delincuencia y turismo. Ambas cayeron a mínimos de récord durante la crisis sanitaria y ambos se han recuperado de forma pareja durante el primer semestre de 2022, ya en una situación de práctica normalidad. Pero, aunque las cifras de turismo y de delincuencia han crecido, ambas están aún por debajo de la situación previa a la pandemia.

Como ocurre desde la explosión del turismo en la pasada década, Barcelona volvió a ser en el primer semestre de 2022 la ciudad con más delitos si se cuenta por habitante, con 4,8 delitos por cada 100 habitantes, mientras otras ciudades españolas se quedaron en cifras como el 3,9 de Valencia, 3,7 de Madrid o 3,5 de Sevilla. La tasa española en el primer semestre de este año fue de 2,4 delitos por cada 100 habitantes, mucho menor que en las ciudades principales.

Sin embargo la evolución reciente de las cifras en la capital catalana muestra que, según los datos del Ministerio del Interior, en Barcelona el número total de delitos se suaviza y crece más despacio que el número de turistas, por lo que la criminalidad aún está un 21% por debajo al mismo periodo de 2019. Esta situación contrasta tanto con la mayoría de las ciudades como con la media española, donde no solo se ha recuperado por completo la criminalidad sino que incluso ha crecido un 5%. El año anterior a la pandemia se anotó el máximo récord de delitos, con prácticamente 100.000 hechos denunciados en los primeros seis meses.



Si se desgrana por tipos delictivos se observa que la caída es especialmente acusada en los hechos que tienen que ver con los robos y las lesiones físicas. En la capital catalana los dos delitos más frecuentes son los hurtos, como puede ser el robo de una cartera sin que la víctima se dé cuenta, o el robo con violencia o intimidación, tipo que correspondería con un atraco en el que acaba sin haber que lamentar daños personales. Ambas actuaciones se reducen con fuerza si se compara con 2019, el hurto un 35% y el atraco un 14%.

En el lado opuesto se sitúan los delitos de índole sexual y los relacionados con drogas, que han aumentado en este primer semestre respecto a los registros anteriores a la pandemia. Los delitos contra la libertad sexual aumentan un 24%, especialmente las agresiones sexuales con penetración (+42%). El crecimiento de todos los anteriores está en la media española. Destaca sin embargo un impresionante aumento de los delitos de drogas, que se triplican, un dato disparado respecto a cómo crece en el conjunto del Estado. Preguntados por este diario, el cuerpo de Mossos d'Esquadra rechazó valorar los datos de criminalidad del primer semestre.



Pese a que los datos globales están lejos de reflejar una situación crítica en Barcelona, en los últimos días algunos líderes políticos han llamado la atención sobre algunas cifras parciales. Hace dos fines de semana el líder de Vox, Ignacio Garriga, ponía el acento sobre el crecimiento de los delitos sexuales en Catalunya y afirmaba que “el separatismo y la izquierda ponen en peligro a nuestras mujeres e hijas”. Una semana después, con motivo del aniversario del atentado de la Rambla, Garriga insistía en que Catalunya era “un foco de yihadismo y violencia”. Pero un análisis pormenorizado de las cifras demuestra que, si valen para Catalunya, ambas afirmaciones podrían aplicarse también para zonas donde gobierna el partido de Garriga.

España vuelve a las cifras habituales de delitos; Barcelona aún no

Durante la pandemia, Barcelona fue una de las ciudades que más redujo su criminalidad. Y esa tendencia a la baja ha continuado notándose durante el primer semestre sin restricciones, cuando todos los indicadores de criminalidad en España han vuelto a la normalidad. Pese a eso, si se compara la capital catalana con otras grandes ciudades, Barcelona es la única que aún se mantiene lejos de las cifras prepandémicas. Por contra, Madrid y Sevilla prácticamente han vuelto al índice de 2019, la primera con cinco puntos menos y la segunda con dos menos. Valencia, por su parte, ha vivido un aumento de delitos totales del 26%.

Como ocurre en Barcelona, en la mayoría de las grandes ciudades españolas los hurtos y robos han ido a la baja, mientras los delitos contra la libertad sexual o relacionados con drogas han presionado hacia arriba la estadística. En Sevilla las agresiones relacionadas con el sexo subieron un 84%, mientras en Madrid lo hacían en un 33%. En Valencia en cambio el aumento se centró sobre todo en los robos con fuerza e intimidación.



Una de las grandes preocupaciones de las autoridades catalanas y barcelonesas en materia de delincuencia tiene que ver con un delito muy específico: el hurto. Pese a ser el delito más leve, los hurtos están muy concentrados en zonas turísticas y de ocio, aumentan mucho las estadísticas globales y generan sensación de inseguridad. Además, policías como los Mossos o la Guardia Urbana venían alertando sobre el alto grado de reincidencia que está asociado a los hurtos, razón por la que tanto desde el Ayuntamiento de Barcelona como de diversos partidos se ha tratado de imponer penas de prisión para los autores reincidentes de pequeños hurtos.

Finalmente el pasado mes de junio el Congreso aprobó una enmienda del PDECAT que reforma el código penal e introduce penas de prisión de hasta 18 meses para los pequeños hurtos cuando sean cometidos por personas que tengan historial delictivo anterior. Esta modificación permitirá que pisen la prisión personas que hayan sustraído objetos por un valor menor a los 400 euros. La propuesta solo suscitó el voto negativo del BNG.

Delincuencia y turismo, una relación cuantificable

Daniel Montolio es un profesor de economía en la Universitat de Barcelona que ha centrado su investigación en aspectos relacionados con la criminalidad. En el año 2012 publicó un estudio en el que analizaba cómo afectaba el turismo a la delincuencia. Una de sus conclusiones fue que por cada 100.000 turistas a una provincia española se observaba aproximadamente un incremento de un 1,8% en las tasas de delitos contra las personas. Pero además su estudio concluía que ese incremento era mayor “cuanto más estacionalizado o de menor calidad sea el turismo” recibido.

La ciudad de Barcelona es históricamente la que más delitos totales acumula por ciudadano empadronado de entre las urbes con más de 100.000 habitantes. Una cifra que las autoridades tienden a explicar por la población flotante, es decir, todas las personas que pese a no estar empadronadas pasan por la urbe, bien como turistas o bien por motivos laborales o académicos. Esto puede observarse en la evolución conjunta del número de pernoctaciones de viajeros y del número de crímenes en el siguiente gráfico:



Tomando 2019 como base, por ser el año que ostenta el récord tanto de viajeros como de crímenes totales en el primer semestre, el índice de delitos se mantuvo constante durante la primera mitad del pasado decenio y comenzó a subir a partir de 2017. Una evolución que paró en seco en 2020, con el inicio de la pandemia. El bache en las pernoctaciones producido entre 2020 y 2021 fue histórico, con un 68 y 85% de reducción de viajeros, lo que arrastró la reducción de delitos, que cayó un 36 y un 44% en los dos años de pandemia.

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