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Yu Hua: una insólita mirada al pasado y a la historia

Joana Castells Savall

El primer martes de noviembre del año que acaba de pasar, en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, el escritor Yu Hua fue invitado a hablar de su literatura a propósito de la apertura del máster en estudios chinos de la Universitat Pompeu Fabra y de la publicación con tapas verdes (Males Herbes), de un libro que recoge cuatro de sus relatos de hace años, de cuando nuestro autor dejaba de arrancar dientes y desinflamar encías para tratar de convertirse en escritor. Tomando el título del segundo de estos relatos iniciales y quién sabe si iniciáticos, el volumen se encuentra en las librerías como El passat i els càstigs, y despliega cuatro historias que, probablemente, sean los cuentos más crueles (más aún que los cuentos infantiles, al estilo del Andersen y los hermanos Grimm originales, se entiende, esto es, antes de la irrupción de la corrección política en todos los espacios, no inmunes, de la tradición de la palabra y la imaginación), los cuentos más crueles, pues, que he leído jamás, sobre todo uno.

Yu Hua se inscribe en la primera generación de escritores que cogen la pluma (o se sientan al teclado) liberados de las constricciones, la censura, el miedo y los castigos a los que los años duros del maoísmo sometieron a los intelectuales y artistas en China. Y su carrera literaria se inicia en un momento de ebullición cultural, de efervescencia creativa y de apertura a nuevas influencias –los años 80 del siglo pasado– en el que surgen autores y movimientos que tratarán de subvertir los viejos cánones estéticos a través de la experimentación formal, en busca de un lenguaje válido para decir el presente con el ánimo entusiasta de una nueva vanguardia. En este momento de la historia cultural de China, pues, y en este principio de la trayectoria de un escritor, cabe situar los cuatro relatos que componen El passat i els càstigs. Más adelante, aparecerán las obras que han consagrado Yu Hua tanto en su país como internacionalmente: Vivir! (1992), una novela adaptada al cine por Zhang Yimou, Chronicle of a Blood Merchant (1995) o Brothers (2005).

Pero de momento, para el caso que nos ocupa, se acaba de publicar, por primera vez en catalán, un volumen de cuatro narraciones del que difícilmente el lector saldrá ileso. Un libro por donde, en atmósferas descarnadas y oníricas, tocadas por los reflejos oblicuos de una luz incómoda como un mal presentimiento, deambulan, con la vida rota, personajes que, por más que leamos, nunca llegaremos a conocer, y donde, de un pasado brutal que se adivina pero del que no se habla, emerge, como una pesadilla fuera del tiempo, un mundo incomprensible e inhóspito, enloquecido por el recuerdo, que destila un presente extraño hecho de violencia, calamidades y despropósitos, poblado por criaturas sin nombre y sin suerte. La referencias históricas al pasado inmediato (los estragos de la Revolución Cultural) se intuyen pero no están, la psicología de los personajes se pierde en la crueldad inusitada de sus actos, y no hay código ni discurso que nos transporte al ámbito referencial de la normalidad supuestamente compartida. Y es hacia este universo desancorado, hacia una deriva perpleja o un tipo de realidad contrahecha adonde se dirigen los ojos del lector, inevitablemente desprevenido, que abre por primera vez este libro. Y no hay exégesis, glosa, crítica, atajos ni consejos que valgan. Apenas la fuerza intrínseca, la potencia íntima de la palabra cuando va de la mano de la literatura, ingeniera de mundos y caminos sobre la letra impresa que nos crean y sustentan, que perduran.

Así, es posible que la experiencia de leer El passat i els càstigs consista en pasar páginas como quien devora sustos, reprimiendo las ganas de taparse la cara o cerrar los ojos, encadenando imágenes aterradoras articuladas con un estilo seco, directo y potente. Hasta el final, cuando probablemente no sabremos qué pensar, qué sentimos o si osaríamos recomendar a alguien la lectura de este libro. Pero, encajado el golpe, pasado el choque, puede ser también –¿está mal decirlo?– que la violencia se vuelva poco a poco más indolora, y que los ojos, desorbitados y endurecidos, asombrados e incrédulos, reconozcan de repente que han leído sangre y delirio, y poesía. Y es que en la casi absoluta ausencia de pistas y referentes, de mundo interior de los personajes, de contexto histórico, de coordenadas más allá de la página –en la más deshabitada falta de consuelo– se presenta, entera y sonora, la fuerza de la palabra estética, de la experiencia poética, y la capacidad de conmoción –de trastorno de las funciones celulares de los órganos lectores, vitales– de la (buena, si es que existe otra) literatura.

Dos meses después de releer y corregir estos relatos y decidir bajar a Barcelona, el primer martes del pasado noviembre, para oír hablar a Yu Hua en una sala repleta del CCCB, y ahora que el texto se ha hecho libro, aún no acierto a valorar las lesiones anatómicas que haya podido producirme. Pero no me arrepiento, agradezco la aventura y –no puedo prometerlo, pero seguramente– repetiría el viaje.

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