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Mapa del consumo responsable de Barcelona

Un grupo de gente siguiendo la ruta Pamapam el día se su presentación.

Noelia Román

Barcelona —

Desde hace una década, en su tienda taller de la calle Peu de la Creu, en Ciutat Vella, María del Mar diseña y fabrica Lolitas, muñecas de trapo personalizadas que pueden parecerse a uno tanto como uno lo desee. A su lado, en el mismo espacio, Imanol inventa y compone lámparas con antiguas piezas de piano y con los restos de plástico que el mar escupe en la playa de Zumaia. En Novedades, una antigua fábrica de lámparas que conserva todo su viejo encanto, ambos sobreviven dando nueva vida a viejos materiales, al tiempo que reivindican lo artesanal, la originalidad y el consumo responsable.

“La crisis hizo desaparecer muchos talleres, pero éste es un barrio muy dinámico y ahora se nota un resurgir, la vuelta de gente que quiere hacer cosas suyas, que abre galerías y tiendas para mostrar su trabajo”, apunta María del Mar. “Son gente que, a menudo, tienen otros trabajos con los que ganan algo de dinero y que luego dan rienda suelta a su creatividad y disfrutan con estos negocios artesanales”, abunda esta partidaria del trueque como forma de operar.

María del Mar, Imanol y su tienda Novedades son sólo un ejemplo del tipo de iniciativas que han servido para elaborar Pamapam, un mapa virtual y colaborativo que localiza los diversos establecimientos de consumo responsable que se pueden encontrar en Barcelona. Impulsado por la ONG Setem Catalunya con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona y recién lanzado a la red, este mapa es una invitación a que compremos con conciencia.

“En plena campaña navideña, época consumista por excelencia, invitamos a la gente a ponerse las gafas de consumo responsable para que vea que el mundo también se puede transformar a partir de la cesta de la compra”, señala Anna Fernández, coordinadora de Pamapam y miembro del equipo de campañas de Setem.

Durante los últimos meses, ella ha dirigido al grupo de “chinchetas naranjas”, unos 15 voluntarios que se han pateado Barcelona para identificar y evaluar los aproximadamente 70 establecimientos que actualmente constan en el mapa. Algunos los conocían personalmente. Otros son sugerencias de gente que ha querido colaborar con la iniciativa. Y todos cumplen con al menos ocho de los 15 criterios de responsabilidad establecidos por la ONG. Aluden, por ejemplo, a la democracia interna de los negocios, al reciclaje, al origen de los materiales y a lo que perciben los productores por ellos.

“Nuestro objetivo era darle de comer bien a la gente y, como montar un restaurante era demasiado complejo, decidimos conformarnos con una tienda desde la que ofrecer productos frescos buenos y asequibles”, cuenta Eva, una de los tres socios de la cooperativa Ceres, una tienda de alimentación situada en la Ronda Sant Pau que también aparece en el mapa de Pamapam.

“Nosotros compramos la fruta y la verdura a los payeses catalanes y a grandes cooperativas locales y les ponemos un margen muy justo para ofrecer calidad a precios de mercado”, abunda su socia Yolanda. “El precio del 80 por ciento de nuestros productos frescos está al mismo nivel de los que se venden en el mercado de Santa Caterina”, añade, consciente de que, a menudo, este tipo de comercios resultan demasiado caros para el bolsillo medio.

Esa circunstancia resulta evidente al mirar las etiquetas de la ropa para niños que venden en Homeonearth, otro establecimiento que, desde la calle Hospital, invita a consumir siendo conscientes de dónde se diseñan y se fabrican los productos que compramos. “Nosotros diseñamos aquí y producimos en países como Nepal y Vietnam, pero sin intermediarios, pagando precios más justos a los productores”, explica Belén, la encargada de esta tienda marcada por el toque nórdico de su dueña, una danesa afincada en Barcelona. “Es cierto que nuestros productos son más caros, pero son naturales, certificados, de comercio justo y han sido fabricados en otras condiciones y con otros materiales”, añade.

A tan sólo unos metros, en la acera de enfrente, el consumo responsable resulta asequible a todos los bolsillos. En Roba Amiga, se pueden encontrar prendas de segunda mano, en perfecto estado, a partir de tres euros. Llegan por toneladas (unas 2.800 este año) a la Fundación Formació i Treball, la entidad de inserción laboral que está detrás de esta tienda. Vendiendo ropa usada y reparando calzado, esta fundación emplea a unas 180 personas, el 60 por ciento de las cuales está en riesgo de exclusión social.

“La crisis ha hecho bajar mucho las donaciones y nos ha obligado a espabilarnos para que las cifras no disminuyeran”, apunta Ingrid Payán, responsable de ropa de la fundación. “Hemos puesto más contenedores –los de color naranja que habitualmente se encuentran en los mercados de Barcelona- y hemos inaugurado un servicio de recogida gratuita a domicilio a través del 010 que, este año, ha recogido 270 toneladas de ropa en casa de los barceloneses”, apunta.

En Oiko Credit, la cosa va de dinero e inversiones con criterios económicos y éticos. No son un banco y no gestionan cuentas corrientes, pero esta cooperativa de crédito permite invertir en proyectos y cooperativas de desarrollo en los países del sur. “Hacemos trabajo en red, nos implicamos en el territorio, damos créditos para que las personas puedan salir de su realidad y acompañamos sus proyectos hasta el final”, asegura Martí Boneta, presidente de la asociación de apoyo que esta cooperativa crediticia de origen holandés tiene en Catalunya desde hace 13 años. Hoy día, cuenta con unos 700 inversores y mueve alrededor de seis millones de euros que contribuyen a mover el mundo.

“Un consumo más racional, próximo y con valores es posible; como es posible huir de la ropa hecha en Bangladesh en condiciones de esclavitud y de los alimentos que no respetan el medioambiente”, asevera Anna Fernández. “Podemos crear otro tipo de sociedad y plantearnos una Navidad de ahorro y en la que nos cuestionemos a dónde va nuestro dinero”, concluye la coordinadora de este mapa , comercial que, en plena orgía consumista, invita a comprar reflexiva y responsablemente.

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