Ver al señor Inda, el gigainvestigador del diario El Mundo gritando desaforadamente “¡Cataluña pertenece a España desde los romanos!” en el programa de Ana Rosa Quintana de este día Onze de Setembre es alentador, pero produce pena, más que satisfacción. Estaba muy irritado y usaba el verbo “pertenecía” en lugar del, por ejemplo, más correcto “formaba parte” . Eso sin entrar en el hecho obvio de que España, ay, todavía no existía en tiempos de los romanos.
Pero incluso admitiendo -que no es el caso- que cuando decía España se refería a Hispania, sólo hay que echar un vistazo a los mapas cambiantes de la Península Ibérica. La historia, en este territorio, ha hecho de más y de menos. En el año 2013, sin embargo, hay un par de estados independientes, aparte de España, que también formaban parte de Hispania: Portugal y Andorra. O es que para el señor Inda, estos dos países también “pertenecían” a España? Por eso es tan difícil el diálogo, porque te encuentras sistemáticamente gente con proyección pública importante que se cree en posesión de la verdad y los otros, nosotros, no, nunca. Además, insultan por sistema a miles de ciudadanos, cientos de miles, tildándolos casi de idiotas e imbéciles sin personalidad, por haberse dejado manipular por los demonios nacionalistas. O lobotomizados por la acción perversa de la escuela catalana. Como si todo empezara ahora mismo. Da pena.
Uno de los que opina así es el chulo y provocador vicerrector de la Universidad Abat Oliba, Javier Barraycoa, que pronunció anteayer la conferencia “La verdad de 1714” organizada por el PP. Nos quería contar la verdad y desmentir mitologías del nacionalismo catalán. Así nos quiso abrir los ojos sobre cuestiones supuestamente escondidas por los demonios independentistas, pero que hace años que todos sabemos. Por ejemplo, nos “descubrió ” la verdad sobre el origen nada “catalanista” de los Mossos d’Esquadra. Es casi cómico. Porque esta “verdad” no sólo no estaba oculta sino a la vista de todos, desde siempre.
No hay que remitirse a la fundación de los Mossos, en el siglo XVIII, porque los que tenemos unos cuantos años todavía nos acordamos de ellos como cuerpo uniformado de la Diputación franquista de Barcelona. Al igual que también sabemos su comportamiento heroico el día 17 de julio de 1936 a favor de la República y de la Generalitat. Lo sabemos todo. Pero, ¿y qué? Con ellos, cuando volvió la autonomía, se llegó a un consenso: mantendremos a los Mossos. Al igual que la Constitución española fue fruto de un consenso. Y uno de los consensos fue mantener a la Guardia Civil.
El señor Barraycoa, barcelonés de 1963, también nos descubre otra terrible realidad: “El catalanismo fue racista” y menciona al doctor Robert y la estatua que lo recuerda, antes en la plaza Universitat de Barcelona y ahora en la plaza Teuán. En primer lugar, no se le rinde homenaje como “racista” que es la insinuación interesada de Barraycoa, sino como exalcalde de Barcelona, importantísimo entre otras razones porque impulsó la renovación del censo de habitantes con el fin de erradicar el caciquismo. En segundo lugar, el señor Barraycoa, como tantos otros -también incluyo catalanistas- hace trampas con la historia. Así, presenta las teorías racistas del doctor Robert como si fueran propias y catalanas cuando, en realidad, a finales del siglo XIX y principios del XX las podemos encontrar por todas partes.
Joan-Lluís Marfany, un gran conocedor de la época, afirma con rotundidad que el catalanismo no es diferente del resto de nacionalismos de la época: “El racismo los impregna a todos, como impregna toda la cultura de la época” (“La cultura del catalanismo. El nacionalismo catalán en sus inicios”, Ed. Empúries, Barcelona, 1995 ) . Sería facilísimo hablar de racismo castellano contra los catalanes recordando los versos insultantes de Quevedo, y aún sería más fácil encontrar documentos sobre el racismo español con las colonias.
Y no de la época de la conquista sino bien tardíos, del final de la época esclavista y la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Y ligarlo con las actitudes racistas españolas actuales, del siglo XXI, respecto a los inmigrantes magrebíes o subsaharianos (¿recuerdan El Ejido, hace nada? ). Pero no lo haremos porque es históricamente incomparable. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Y si lo comparas, estás haciendo trampas. Mucho más cuando, en una muestra de ignorancia y de incompetencia increíbles en un vicerrector de una universidad, se usa para afirmar que este supuesto “racismo” es el origen de “las políticas lingüísticas que se crearon para transformar el alma de cada uno”. Recordemos una vez más que el origen de la política lingüística de Cataluña proviene de uno de los consensos más amplios y más alabados conseguidos nunca en el Parlament, a principios de los ochenta. Partidos, sindicatos (con toda la población castellanohablante detrás), asociaciones, sociedad civil, etc. apoyaron la propuesta: Primero, no dividir a los niños lingüísticamente. Y segundo, aparte de ayudar a la normalización del catalán haciendo una discriminación positiva allí donde las autoridades podían hacer, se decidió montar una escuela basada en el catalán para ofrecer a todos los niños catalanes (fuera cual fuera su origen) la posibilidad de conocer las dos lenguas de su casa.
El éxito ha sido rotundo. Esta decisión del Parlament de Catalunya, en el fondo, fue una decisión de pueblo libre. Y esto es lo que molesta. Las reacciones de este Onze de Setembre de 2013, a pesar de todo lo que está pasando, a pesar del éxito de esta jornada, desgraciadamente demuestran que prácticamente nada hará cambiar la actitud de los políticos españoles. Hemos oído a la vicepresidenta española afirmar, como Fernando VII, aquello de “todos juntos y yo el primero por la senda de la constitución”. Y que estaban tan y tan abiertos al diálogo, siempre que fuera dentro de la Constitución.
Por otra parte, todos sabemos que es materialmente imposible que acepten ni tan solo plantearse modificar ni un pelo su posición. No creo que tomen a los catalanes por idiotas. Pero se le parece mucho. Nos recuerda el chiste de Eugenio que explica la actitud de un conductor que baja en contra dirección por la calle Balmes de Barcelona. Conecta la radio y escucha que “un loco está bajando en contra dirección...” Él mira alrededor, con todos los coches avisándole, esquivándolos, haciéndole sonar el claxon, etc. y piensa: “¿Un loco? Cuatro, cinco, seis, siete...!” Todo ello es apasionante.